Fontevecchia entrevista a Cornejo
El gobernador mendocino, el líder más díscolo del oficialismo, critica al Gobierno y al kirchnerismo.
Es el líder más díscolo del oficialismo. “Calentón y de mecha corta”; le dijo y le dice a Macri sus críticas cara a cara. Gane o pierda Juntos por el Cambio, será un protagonista esencial de la política que viene.
—Este meme audiovisual sobre Mendoza (se lo proyecta) dice: “Necesitás descansar, disfrutar, venite a Mendoza, una provincia con puentes sin cortar, con clases todo el año, instituciones funcionando a pleno, ganas de oxigenar, si vos querés, en el país también, Mendoza libre de kirchnerismo”. Más allá del humor, ¿por qué Mendoza es diferente? —Cada región tiene sus particularidades. No es necesario mirarse al ombligo. Mendoza cultivó una cultura del esfuerzo, debido a que es una región muy árida. De los huarpes en adelante, administrar el agua fue un trabajo de ingeniería. Y esa cultura del esfuerzo y del trabajo se vino perdiendo a través de las sucesivas administraciones políticas que la deterioraron. Pero quedan cimientos. Tampoco puede descartarse que tengamos algunos aspectos similares a Chile. —¿Hay un área geopolítica entre Mendoza capital y Santiago de Chile? —Hubo un intercambio muy fluido durante muchísimos años. Algo que viene incluso desde los pueblos originarios y que se ve en el cruce de la montaña, a pesar de ser altísima. También, es un elemento a considerar una institucionalidad que se preserva, a partir de una Constitución muy estricta. —No hay reelección. —Y la división del poder es muy tajante. A eso se suma una dificultad enorme para modificar la Constitución. Una Constitución que nació de la élites del momento en 1916. Se pelearon entre sus fracciones y a partir de las disputas surgieron las trabas para que no pudiera ser modificada. Se necesitan dos tercios de los votos, no de los presentes, sino de la totalidad de las cámaras. A partir de allí, es necesario un plebiscito que se gane con la mitad más uno de los electores. Es un conjunto de restricciones muy fuertes. Por ejemplo, el gobernador no puede ser sucedido por un familiar directo: ni por su esposa, ni sus hijos, ni sus padres. Tampoco se puede ser senador nacional inmediatamente después. Un cúmulo de restricciones fuertes que todavía están vigentes. Eso convive con otras realidades del país: en Mendoza no somos ajenos a la cultura populista. El resultado de Mendoza fue una batalla política. Triunfaron ideas contra la corriente imperante. —De hecho, en las PASO hubo un resultado distinto. —Hubo una batalla política con un correlato electoral. Se necesitaron cuatros años para imponer una agenda más liberal progresista, a contramano de la cultura general del país. Por ejemplo, se dio una pelea para regular de manera distinta la movilidad urbana, tal como pasó con Uber o Cabify. Los autorizamos, los hicimos legales. Eso fue antes de que entraran patoteando, como lo hicieron en Buenos Aires. Lo mismo sucedió con el Item Aula, por ejemplo. —¿En Santiago también está autorizado Uber? —No. Pero están en eso. El pionero del continente en la materia fue Montevideo. —Su tono al hablar recuerda al de Sebastián Piñera. —(Se ríe) La verdad es que tengo más amigos en lo que era la Coalición Socialista, demócratas cristianos, que en la Renovación Nacional. Estudié en Santiago de Chile, también. Hice un posgrado de Planificación y Política Pública en la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). —En los momentos de los festejos el día que usted ganó se escuchaba el grito: “El que no salta es un ladrón”, ¿hay en Mendoza un vínculo con la corrupción diferente del resto del país? —Para los mendocinos hay temas que si están bien instalados no se los lleva la inflación ni el deterioro económico. Existe un tipo de valoración diferente. Tiene que ver con la oferta y demanda de los dirigentes. En Argentina hay una alta tolerancia a la corrupción, quizás un poco menos en Mendoza. Pero también tenemos el problema. —Se dice que los mendocinos son austeros y sobrios. ¿Hay una cultura liberal progresista particular? —Una cultura que no es ajena a Rosario, a Córdoba, a la Ciudad de Buenos Aires. No es diferente a la de las ciudades de más de cien, doscientos mil habitantes del interior de la provincia de Buenos Aires. En la franja central productivista hay condiciones para ideas liberales progresistas o socialdemócratas. Es una región con mucha mayor predisposición ciudadana para asimilar esas ideas. —¿En las zonas donde el progreso tiene más posibilidades hay mejores condiciones para este tipo de ideas? —Sin dudarlo. —¿El populismo sería la consecuencia de nuestro fracaso económico? —No le quepa la menor duda de ello. Todo esto tiene su correlato político. El radicalismo representó la idea contraria durante cien años. Y si cien años le resulta mucho, porque es un período con muchos cambios, digamos que la representó en los últimos 34 años de democracia. —De Raúl Alfonsín a hoy. —Sí. La pauperización del Conurbano y la de lugares como Rosario, Mendoza, Córdoba, hicieron que se haya perdido el sujeto social que representaba el radicalismo y las ideas liberales progresistas. Una vez más aparece la cuestión de la oferta y la demanda política: los ciudadanos que podían entusiasmarse con ese mundo cultural son los que fueron deteriorando su calidad de vida y sus ingresos. El ejemplo más típico
“Cristina no tiene ninguna idea para aportar al futuro de la Argentina. Basta con ver su libro.”
