Entre el destino sagrado y el engaño
Autor: Juan Basterra Género: novela Otras obras del autor: Tata Dios; La cabeza de Ramírez Editorial: Bärenhaus, $ 395 La novela histórica evoca cierta fe en reconstruir las relaciones humanas. Que lo precario de las circunstancias, la ignorancia e inexperiencia de los personajes, confirman la potencia del ser que no los salva pero, al menos, si acceden a la tragedia, se inmolan con lucidez. Un fatalismo con goce, o el idealismo, se nos impone ante esto, lo real, que carece de ingenio alguno. En ese límite del relato Basterra anuncia que existe una historia de amor y, a pesar de la estructura del relato, el amor fracasa, ya en hacerse tangible, ya en presentar su pátina ideal.
Es que la peste medra sin diferenciar clase, credo o estética. La pandemia, como la guerra, no observa la unicidad de la víctima sino la efectividad en producirlas. Es norma, reproducción, exceso. En una Buenos Aires mínima, antes de ser el lado oscuro de París, antes de que lo argentino fuera razón de Estado, un grupo de hijos de inmigrantes es institución
sobre lo plebeyo (apellidos vascos, fundadores de la patria, terratenientes, ganaderos, migrantes de aventura), y sufre la epidemia de cólera originaria en la Guerra de la Triple Alianza. Esa masacre sobrevuela a todos los concurrentes: la sangre bajó con sed por los ríos.
Sarmiento, Mansilla, Wilde, Argerich son algunos de los partícipes necesarios en la puesta en escena. Luego Hernández que, en la habitación de un hotel, escribió el Martín Fierro. Todo entre cuerpos descomponiéndose, en el hedor de la muerte invadiendo el todo y sus partes. El amor de Felicitas se agota en su bondad amorosa. Es injusto, qué no lo es. En esta novela se omite el idealismo romántico y el hombre queda solo en su circunstancia brutal, en otra forma de agonía, Mendiguren como viudo insomne. Las cartas para la muerta, la imposibilidad de narcisismo, la vacuidad de los placeres.
Todo fue arrasado y la perduración es otra agonía. Se proyecta la sombra de tanta muerte para construir un mito, tan ideal como erróneo. Se trata del ser argentino, que, si existe, proviene de tales disfunciones: entre el destino sagrado y un engaño por la gloria eterna, ambos arietes carentes de asidero.