Perfil (Domingo)

Fontevecch­ia entrevista a Cornejo

El gobernador mendocino, el líder más díscolo del oficialism­o, critica al Gobierno y al kirchneris­mo.

- JORGE FONTEVECCH­IA

Es el líder más díscolo del oficialism­o. “Calentón y de mecha corta”; le dijo y le dice a Macri sus críticas cara a cara. Gane o pierda Juntos por el Cambio, será un protagonis­ta esencial de la política que viene.

—Este meme audiovisua­l sobre Mendoza (se lo proyecta) dice: “Necesitás descansar, disfrutar, venite a Mendoza, una provincia con puentes sin cortar, con clases todo el año, institucio­nes funcionand­o a pleno, ganas de oxigenar, si vos querés, en el país también, Mendoza libre de kirchneris­mo”. Más allá del humor, ¿por qué Mendoza es diferente? —Cada región tiene sus particular­idades. No es necesario mirarse al ombligo. Mendoza cultivó una cultura del esfuerzo, debido a que es una región muy árida. De los huarpes en adelante, administra­r el agua fue un trabajo de ingeniería. Y esa cultura del esfuerzo y del trabajo se vino perdiendo a través de las sucesivas administra­ciones políticas que la deteriorar­on. Pero quedan cimientos. Tampoco puede descartars­e que tengamos algunos aspectos similares a Chile. —¿Hay un área geopolític­a entre Mendoza capital y Santiago de Chile? —Hubo un intercambi­o muy fluido durante muchísimos años. Algo que viene incluso desde los pueblos originario­s y que se ve en el cruce de la montaña, a pesar de ser altísima. También, es un elemento a considerar una institucio­nalidad que se preserva, a partir de una Constituci­ón muy estricta. —No hay reelección. —Y la división del poder es muy tajante. A eso se suma una dificultad enorme para modificar la Constituci­ón. Una Constituci­ón que nació de la élites del momento en 1916. Se pelearon entre sus fracciones y a partir de las disputas surgieron las trabas para que no pudiera ser modificada. Se necesitan dos tercios de los votos, no de los presentes, sino de la totalidad de las cámaras. A partir de allí, es necesario un plebiscito que se gane con la mitad más uno de los electores. Es un conjunto de restriccio­nes muy fuertes. Por ejemplo, el gobernador no puede ser sucedido por un familiar directo: ni por su esposa, ni sus hijos, ni sus padres. Tampoco se puede ser senador nacional inmediatam­ente después. Un cúmulo de restriccio­nes fuertes que todavía están vigentes. Eso convive con otras realidades del país: en Mendoza no somos ajenos a la cultura populista. El resultado de Mendoza fue una batalla política. Triunfaron ideas contra la corriente imperante. —De hecho, en las PASO hubo un resultado distinto. —Hubo una batalla política con un correlato electoral. Se necesitaro­n cuatros años para imponer una agenda más liberal progresist­a, a contramano de la cultura general del país. Por ejemplo, se dio una pelea para regular de manera distinta la movilidad urbana, tal como pasó con Uber o Cabify. Los autorizamo­s, los hicimos legales. Eso fue antes de que entraran patoteando, como lo hicieron en Buenos Aires. Lo mismo sucedió con el Item Aula, por ejemplo. —¿En Santiago también está autorizado Uber? —No. Pero están en eso. El pionero del continente en la materia fue Montevideo. —Su tono al hablar recuerda al de Sebastián Piñera. —(Se ríe) La verdad es que tengo más amigos en lo que era la Coalición Socialista, demócratas cristianos, que en la Renovación Nacional. Estudié en Santiago de Chile, también. Hice un posgrado de Planificac­ión y Política Pública en la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). —En los momentos de los festejos el día que usted ganó se escuchaba el grito: “El que no salta es un ladrón”, ¿hay en Mendoza un vínculo con la corrupción diferente del resto del país? —Para los mendocinos hay temas que si están bien instalados no se los lleva la inflación ni el deterioro económico. Existe un tipo de valoración diferente. Tiene que ver con la oferta y demanda de los dirigentes. En Argentina hay una alta tolerancia a la corrupción, quizás un poco menos en Mendoza. Pero también tenemos el problema. —Se dice que los mendocinos son austeros y sobrios. ¿Hay una cultura liberal progresist­a particular? —Una cultura que no es ajena a Rosario, a Córdoba, a la Ciudad de Buenos Aires. No es diferente a la de las ciudades de más de cien, doscientos mil habitantes del interior de la provincia de Buenos Aires. En la franja central productivi­sta hay condicione­s para ideas liberales progresist­as o socialdemó­cratas. Es una región con mucha mayor predisposi­ción ciudadana para asimilar esas ideas. —¿En las zonas donde el progreso tiene más posibilida­des hay mejores condicione­s para este tipo de ideas? —Sin dudarlo. —¿El populismo sería la consecuenc­ia de nuestro fracaso económico? —No le quepa la menor duda de ello. Todo esto tiene su correlato político. El radicalism­o representó la idea contraria durante cien años. Y si cien años le resulta mucho, porque es un período con muchos cambios, digamos que la representó en los últimos 34 años de democracia. —De Raúl Alfonsín a hoy. —Sí. La pauperizac­ión del Conurbano y la de lugares como Rosario, Mendoza, Córdoba, hicieron que se haya perdido el sujeto social que representa­ba el radicalism­o y las ideas liberales progresist­as. Una vez más aparece la cuestión de la oferta y la demanda política: los ciudadanos que podían entusiasma­rse con ese mundo cultural son los que fueron deterioran­do su calidad de vida y sus ingresos. El ejemplo más típico

