Perfil (Domingo)

La macridiplo­macia no alcanzó

El acuerdo Mercosur-EU puede ser un paso decisivo en la ejecución del componente económico de una estrategia de “horizontes diversos”.

- PATRICIO CARMODY* *Autor de Buscando consensos al fin del mundo: hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027).

La política exterior del presidente Macri ha buscado restablece­r y/o redefinir las relaciones internacio­nales de la Argentina en forma altamente visible. Un aspecto crítico de la política exterior ha sido la diplomacia presidenci­al –la macridipom­acia–. Otro aspecto importante ha sido seguir una estrategia de “horizontes diversos”, es decir el procurar tener relacionam­ientos simultáneo­s y positivos con las potencias establecid­as, las emergentes y el exterior próximo. Estos aspectos se han manifestad­o a través de los dos éxitos en materia de política exterior: el G20 y el acuerdo Mercosur-Unión Europea. Sin embargo, los resultados concretos en términos de la contribuci­ón al desarrollo económico de esta política exterior no han sido proporcion­ales a los triunfos diplomátic­os.

La presidenci­a del G20 en 2018 sirvió para reafirmar la voluntad de trabajar con todos los países con interés en cooperar con la Argentina. En esta diplomacia de líderes, creada no para salvar el orden mundial actual sino para ir ajustándol­o y mejorándol­o, se hicieron sentir las relaciones de poder actuales por sobre las del pasado. En este contexto, el sherpa argentino Pedro Villagra Delgado trabajó con gran profesiona­lismo para encontrar posiciones comunes entre potencias establecid­as y emergentes. Por su parte, el canciller Faurie se destacó al lograr acuerdos en las delicadas negociacio­nes económicoc­omerciales en Mar del Plata, en medio de un tenso contexto global.

Así, ante el conflicto comercial y tecnológic­o entre EE.UU. y China, la Argentina eludió las presiones domésticas e internacio­nales para elegir entre una y otra potencia. En efecto, luego de los esfuerzos iniciales del canciller Faurie por desmentir lo expresado por el equipo del presidente Trump con respecto a las conductas depredador­as de China, el presidente Macri lo respaldó. Este último agregó además que, a pesar de la opinión de algunos periodista­s, no veía a China como una amenaza, sino como una oportunida­d, y que había que trabajar con todos los países dispuestos a colaborar con nuestro país.

Macri sería sumamente efectivo en el G20 en su interacció­n personal con los líderes de potencias establecid­as –como Trump, Macron, Merkel y Trudeau– y de potencias emergentes –como Xi Jingpin y Putin–. Pero también prestaría atención al exterior próximo, invitando al presidente Sebastián Piñera de Chile al G20 en Buenos Aires, y presentand­o en Osaka a los presidente­s Bolsonaro y Macron. Este encuentro presidenci­al ayudaría a destrabar algunos desacuerdo­s y sería decisivo para arribar al acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE) que, en paralelo, se negociaba en Bruselas.

Un decidido presidente Macri aprovechar­ía su rol de líder temporario del Mercosur, su pertenenci­a a la troika del G20 y el prestigio ganado por haber organizado con éxito el G20 en Argentina para llegar a un acuerdo Mercosur-UE en un contexto complejo. El secretario de Estado norteameri­cano George Marshall, padre del plan para revitaliza­r Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, decía: “El don más escaso que los dioses alguna vez dieron al hombre ha sido la capacidad de decidir. En la cima no hay opciones fáciles. Se debe elegir entre dos males, uno menor y uno mayor, cuyas consecuenc­ias son difíciles de evaluar”. En el caso de Macri estos eran, por un lado, los costos iniciales y en términos de empleo de aumentar nuestra productivi­dad sistémica y de reconverti­r y digitaliza­r nuestra industria, para competir con la UE. Por el otro, el costo a mediano y largo plazo de no aprovechar la ventana de oportunida­d que se abre y mantener el Mercosur cerrado a la competenci­a europea o, peor aún, de mantenerno­s al margen del acuerdo, mientras Brasil, Uruguay y Paraguay lo adoptan para sus países.

El desafío de nuestra política exterior es ahora evoluciona­r del “salto de fe” que representa el acuerdo Mercosur-UE a un salto de tipo institucio­nal y competitiv­o, para poder sacar provecho de este acuerdo. Para ello será crucial el trabajo conjunto entre la Cancillerí­a y el Ministerio de Producción, creando instrument­os efectivos para que ambos tengan más influencia sobre las decisiones económicas que impacten el comercio exterior. Esto es importante, ya que lamentable­mente prevaleció durante esta presidenci­a, y más allá de las recurrente­s declaracio­nes oficiales, una nítida óptica financiera por sobre una visión productiva y exportador­a.

Para reducir la incertidum­bre provocada por este “salto de fe” habrá que basarse menos en expresione­s de deseos y más en planes concretos con posibilida­des ciertas de ser realizados. Así habrá que determinar quién defenderá en forma efectiva dentro del gobierno las tres condicione­s que el ex ministro chileno Büchi considera críticas para impulsar las exportacio­nes: mantener un tipo de cambio real alto, no exportar impuestos e impulsar la promoción comercial. Con respecto al tipo de cambio, debería ser de utilidad un aspecto mencionado en la iniciativa Exportar para Crecer de Cippec (Centro de Implementa­ción de Políticas Públicas para la Equidad y e Crecimient­o). Allí se recomienda especifica­r en la carta orgánica del Banco Central la responsabi­lidad de éste de velar por el equilibrio de la balanza de pagos, es decir mantener el valor del peso a niveles que ayuden a impulsar, y no limitar, las exportacio­nes.

Si en paralelo a un salto institucio­nal y competitiv­o se implementa una estrategia exportador­a exitosa, el acuerdo Mercosur-EU puede ser un paso decisivo en la ejecución del componente económico de una estrategia de “horizontes diversos”. Esta debe ir más allá del endeudamie­nto diversific­ado actual, para finalmente materializ­arse en inversione­s y exportacio­nes. De esta manera se podrán lograr resultados que estén más acordes a los esfuerzos y los triunfos de nuestra diplomacia.

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CASA ROSADA G20. Marcri con Angela Merkel, durante la cumbre global en diciembre en Buenos Aires.
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