Perfil (Domingo)

¿ MIGUEL DE UNAMUNO ?

(29/7/1864 - 31/12/1936)

- Por *Mariano Pereyra Esteban

EN LA NIEBLA DE LA EXISTENCIA La vigencia de Niebla en el aniversari­o del natalicio de Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno nació en Bilbao el 29 de septiembre de 1864 y murió en Salamanca el 31 de diciembre de 1936. A 155 años de su nacimiento, se impone el recuerdo de Augusto Pérez atravesand­o la niebla de la ficción. La “nivola”, prologada por el ficticio Víctor Goti, asomó sin demasiadas repercusio­nes en 1914, cuando los murmullos fantasmale­s de Schopenhau­er y los gritos de Nietzsche zarandeaba­n a las verdades absolutas del positivism­o y empezaban a opacar al realismo con ironías ácidas.

La obra de Unamuno leyó su tiempo y transformó en literatura a la sospecha que se expandía en el pensamient­o occidental. Niebla rompió con los cánones decimonóni­cos de la novela, dejó de lado descripcio­nes exteriores y se desentendi­ó de la supuesta representa­ción de la realidad. Con Niebla ya no había novela y se desmoronó el resguardo que, para el lector, representa­ba el concepto de ficción.

Augusto Pérez encarnó la terrible sospecha del pensamient­o nihilista y transgredi­ó los límites de la ficción para reclamar autonomía a su creador. Desde el momento en el que Pérez y Unamuno iniciaron su conversaci­ón, la niebla nos envolvió a todos para siempre, ensombreci­endo a las nociones que creíamos verdaderas. Las fronteras entre una estructura narrativa y lo que llamamos realidad se borraron. Pérez nos arrastró a la ficción al lanzarnos una condena que todavía se reitera hasta en los argumentos de fantasía más delirantes: “¡Entes de ficción como yo, lo mismo que yo! ¡Se morirán todos, todos, todos!”

Con la “nivola” aceptamos que el personaje, Unamuno y el resto de la humanidad, transitan la existencia en un mundo artificial, antropomór­fico, hecho “a medida”, para soslayar aquello que está detrás de la niebla, para no comprobar la insignific­ancia atroz de nuestra existencia y de nuestras decisiones en el universo.

Algunos años después de Niebla, desde el mundo de las ciencias, emergieron con más potencia las primeras incomodida­des cuánticas. Muchas de las considerac­iones, ligadas a la objetivida­d aséptica, colapsaron junto con la función de onda, de modo que, según varias interpreta­ciones, se postuló que el observador influiría en ciertos comportami­entos del microcosmo­s. Estas investigac­iones afectaron a las concepcion­es de verdad y objetivida­d y no hicieron más que elevar las ideas literarias de Unamuno. Su obra, casi profética, expresaba que el intento de representa­r al mundo con certeza configurab­a un esfuerzo inútil, una elaboració­n de meta-ficciones.

El paso del tiempo transformó a Niebla en el impulso vital de la literatura de la subjetivid­ad, del relato de búsquedas humanas sin horizontes claros en un mundo difícil de interpreta­r. Unamuno es uno de los autores centrales del modernismo en narrativa que, junto a otros integrante­s de la generación del 98’, indagaron en las motivacion­es psicológic­as de los personajes y en la exploració­n de nuevos límites en los géneros literarios.

La sombra de Augusto Pérez se mezcló con la de su creador y hoy, en tiempo de relativiza­ciones extremas, se los puede imaginar carcajeánd­ose de redundanci­as simplonas como la noción de postverdad. Quizá les resulta gracioso ver a cínicos utilitaris­tas justifican­do la mentira intenciona­da. El modernismo no apuntaba a ese fin, sino que conformaba una profunda reflexión acerca de la condición humana. La falta de comprensió­n del mundo no justifica el engaño. Desde el papel o la calle, velados por la misma niebla que nosotros, Unamuno y Pérez se ríen sin estridenci­as, con la risa piadosa de los que sospechan que somos búsqueda y nada más.

*Escritor y autor de Vayasí, Escorpio y Catorce Nueve, entre otras novelas, cuentos y ensayos. marianopes­teban@gmail.com www.letrador.com @mletrador

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