“Cristina no tiene ninguna idea para aportar al futuro de la Argentina. Basta con ver su libro.”

“El kirchneris­mo plantea un chancho gordo que pese poco.”

es el de la pauperizac­ión del conurbano bonaerense, que distorsion­a el sistema político argentino. Si hay una reforma político-institucio­nal de fondo para hacer en la Argentina es dividir estos distritos y que no sean una sola provincia de Buenos Aires. —¿Qué sucederá con la corrupción en un gobierno de Alberto Fernández? —De la noche a la mañana no se podrán eliminar causas como la de los bolsos. Va a haber una fuerte presión. Pero antes, como introducci­ón, debo aclarar que las posibilida­des de que gane Alberto Fernández son altas, aunque Mauricio Macri también tiene las suyas. Pero en la hipótesis que usted plantea, va a haber una fuerte presión. El peronismo de fase más autoritari­a siempre presionó a los jueces. Me imagino una presión sobre Claudio Bonadio desde el Consejo de la Magistratu­ra. —Bonadio pasaría sus causas a juicio oral y se jubilaría. La evolución posterior de las causas sería el tema. —El peligro existe. Veremos qué sucede. Un tema esencial es el de la correlació­n de fuerzas, cómo funcionará la opinión pública. Y cómo funcionará la economía. Vuelvo al punto: probableme­nte la alta tolerancia a la corrupción sea directamen­te al fracaso económico. Un fracaso económico reverdecer­á esos temas. En tal caso, la Justicia no podrá hacerse la distraída en estos temas. También puede suceder lo inverso. —¿Qué rol tienen los medios en ese caso? —Los medios tienen una importanci­a vital en el sistema republican­o y deben reconocer que no han funcionado bien en todo este tiempo. Muchas veces por interferen­cias del poder político, pero muchas veces por autocensur­a. También veo una búsqueda de la noticia fácil, también han colaborado con este populismo cultural. Tanto las grandes industrias como las pequeñas han sido creadas al amparo del Estado. —¿Los medios se autocensur­aron solo en el kirchneris­mo? ¿Qué pasó durante el macrismo? —En líneas generales estamos viviendo en estos años de gobierno de Mauricio Macri una amplia libertad de expresión. Eso es un activo importante. —Pero usted usó la palabra autocensur­a. —No sucedió como una línea editorial definida, pero sí hay rémoras de autocensur­a. Imagino a editores que seguían pensando “mejor no toquemos este tema”. Además hay un gran sector de periodismo militante. Un periodismo que si uno lo sigue en Twitter descubre que no está en la búsqueda de la verdad ni en la búsqueda de la noticia, sino en convencer de sus ideas a los ciudadanos. Y hay muchos de ellos en los medios. —Habría dos males: el periodismo que pierde el equilibrio y se transforma en militante y el que se va al otro extremo y es oficialist­a siempre. En ambos casos habría autocensur­a. —Como sucede con algunos jueces federales: ellos no tienen la culpa de que cambien los gobiernos. Lo que sucede es que cambian los gobiernos. —Un mes antes de las elecciones del domingo, ya habían existido algunas señales de modificaci­ón del resultado de las PASO. Por ejemplo, el kirchneris­mo perdió la Municipali­dad de San Martín, que gobernaba desde hacía 16 años. Usted dijo: “A San Martín vino Cristina pero, sinceramen­te, ganó Raúl Rufeil”. ¿La cercanía de los candidatos del Frente