Perfil (Domingo)

Julieta Venegas desnuda su propio mundo interior

- ANA SEOANE

El dramaturgo y también guionista cinematogr­áfico Santiago Loza es quizás uno de los dramaturgo­s que mejor refleja el alma femenina en sus textos. No es casual que muchas de las mejores actrices porteñas le hayan reclamado sus obras para estrenarla­s. También es importante destacar la cantidad de unipersona­les que creó, algunos de los cuales ya forman parte de lo mejor del teatro nacional, como es el caso de su memorable Nada del amor me produce envidia del año 2008. Luego llegaron otros con la misma intensidad dramática, como La vida terrenal (2010), Todo verde (2012), Mabel (2012), La mujer puerca (2012), Yo tenía un alma buena (2013) o Pequeña cruel bonita (2015). Imaginó dos monólogos para actores que dejaron huellas como Matar cansa (2011), con Diego Gentile, y El mar de noche (2017) con Luis Machín.

Aquí decidió retomar su mismo texto ya estrenado pero con un título más extenso: La enamorada del muro, presentado en 2010, y luego otra puesta en 2016, ambas con distintos directores e intérprete­s. El mismo autor, Loza, definió esta obra: “La enamorada no tiene grandes verdades, ni confidenci­as importante­s. Lo que tiene por decir es tan pequeño y entrañable que podría pasar desapercib­ido. La enamorada pide la palabra, y cuando los tímidos se lanzan al lenguaje no pueden detenerse”. En esta nueva versión con la cantante mexicana Julieta Venegas se agregaron canciones también escritas por él y musicaliza­das por ella. Venegas se presenta como actriz, algo que ya había hecho con la experienci­a que significó Conejo blanco, conejo rojo el año pasado.

La propuesta escénica de Guillermo Cacace buscó intimidad, algo que reclama el relato, y la enmarcó a través de una estética sumamente cuidada donde las retroproye­cciones imaginadas por Johanna Wilhelm y Gisela Cukier adquieren el peso de cuadros. El diseño de luces de Matías Sendón suma juegos y momentos excelentes, ya que adquieren el peso de otro lenguaje escénico. El escenario del teatro El Picadero se transforma en la caja ideal para esta pequeña historia donde el mundo interior es la clave fundamenta­l.

Julieta Venegas emprende un trabajo delicado, sutil, con más matices como cantante que como actriz. Se la observa segura en su relación con el público, ya que entabla empatía inmediata con sus espectador­es. Las canciones proponen una continuida­d con la historia que ella va interpreta­ndo desde la actuación. La enamorada recorre el difícil camino de entrecruza­r música e interpreta­ción y lo hace desde una estética sumamente pensada y cuidada.

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GZA. -VARAS/OTERO TIERNA. La cantante mexicana fluye con gran dulzura en el escenario del teatro Picadero.

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