La vida y las formas políticas
Autor: Gabriel Bellomo Género: novela Otras obras del autor: Formas transitorias; El informe de Egan; Mapas; Marea negra; Cita en Rabat; El médano; El silencio de las abejas; El ilusionista Editorial: Tusquets, $ 690 Hay algo ineludible que nos presenta La vida ausente, de Gabriel Bellomo, cuando progresamos en la lectura: el tema es la vida, la forma de entenderlo es explorar la realidad en su posición extrema y el relato es un mecanismo complejo y desolador que concentra sus formas de disolución. Por eso es una novela sobre la locura de la realidad, su insensatez y su forma final, que es el tiempo político de la violencia y la tortura.
Se trata de una novela sobre el despojo de la vida y sobre la vida trunca, sobre la dictadura en Argentina y el fascismo en Italia, sobre la desaparición. Y en ese movimiento presenta a un escritor de literatura política, Mauro, pero anida dos figuras y dos sistemas que la gobiernan: Cesare Pavese y la poesía; y Juan el Bautista y el desierto. La novela homologa esos territorios y hace que la poesía y el desierto sean el nombre y el linaje de su personaje, Cesare, que tiene el nombre del poeta, un padre poeta y su madre es devota del Bautista. Tiene el nombre y la sangre de la poesía, conduce en el desierto, invoca al Bautista y sus imperativos son el deber y la acción. Los cristos que van a ser torturados y asesinados, como Ettore Bennasai, se van a mover entre esos paradigmas que impactan contra la recursión incansable de la realidad en su propia insensatez.
En este texto de Bellomo rige el acontecimiento, pero se trata de una disrupción, y en todo caso es la forma en que la realidad muestra su condición extrema, que aquí tiene dos vectores: la vida trunca, que suspende todas las vidas y a la vida misma (la muerte de Bruno, el hijo de 7 años de la pareja protagonista, en un atentado que comete un partisano que recibía visitas de un ángel del Señor); y la vida arrasada (el cuerpo bajo suplicio de Ettore). Son dos formas de disolución de la vida y las dos formas son políticas.
¿Pero qué significa eso en la novela de Bellomo? En principio, que lo que piensa como acontecimiento es el suceso imposible, lo que irrumpe fuera de toda mensura, esa imposibilidad que se presenta y que como tal, por su propia naturaleza, lleva a la desolación. Es el desierto que codifica La vida ausente, porque se trata del desierto donde clama el Bautista, y esto es así porque el tiempo extraordinario que nos plantea Bellomo es el tiempo de la realidad y su devastación, y en esa devastación el sentido es un mecanismo que se fagocita a sí mismo. No es que falta, enloquece; ni siquiera se disuelve, choca y se burla de sí mismo.
La novela piensa esta forma radical del tiempo político y por eso su reflexión está en la palabra que repite, imposible: lo que está fuera de la posibilidad y de la mensura, y no se puede resolver ni revertir. La realidad es ese terreno sin compensación, ruinoso y circular, donde claman Cesare y Ettore, donde muere Bruno, donde retorna el fascismo, donde rige la desaparición en Argentina. La tortura es el núcleo en el que la vida enloquece y a eso el texto lo llama desolación. Es una novela política porque violencia y tortura son categorías expandidas a sus propios límites, y no sucede necesariamente porque las narre, sino porque las hace parte
Rige aquí el acontecimiento, pero se trata de una disrupción, y en todo caso es la forma en que la realidad muestra su condición extrema, que aquí tiene dos vectores: la vida trunca y la vida arrasada
de todo y todo al mismo tiempo. La tortura es el tiempo lógico del enloquecimiento de la realidad.
La vida ausente, desde el comienzo en Buenos Aires, en julio de 1977, nos presenta ese momento en que todo su sistema va a tributar en un núcleo: el relato de la fragilidad y el campo muerto de la vida, de su fuerza y su preservación. Todo lo que sucede, sucede allí: la vida trunca y la vida disuelta; la vida suspendida y la vida arrasada; la vida que se anuncia y la vida que se retira. Los hijos que desaparecen y la vida que persiste en el desierto de la realidad. Esa es la gran novela política que nos depara Bellomo: la devastación y la revuelta de los hijos extraordinarios y supliciados.