Isabel Perón bajo la mirada del director Alfredo Arias
Alejandra Radano y Carlos Casella son los protagonistas de Happyland en el San Martín, una sátira incómoda para algunos. La actriz se rapó para hacer este personaje y el actor-bailarín se luce como su presentador.
Se estrenó un nuevo espectáculo con el sello de grandes creadores: Alfredo Arias en la dirección y Gonzalo Demaría en el texto. Están de jueves a domingos en la sala Casacuberta del Teatro San Martín, con el título de Happyland y un elenco encabezado por Alejandra Radano, Carlos Casella, Marcos Montes, Josefina Scaglione, María Merlino y Adriana Pegueroles.
“El espectáculo empieza con un monólogo –anticipó Alejandra Radano– donde se subraya que ‘Desde el código romano, la sátira es un derecho’. Encarno a un personaje que puede ser o no real, aunque lleve el nombre de Isabelita. Ella fue la primera presidenta en América y así figura en el Guinness World Records.”
—Así como el nombre de Isabelita (María Estela Martínez de Perón) nos acerca a una persona real, el que interpretás (Joe Herald): ¿también lo fue?
CASELLA: Se supone que existió un presentador en el cabaret y que seguramente fue él quien hizo que ella y Perón se conocieran en Panamá. Pero toda la obra es una gran ficción. Son como sombras detrás de algunas personas.
—En “Deshonrada” habías interpretado a Fanny Navarro, otra persona real…
RADANO: Fue muy distinto, ya que Navarro había sido y estaba muerta. Happyland es una ficción, no hay que buscar realidad en esta historia. Se habla de cómo se disfraza la gente y nuestros personajes se esconden.
—¿Se podría relacionar tu personaje con Emcee, el maestro de ceremonias del Kit Kat Club, de “Cabaret”, que interpretó Joel Grey en el cine?
C: Tiene algo de inescrupuloso, aunque siento que es más cool, pero comparte lo siniestro. Todo lo que interpreto está cantado, es otro registro el que se propone. La música es original de Axel Krygier, con ritmos que van desde reguetón hasta la baguala. Son imaginarios muy diversos. La paleta de este entorno no es muy estable. Este mundo está puesto de manera muy abstracta. No se buscó reflejar la realidad. —¿Aparecen esos años 70 en la Argentina?
R: Nací en esa época y lo viví con mucho silencio. Mi papá estudiaba Sociología y recuerdo la quema de sus libros. El personaje de Isabelita es incómodo y polémico. Pero me parece que este es un espectáculo que tiene que ver casi con un grupo, un equipo que hace mucho que venimos trabajando juntos con Alfredo Arias.
C: Vi estas imágenes en los televisores en blanco y negro. Esa estética y ese clima forman parte de mi pasado. Ella todo el tiempo dice “me quieren boactriz rrar”.
—Ustedes trabajaron varias veces para el público europeo, ¿cómo es?
R: No sabría decirte exactamente. Creo que los espectadores pierden su nacionalidad cuando el espectáculo es bueno. Allí tal vez están más predispuestos. Por ejemplo hay funciones a las tres de la tarde de los domingos, y también el día de Navidad, van con paquetes a ver las obras. Aquí me parece más vivo, violento y apasionado, pero tanto los de
Argentina como los de Europa son agradecidos y considerados.
C: La primera vez que fui a París ella me dijo llevate ropa linda para después de la función porque la gente nos va a esperar para saludar… y la verdad ¡nunca hubo nadie! Trabajé mucho con el grupo de danza El Descueve y desde hace diez años estoy participando de los espectáculos de Alfredo Arias, con quien me metí en el teatro musical. Es casi una compañía, esta es mi obra número once.
—¿Siempre volvés a la danza junto a Griselda Siciliani?
C: Sí. Suelo experimentar con ella o con Alejandra (Radano). Hace muy poco hicimos una intervención para la Fundación Federico Klemm.
—¿Por qué estás ausente de la televisión?
C: Algunas veces me llamaron para participar de algo en la pantalla. Cuando se comunicaron conmigo fue para ofrecerme siempre de amigo gay. Nunca me entusiasmó, ni me motivó artísticamente. No sentí que tuviera un espacio ahí. Hasta ahora lo que me propusieron no me interesó. Tal vez sea porque no es un medio que manejo. Hoy trabajar ahí no resuelve nada.
—¿Cómo los encuentran estos momentos económicos?
R: Por suerte el Teatro San Martín tiene precios muy accesibles, y esto lo vivo como una gloria. Hoy todos los valores son una locura… entradas a mil pesos, esto transforma a la actividad teatral en algo sectario. Aquí tendremos todo, vestuario, escenografía… sin traicionar la idea original. Alfredo (Arias) siempre trabaja con la realidad que nos envuelve y se adapta a los costos.
C: Nosotros trabajamos por lo general en producciones propias, si no nos convocan desde un teatro oficial todo es mucho más complicado. ¿Cómo llevás a la gente para que vea una propuesta de $ 500? No es nada, pero al mismo tiempo es mucho dinero para muchos. Aquí asumimos un riesgo artístico, pero estamos amparados.