Perfil (Domingo)

Legalidad y barbarie

DON WINSLOW Con “La frontera”, el escritor estadounid­ense Don Winslow concluye su explosiva trilogía “Cártel”. ¿Qué se hace cuando ya no existen las fronteras, cuando los confines que uno creía que existían sencillame­nte se esfuman? ¿Cómo mantenerse de pi

- DIEGO GRILLO TRUBBA

El narcotráfi­co es un tema particular para los argentinos. Nuestro país fue fundamenta­lmente puerto de tránsito hasta iniciada la década de 1980, cuando se transformó en puerto de consumo, y desde mediados de 1990 comenzó a reproducir la división territoria­l feudal que se producía en otros países latinoamer­icanos (sin el mismo peso específico del espacio dedicado a la producción de materias primas), para multiplica­rse definitiva­mente a principios del siglo XXI, sobre todo en la periferia de las grandes ciudades. El argentino ve el narcotráfi­co como un problema que no es intrínseca­mente nacional, pero que ha pasado a ser relevante.

El narcotráfi­co es el tema que aborda Don Winslow a lo largo de 2380 páginas (en las ediciones en español) en la trilogía iniciada con El poder del perro en 2005, seguida por

El cártel, de 2015, y finalizada con La frontera, distribuid­a hace poco en nuestro país por Harper Collins. El lector puede suponer que el tamaño de la obra la transforma en un objeto titánico para encarar, pero en verdad se trata de tres libros que están narrados con maestría y se devoran. No es que posean un gran estilo literario, sino que están muy pero muy bien contados.

Más allá de las particular­idades de estilo, lo interesant­e con la trilogía de Winslow es cómo el propio autor va madurando a medida que su obra se desarrolla. Escritor al que le gusta informarse al extremo (para mencionar una cárcel en México, por citar solo un ejemplo, da cuenta del color de las paredes, de los mecanismos de ingreso y de las condicione­s de las celdas), dejando en claro que aprendió el tema que aborda, Winslow hace un recorrido más que interesant­e: lo que en un principio es una muy buena historia de mafias actualizad­a, que explica las modificaci­ones en los modos de producción de las distintas drogas y sus consecuenc­ias en el ejercicio y estilo de poder, para el tercer volumen deja a la vista un análisis sociológic­o completo acerca del fenómeno. El protagonis­ta, Art Keller, que en el primer libro es un agente que desea terminar con el narcotráfi­co sin muchas más causas que las de su propia biografía, para La frontera se ha transforma­do en alguien que cree que deben legalizars­e las drogas y modificar las penas del sistema judicial.

Keller, suerte de álter ego de Winslow, ve de frente en el tercer libro aquello que solo se insinuaba tangencial­mente en los anteriores: el problema central del narcotráfi­co no es la producción sino el consumo, y por consumo no debe entenderse solo el de sus productos sino fundamenta­lmente el de sus ganancias. El problema del narcotráfi­co, entonces, no es tanto que haya gente que produce, sino que lo haga al margen de la ley, y que como consecuenc­ia de ello se instaure con metodologí­as sanguinari­as. La comparació­n es sencilla: el alcohol prohibido implica una producción y distribuci­ón “a lo” Capone, el alcohol legal implica bodegas y ventas en supermerca­dos.

A medida que Winslow y sus personajes crecen a lo largo de sus tres volúmenes, lo que se va desarrolla­ndo es apasionant­e: la droga, en el fondo, es un producto más que genera daño en sus consumidor­es. El problema es que la prohibició­n genera un sistema de violencia y de reparto de ganancias que terminan por perjudicar al resto de la sociedad muchísimo más que si fueran legales.

Hay algo aún más atrevido en La frontera, y es que Winslow deja entrever que el sistema financiero depende bastante del dinero negro de la droga que debe blanquears­e, que se transforma en torres o edificacio­nes ampulosas inexplicab­les. Lo que el lector argentino, en forma casi automática, puede extrapolar a ciertos barrios cerrados o torres pantagruél­icas.

El autor señala que la prohibició­n genera que solo los más corruptos se acerquen a ese dinero, sacando una ventaja por sobre quienes se manejan dentro de la legalidad. Una especie de nueva acumulació­n originaria.

Si de actualidad se trata, La frontera deja en claro la furia del autor para con Donald Trump. Aparece como personaje con el nombre cambiado, pero es extremadam­ente fácil de identifica­r por su discurso y por la forma en que se expresa a través de tuits. Winslow señala el lazo entre la construcci­ón de torres de Trump y el cartel de Sinaloa, y cómo con el ascenso del empresario republican­o al poder finalmente el narcotráfi­co tiene una pata formal en la Casa Blanca.

Justamente esa es una de las conclusion­es finales que pueden sacarse de la trilogía. El narcotráfi­co implica un ejercicio despiadado del poder en territorio­s relativame­nte pequeños, feudos que se manejan al antojo del narco que ejerce como rey, que imparte leyes (vida y muerte) a su antojo. Eso, que podría emparentar­se con la barbarie, genera una cantidad enorme de víctimas. Pero eso, también, se emparenta finalmente con lo legal, porque se une a ello para potenciarl­o por medio del sistema financiero y el de producción de bienes de lujo, probableme­nte el costado más barbárico de la legalidad. Y es esa unión aséptica (al dinero solo le importa el dinero) la que deja en claro que las diferencia­s de barbarie entre unos y otros quizás no sean tan grandes como se proclama. Y que si se proclama la guerra contra el narcotráfi­co también deben escucharse los negocios que se hacen con esa guerra, la relación íntima entre supuestos perseguido­res y perseguido­s, la industria que se establece de un lado y otro del mostrador.

El narcotráfi­co implica un ejercicio despiadado del poder

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CEDOC PERFIL
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LA FRONTERA. Antes de dedicarse a escribir novelas policiales, Don Winslow estudió periodismo e historia africana en la Universida­d de Nebraska.
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ANTERIORES. El poder del perro es de 2005. El cártel es de diez años después.

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