El hombre que está solo y espera
Ante la ley de Franz Kafka es, sin dudas, el más corto y contundente relato sobre una de las esperas más largas de la literatura. Esa que durará hasta la muerte. La brevedad de ese texto contrasta con los magnos intentos del hombre que pasa su vida pugnando por traspasar la puerta que lo separa de la ley. Trata, sin fortuna, de convencer al guardia; suplica y se esfuerza, se deshace en ruegos y deprecaciones. Un destilado de esa filosofía, una especulación sobre el tiempo y la existencia, está en Pablo Lehmann. Frente a la síntesis y la brevedad kafkiana, la densidad trágica y el humor como iluminación y actitud del espíritu, Lehmann propone los números. Los que sirven para contar sujetos que se apilan en la masa amorfa del decurso de las horas. Los que están en el lugar del nombre y se usan para llamarnos desde una pantalla, ahora que hemos perdido nuestra humanidad. Los que nos interpelan, nos ofuscan, nos desean suerte y nos hacen perder la paciencia.
El tenso intercambio entre letras y números está en la escritura del título: E5P3R4S. Que se vuelve a encontrar en D3530: en la tipografía alterada, la palabra en lugar de la cifra, para confinar el deseo a un turno de espera.
Es la espera que deviene en tedio. Parecidos a la melancolía, tienen su componente crítico. Es expresión de una profunda insatisfacción ante una situación concreta, ante la existencia, ante el dolor del mundo. Es lo que instala al sujeto en una relación pasiva y sufriente con algo: consigo mismo, con la propia existencia, en un tiempo de duración y de espera.