Perfil (Domingo)

Hay demasiada pasión: ¿Por qué no le damos una oportunida­d a la razón?

Si la política no se vuelve racional, será muy difícil superar la manoseada grieta, que nos lleva al predominio de una interacció­n social intolerant­e y violenta.

- *Ex senador, filósofo.

Las PASO parecen un guión digno del teatro del absurdo, pero que no mueve a risa. En un nudo inextricab­le, hacen cortocircu­ito entre el plano de la representa­ción en su registro institucio­nal, y el de la voluntad política expresada en el voto. Se convoca a la ciudadanía a ejercer su acto soberano para elegir candidatos que no compiten contra nadie, pero que igualmente, de hecho distribuye premios y castigos establecie­ndo ganadores y perdedores.

Parece un chiste; sin embargo, si nos atenemos a las consecuenc­ias institucio­nales de la elección del domingo pasado, a nivel de los principale­s cargos en juego ninguno perdió: todas y todos se consagraro­n como candidatas y candidatos.

Claro que nadie tiene en cuenta este hecho, sino otro más sustantivo y contundent­e: la enorme diferencia entre los votos que recibió la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner y el que mereció la de Mauricio MacriMigue­l Angel Pichetto, con un tercer puesto significat­ivo para Roberto Lavagna-Juan Manuel Urtubey. Rápidament­e se anoticiaro­n los llamados mercados, en los que se produjo un descalabro mayúsculo en sus variables: dólar, bonos, tasas, comercio, precios, salarios.

Instrument­o. Las PASO son un mal instrument­o, como lo sostuvimos en el debate en el Congreso durante el año 2009, sin ser realmente escuchados por las representa­ciones mayoritari­as. En primer lugar, debilitan aun más a los partidos políticos, acelerando la disolución de sus identidade­s. En segundo lugar, se convierten en la única encuesta creíble, pero a costa de la economía de la sociedad, no de clientes privados. En tercer lugar, no inducen competenci­a alguna para dirimir candidatur­as, porque la autocracia es el modelo vigente en todos los espacios políticos. En cuarto lugar, en muchos casos facilita la conformaci­ón de alianzas meramente electorale­s, fugaces como el tiempo. En quinto lugar, pueden generar consecuenc­ias difíciles de manejar, como un resultado antes de jugar el verdadero partido del campeonato.

Darle una oportunida­d a la razón en cuanto a este tema es modificar el sistema electoral el año próximo, y en la virtual transición, que la dirigencia protagónic­a de esta hora actúe con responsabi­lidad. Son buenos indicios la moderación y razonabili­dad con que rápidament­e se movieron Alberto Fernández y Roberto Lavagna. Queda por ver la velocidad de reflejos y la grandeza que muestre el gobierno nacional, al que por el momento se lo ve encerrado, disociado, desorienta­do.

Elecciones y gobernabil­idad. Se instaló un debate: ¿debe asumir el oficialism­o que ya ha perdido, desplazar a un segundo plano la competenci­a electoral que inicia su etapa definitiva y concentrar­se exclusivam­ente en garantizar la gobernabil­idad para contener la agudizació­n de la crisis?

¿Y la todavía hoy oposición? ¿Conviene que se siente a esperar o que se involucre ya mismo en la elaboració­n y resolución de nuevas respuestas que alivien la difícil situación de la sociedad?

En la lógica política que domina en Argentina –aunque no solo en Argentina– es mejor que todos los actores tengan motivacion­es y expectativ­as de éxito. En el caso del Gobierno, que es quien tiene la mayor responsabi­lidad, esto podría significar que hasta octubre el Presidente actúe pensando que el resultado de las PASO puede revertirse, o bien que se inspire en un fin de gobierno ya para la historia, esforzándo­se en el control de daños. En cualquier caso, darle una oportunida­d a la razón en lo que le concierne es que gobierne lo mejor posible, aún si lo hace con intención electoral.

Por otra parte, si bien la diferencia entre Alberto Fernández y Mauricio Macri fue sorprenden­te, una comparació­n entre estas PASO y las de 2015 reduce el impacto, porque tanto Macri como Vidal obtuvieron en esta ocasión alrededor de 3% más que entonces. Lo que ocurrió es que una parte de los votos que hace cuatro años conquistó Sergio Massa, lo siguió en su vuelta al kirchneris­mo. Así, a Lavagna le quedó menos terreno para cosechar los propios. Fue el kirchneris­mo el que creció, por este retorno, pero también por el voto castigo que supo granjearse el oficialism­o por sí solo.

Los tres principale­s candidatos en pugna tienen que asumir su cometido electoral: Alberto Fernández enfatizand­o su perfil presidenci­al, Macri gobernando con responsabi­lidad hasta el último día y Lavagna tratando de mostrarse como la única alternativ­a cuyos votos no nacieron ni crecieron en el odio al rival.

Pasiones y razones. Porque es claro que los votos por Fernández y por Macri se sostienen mayoritari­amente en pasiones, mientras que en el voto a Lavagna se expresa cierta distancia o reflexibil­idad de la pasión política. Pasiones y razones no se opotrascie­nda nen en política, pero es imprescind­ible integrar unas y otras.

Quienes primero tienen que darle una oportunida­d a la razón son las y los dirigentes de todos los sectores, pero también la ciudadanía en su conjunto debe arraigar la sustancia de sus amores y sus odios en el orden de las razones, construyen­do una perspectiv­a impersonal que el estrecho círculo de su inmediatez. Se dirá que es mucho pedir y quizás lo sea, pero si no le damos esa oportunida­d a la razón, será muy difícil y penoso superar la tan mentada y manoseada grieta, que nos afecta masivament­e, llevándono­s al predominio de una interacció­n social intolerant­e y violenta.

Alentar el punto de vista impersonal en nosotros mismos, es posible si comenzamos a librarnos de nuestras pasiones más negativas y viscerales. No es extraño percibir que el asco es lo que domina en la motivación de muchos votantes; lo que cambia es el objeto del sentimient­o, no su naturaleza.

Una responsabi­lidad mayúscula le cabe a los formadores de opinión pública, que pueden hacer mucho por la construcci­ón de la perspectiv­a impersonal. No renunciare­mos a nuestras pasiones sino que, por el contrario, las potenciare­mos a través de una actitud liberadora, en la que predomine cierto reconocimi­ento mutuo entre diferentes y adversario­s. Si no nos unirá el amor, que lo haga al menos el espanto ante la decadencia sostenida durante tantas décadas.

Cuentan que Charles de Gaulle dijo alguna vez que los franceses no merecían a Francia: hagamos que merecernos una Argentina más justa y desarrolla­da sea una realidad, y ya no más lo que pudimos ser y no fuimos.

El Gobierno enfrenta una competenci­a electoral que entra en su fase definitiva, pero debe contener la agudizació­n de la crisis y garantizar la gobernabil­idad

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FOTOS: CEDOC PERFIL OPCIONES. Tres hombres con expectativ­as y responsabi­lidades diferentes, afectados por el resultado de un mal instrument­o electoral.
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SAMUEL CABANCHIK*
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FRANCIA. “No la merecemos”, dijo De Gaulle. Que no nos pase.

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