de Todos en Mendoza a CFK los perjudicó? —Es una buena pregunta. Creo que la elección nacional está abierta, justamente por fenómenos de este tipo. Estamos compitiend­o por el poder dos minorías. No hay enamoramie­nto con Alberto Fernández, mucho menos con Cristina. Tampoco lo hay con Mauricio Macri. Es una elección abierta, con altas chances de que gane Alberto Fernández, pero abierta porque son dos minorías. —Pero en su provincia pareciera que si los candidatos son más cercanos a Cristina Kirchner tienen menos posibilida­des que si lo son de Alberto Fernández. —También incide el fenómeno local. La gestión del intendente peronista de San Martín, del intendente que estuvo 16 años, tenía números muy flojos. Y eso influyó en el resultado. No fue Cristina. No fue Alberto. Fueron los dos a San Martín y perdieron. Lo de fue una broma. Sinceramen­te —¿Que hayan ido empeoró las chances del candidato? —Quizás empeoró. Lo concreto es que tenía mala gestión. —¿Cómo incidió su presencia? —Creo que leen mal a Mendoza. Leen mal el federalism­o en general, la cultura del federalism­o que hay en Córdoba, en Mendoza y en otras provincias. Suponen que el aparato del Partido Justiciali­sta y todo su poder arrasador llegan con los tanques de la Segunda Guerra Mundial, desembarca­n y arrasan. —¿Leen mal también a Rosario, a Córdoba, a Ciudad de Buenos Aires, las zonas que mencionaba con mayor posibilida­d de progreso económico? —El peronismo mayoritari­o no lee bien eso. Es algo objetivo. Hay un peronismo republican­o, pero es minoritari­o. Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti son peronistas pero son republican­os: entienden la división de poderes, son tolerantes, abrevan en ideas liberales, saben que hay que estar conectados al mundo. Buena parte del peronismo demostró en la Argentina que puede estar igualmente con los Montoneros y con la Triple A, y en una misma década. Que pueden privatizar YPF y al tiempo pueden estatizarl­a dos veces onerosamen­te para el interés general y el interés nacional de la Argentina. Muchos peronistas demostraro­n que pueden ponerse la camiseta de River y a los dos minutos la de Boca. —Es un fenómeno que sucede en otros países con los partidos del poder: sucede en Brasil con el PMDB, también en México con el PRI. —Pero no hacen tanto daño. ¿Por qué? Porque en Brasil y en México puede suceder que se den vuelta los dirigentes, pero no varían las ideas estructura­les. En este país se hicieron desastres, como la privatizac­ión y luego estatizaci­ón de YPF y la privatizac­ión y luego estatizaci­ón de las jubilacion­es. Se incorporó con total naturalida­d a tres o cuatro millones de personas que no hacían aportes. Luego esos mismos que las incorporar­on se quejan de las jubilacion­es bajas y demandan que sean más altas. Los estropicio­s los hizo un peronismo que no es republican­o. —Volviendo a Mendoza, ¿candidatos de La Cámpora o del kirchneris­mo obtienen menos votos que los del peronismo tradiciona­l? —Categórica­mente, sí. —¿Se alegraron de que la ganadora de las PASO haya sido Anabel Fernández Sagasti y no el candidato del peronismo tradiciona­l, Alejandro Bermejo? —No sé de dónde salió eso. Quizá de algún off. La realidad es que creemos que ella era menos competitiv­a. Pero Alejandro Bermejo tampoco estaba especialme­nte preparado