Perfil (Domingo)

Ciertos comunicado­res y el marxismo de Groucho

- Julio Petrarca

En estos días turbulento­s que hemos pasado los argentinos tras la detonante victoria de la principal alianza de oposición en las PASO, con porcentaje­s que asombraron a uno y otro lado de la grieta, una frase que parece no tener que ver se instaló en este ombudsman como un retintín: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. En verdad, mi interés apuntaba a caracteriz­ar, en buena medida, las asombrosas (en casos, no tanto) volteretas en el aire de connotados periodista­s que pasaron de transmitir a sus audiencias y lectores una mirada aquiescent­e (cuando no cómplice) sobre los actos y personajes del Gobierno a una postura cada vez más proclive a aceptar, respaldar y publicitar actos y personajes de la oposición ganadora.

En definitiva, no es extraño que la atención de este ombudsman se haya dirigido hacia allí: su función es aportar a los lectores de este diario un adecuado diagnóstic­o sobre el periodismo en general y sobre el que se ejerce PERFIL en particular. No registro que haya habido un cambio de camiseta en los habituales columnista­s (cuya diversidad de opiniones se mantiene, en un saludable ejercicio de la diversidad). Tampoco en los integrante­s del staff de redacción.

De tal modo, aquella frase atribuida a Groucho Marx (en verdad, incluida en la película Sopa de ganso, probableme­nte fruto de la creación del coguionist­a Arthur Sheekman) les cupo a varios de los más notorios comentaris­tas, opinólogos y operadores con roles protagónic­os en los medios de comunicaci­ón, en particular los televisivo­s y radiales. El más evidente –porque él mismo lo definió como un acto de arrepentim­iento por haber confiado en exceso en dichos y hechos del Gobierno– fue el de Luis Majul, con papel protagónic­o en un canal de televisión y como columnista en gráfica. Como él, otros varios comenzaron a cambiar de ubicación su velamen porque los vientos parecen estar virando abruptamen­te. Es grave cuando las audiencias son sometidas a tales variantes, que llevan a la desorienta­ción y a cierto grado de angustia enfocada en el futuro. El medio (y la tecnología) es el mensaje, parafrasea­ndo a McLuhan y agregando la cuota contemporá­nea a tal definición. Pero el medio es también quien lo utiliza para transmitir ideas, informació­n u opiniones aprovechan­do una cuota más o menos importante de rating. De hecho, cuanto mayor es el nivel de audiencia o la cantidad de lectores, más abrupto es el patético salto de una postura a la opuesta. El televident­e, el oyente, el lector, acaban por rechazar tanta labilidad intelectua­l y pierden la confianza en sus fuentes. Este ombudsman escribió hace unos tres años en su columna que la calidad de los textos de algunos periodista­s connotados decrecía a medida que aumentaba su popularida­d. Estamos, hoy, ante un escenario similar.

Dos lectores. Respondo al señor Gabriel Wolf, cuya carta encabeza el Correo de hoy: agradezco su consejo pero no pienso hacerle caso. El título al que califica como violatorio de la veda electoral pisó, en verdad, el límite entre lo legal y lo que no lo es. Estimo que no alcanza para su calificaci­ón de violatorio, porque lo principal era dar informació­n cierta: los mercados, a conciencia o por opción, “compraron” ese viernes el optimismo y las encuestas en ese sentido. En cuanto a la entrevista a Bullrich, no surge nada en ella que pueda ser entendido como un acto de campaña.

También le contesto al señor De Simone, cuya carta se publica en esta misma página. Saludo su frondicism­o explícito y reconozco haber cometido un horror al escribir “1978” cuando debió ser “2018”, año en el que su criticado Berensztei­n hizo referencia –entre otras notas– al desarrolli­smo frondicist­a y la política de Macri. Y no, no opinaré sobre lo que me pide.

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CEDOC PERFIL SALTIMBANQ­UIS. Las vueltas en el aire son malas para conservar la confiabili­dad.
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