“El kirchnerismo plantea un chancho gordo que pese poco.”
es el de la pauperización del conurbano bonaerense, que distorsiona el sistema político argentino. Si hay una reforma político-institucional de fondo para hacer en la Argentina es dividir estos distritos y que no sean una sola provincia de Buenos Aires. —¿Qué sucederá con la corrupción en un gobierno de Alberto Fernández? —De la noche a la mañana no se podrán eliminar causas como la de los bolsos. Va a haber una fuerte presión. Pero antes, como introducción, debo aclarar que las posibilidades de que gane Alberto Fernández son altas, aunque Mauricio Macri también tiene las suyas. Pero en la hipótesis que usted plantea, va a haber una fuerte presión. El peronismo de fase más autoritaria siempre presionó a los jueces. Me imagino una presión sobre Claudio Bonadio desde el Consejo de la Magistratura. —Bonadio pasaría sus causas a juicio oral y se jubilaría. La evolución posterior de las causas sería el tema. —El peligro existe. Veremos qué sucede. Un tema esencial es el de la correlación de fuerzas, cómo funcionará la opinión pública. Y cómo funcionará la economía. Vuelvo al punto: probablemente la alta tolerancia a la corrupción sea directamente al fracaso económico. Un fracaso económico reverdecerá esos temas. En tal caso, la Justicia no podrá hacerse la distraída en estos temas. También puede suceder lo inverso. —¿Qué rol tienen los medios en ese caso? —Los medios tienen una importancia vital en el sistema republicano y deben reconocer que no han funcionado bien en todo este tiempo. Muchas veces por interferencias del poder político, pero muchas veces por autocensura. También veo una búsqueda de la noticia fácil, también han colaborado con este populismo cultural. Tanto las grandes industrias como las pequeñas han sido creadas al amparo del Estado. —¿Los medios se autocensuraron solo en el kirchnerismo? ¿Qué pasó durante el macrismo? —En líneas generales estamos viviendo en estos años de gobierno de Mauricio Macri una amplia libertad de expresión. Eso es un activo importante. —Pero usted usó la palabra autocensura. —No sucedió como una línea editorial definida, pero sí hay rémoras de autocensura. Imagino a editores que seguían pensando “mejor no toquemos este tema”. Además hay un gran sector de periodismo militante. Un periodismo que si uno lo sigue en Twitter descubre que no está en la búsqueda de la verdad ni en la búsqueda de la noticia, sino en convencer de sus ideas a los ciudadanos. Y hay muchos de ellos en los medios. —Habría dos males: el periodismo que pierde el equilibrio y se transforma en militante y el que se va al otro extremo y es oficialista siempre. En ambos casos habría autocensura. —Como sucede con algunos jueces federales: ellos no tienen la culpa de que cambien los gobiernos. Lo que sucede es que cambian los gobiernos. —Un mes antes de las elecciones del domingo, ya habían existido algunas señales de modificación del resultado de las PASO. Por ejemplo, el kirchnerismo perdió la Municipalidad de San Martín, que gobernaba desde hacía 16 años. Usted dijo: “A San Martín vino Cristina pero, sinceramente, ganó Raúl Rufeil”. ¿La cercanía de los candidatos del Frente de Todos en Mendoza a CFK los perjudicó? —Es una buena pregunta. Creo que la elección nacional está abierta, justamente por fenómenos de este tipo. Estamos compitiendo por el poder dos minorías. No hay enamoramiento con Alberto Fernández, mucho menos con Cristina. Tampoco lo hay con Mauricio Macri. Es una elección abierta, con altas chances de que gane Alberto Fernández, pero abierta porque son dos minorías. —Pero en su provincia pareciera que si los candidatos son más cercanos a Cristina Kirchner tienen menos posibilidades que si lo son de Alberto Fernández. —También incide el fenómeno local. La gestión del intendente peronista de San Martín, del intendente que estuvo 16 años, tenía números muy flojos. Y eso influyó en el resultado. No fue Cristina. No fue Alberto. Fueron los dos a San Martín y perdieron. Lo de fue una broma. Sinceramente —¿Que hayan ido empeoró las chances del candidato? —Quizás empeoró. Lo concreto es que tenía mala gestión. —¿Cómo incidió su presencia? —Creo que leen mal a Mendoza. Leen mal el federalismo en general, la cultura del federalismo que hay en Córdoba, en Mendoza y en otras provincias. Suponen que el aparato del Partido Justicialista y todo su poder arrasador llegan con los tanques de la Segunda Guerra Mundial, desembarcan y arrasan. —¿Leen mal también a Rosario, a Córdoba, a Ciudad de Buenos Aires, las zonas que mencionaba con mayor posibilidad de progreso económico? —El peronismo mayoritario no lee bien eso. Es algo objetivo. Hay un peronismo republicano, pero es minoritario. Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti son peronistas pero son republicanos: entienden la división de poderes, son tolerantes, abrevan en ideas liberales, saben que hay que estar conectados al mundo. Buena parte del peronismo demostró en la Argentina que puede estar igualmente con los Montoneros y con la Triple A, y en una misma década. Que pueden privatizar YPF y al tiempo pueden estatizarla dos veces onerosamente para el interés general y el interés nacional de la Argentina. Muchos peronistas demostraron que pueden ponerse la camiseta de River y a los dos minutos la de Boca. —Es un fenómeno que sucede en otros países con los partidos del poder: sucede en Brasil con el PMDB, también en México con el PRI. —Pero no hacen tanto daño. ¿Por qué? Porque en Brasil y en México puede suceder que se den vuelta los dirigentes, pero no varían las ideas estructurales. En este país se hicieron desastres, como la privatización y luego estatización de YPF y la privatización y luego estatización de las jubilaciones. Se incorporó con total naturalidad a tres o cuatro millones de personas que no hacían aportes. Luego esos mismos que las incorporaron se quejan de las jubilaciones bajas y demandan que sean más altas. Los estropicios los hizo un peronismo que no es republicano. —Volviendo a Mendoza, ¿candidatos de La Cámpora o del kirchnerismo obtienen menos votos que los del peronismo tradicional? —Categóricamente, sí. —¿Se alegraron de que la ganadora de las PASO haya sido Anabel Fernández Sagasti y no el candidato del peronismo tradicional, Alejandro Bermejo? —No sé de dónde salió eso. Quizá de algún off. La realidad es que creemos que ella era menos competitiva. Pero Alejandro Bermejo tampoco estaba especialmente preparado para gobernar Mendoza. —¿Hubiera sido menor la diferencia? —Tiene un conjunto de ideas menos refractarias. Es algo que cabe para la Argentina y particularmente en Mendoza. —¿Se asume como calentón y de mecha corta? Tuvo algunos episodios con periodistas en los que se enojó bastante. —Sí, pero honesto intelectualmente. Trato de ser prudente. Y los enojos fueron exabruptos de los que me arrepiento un poco. Cuando afirmo que soy honesto intelectualmente, me refiero a que digo lo que pienso. Lo hice con el Presidente. Creo haber colaborado con muchos consejos en privado. A Macri le dije en privado muchas cosas que después ocurrieron. Si hay autocensura en el periodismo, algo similar ocurre con la dirigencia política cuando se está cerca del poder. Muchos tienen una prudencia malentendida. —También la Justicia. —La deliberación pública en la Argentina es muy mala. Si fuera mejor, no hubieran pasado muchas cosas en el país. Este es uno de los pocos países en el mundo en los que el concepto “ajuste económico” no se habla en público, algo muy común en otros lados. Mientras estudiaba en Chile, el ministro de Economía de Patricio Aylwin, Alejandro Foxley, y la oposición decían: “Hay que frenar el consumo porque está recalentando la economía”. Lo afirmaban la oposición y oficialismo. No me imagino en la Argentina una discusión de ese tipo en las élites. Quizá lo charlen en privado, probablemente, pero no se atreven a decirlo en público. El efecto es que nunca vamos a enderezar la economía si no se habla sobre esos temas necesarios. Es bueno hacer el ejercicio de comparar nuestra situación con la de otros países. ¿A cuáles les fue bien? La respuesta es que fueron exitosos algunos países autoritarios, unos pocos, y algunos países democráticos. Que les haya ido bien significa que sacaron gente de la pobreza, que creció su clase media. Si no se mejora la distribución del ingreso, se piensa que es un problema intrínseco del sistema capitalista. Pero hay muchos casos de éxito: incluso en sistemas autoritarios. Países como China tienen su lógica cultural... —... y otra religión —No solo otra religión. En el caso de las democracias, más allá de las diferentes culturales, lo que resultó exitoso es un altísimo consenso acerca del programa económico y de la política internacional: qué hacer y con quién relacionarse. Son consensos que no se tocan ni se discuten. La Argentina necesita ese debate: cuáles son los instrumentos eficaces para bajar la inflación, por ejemplo. Hay que buscar un pacto de la élite política, pero que tenga un consenso de la ciudadanía. Si nadie se anima a
“El Gobierno se equivocó en hacerle pagar el ajuste a su propia base electoral.”
“Mendoza fue el triunfo de una batalla política contra el populismo.”