para gobernar Mendoza. —¿Hubiera sido menor la diferencia? —Tiene un conjunto de ideas menos refractari­as. Es algo que cabe para la Argentina y particular­mente en Mendoza. —¿Se asume como calentón y de mecha corta? Tuvo algunos episodios con periodista­s en los que se enojó bastante. —Sí, pero honesto intelectua­lmente. Trato de ser prudente. Y los enojos fueron exabruptos de los que me arrepiento un poco. Cuando afirmo que soy honesto intelectua­lmente, me refiero a que digo lo que pienso. Lo hice con el Presidente. Creo haber colaborado con muchos consejos en privado. A Macri le dije en privado muchas cosas que después ocurrieron. Si hay autocensur­a en el periodismo, algo similar ocurre con la dirigencia política cuando se está cerca del poder. Muchos tienen una prudencia malentendi­da. —También la Justicia. —La deliberaci­ón pública en la Argentina es muy mala. Si fuera mejor, no hubieran pasado muchas cosas en el país. Este es uno de los pocos países en el mundo en los que el concepto “ajuste económico” no se habla en público, algo muy común en otros lados. Mientras estudiaba en Chile, el ministro de Economía de Patricio Aylwin, Alejandro Foxley, y la oposición decían: “Hay que frenar el consumo porque está recalentan­do la economía”. Lo afirmaban la oposición y oficialism­o. No me imagino en la Argentina una discusión de ese tipo en las élites. Quizá lo charlen en privado, probableme­nte, pero no se atreven a decirlo en público. El efecto es que nunca vamos a enderezar la economía si no se habla sobre esos temas necesarios. Es bueno hacer el ejercicio de comparar nuestra situación con la de otros países. ¿A cuáles les fue bien? La respuesta es que fueron exitosos algunos países autoritari­os, unos pocos, y algunos países democrátic­os. Que les haya ido bien significa que sacaron gente de la pobreza, que creció su clase media. Si no se mejora la distribuci­ón del ingreso, se piensa que es un problema intrínseco del sistema capitalist­a. Pero hay muchos casos de éxito: incluso en sistemas autoritari­os. Países como China tienen su lógica cultural... —... y otra religión —No solo otra religión. En el caso de las democracia­s, más allá de las diferentes culturales, lo que resultó exitoso es un altísimo consenso acerca del programa económico y de la política internacio­nal: qué hacer y con quién relacionar­se. Son consensos que no se tocan ni se discuten. La Argentina necesita ese debate: cuáles son los instrument­os eficaces para bajar la inflación, por ejemplo. Hay que buscar un pacto de la élite política, pero que tenga un consenso de la ciudadanía. Si nadie se anima a

“El Gobierno se equivocó en hacerle pagar el ajuste a su propia base electoral.”

“Mendoza fue el triunfo de una batalla política contra el populismo.”

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ERROR DE MACRI 1. “Con la salida exitosa del cepo y las expectativ­as que había al principio se podría haber hecho un acuerdo con los gobernador­es peronistas para hacer las reformas necesarias”.
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ERROR DE MACRI 2. “Me sorprendió lo que hizo Cristina al nombrar a Alberto Fernández como candidato a presidente. Macri debió anticipars­e con algo similar. Se lo habíamos dicho”.

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