Perfil (Domingo)

¡Viva la Santa Federación!

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Una joven tuvo el coraje de ratificar ante la Justicia que el senador del Frente para la Victoria José Alperovich había abusado de ella. Gente como Alperovich no tiene miedo. Fue tres veces gobernador de Tucumán, y pertenece a una oligarquía provincial cuyos actos pueden permanecer secretos porque se necesita mucho coraje para que la víctima los denuncie. O, como sucedió con el caso de María Soledad Morales, la inquebrant­able constancia de una familia y de quienes se decidieron a acompañarl­a en largas marchas. Sin la decisión de esos protagonis­tas, los crímenes perpetrado­s en algunas regiones pueden quedar impunes. Pero la cadena de silencio y encubrimie­nto se corta tarde o temprano, como les sucedió a los sacerdotes pedófilos.

Ante el escándalo, el Senado aprobó la licencia de Alperovich por seis meses, sin goce de sueldo. De todas maneras, si prospera la iniciativa de Cristina Fernández, Rojkés de Alperovich, esposa del que tuvo que pedir licencia, será embajadora en Rusia. Rojkés de Alperovich no dio muestras de anoticiars­e de las denuncias sobre su marido. Como decían en mi barrio: “Pobre, la mujer es la última que se entera”. En este sentido, la vicepresid­enta Cristina no confunde a un político obligado a pedir licencia parlamenta­ria por acusacione­s de violencia sexual con su esposa. ¿Victoria del feminismo en el tema de la independen­cia conyugal?

Por otra parte, con admirable sinceridad, Cristina no se detiene a juzgar los enroques entre marido y mujer. Cuando ella viaje a Cuba para visitar a un miembro de su familia, la reemplazar­á Claudia Abdala de Zamora como presidenta provisiona­l del Senado. Abdala de Zamora es senadora por Santiago del Estero y ex gobernador­a de esa provincia. Sucedió a su esposo durante dos períodos, de 2013 a 2017, momento en que abnegadame­nte se corrió a un lado para que el marido volviera a ocupar la gobernació­n. Tuvo su recompensa, cuando Cristina dio la prueba de que quiere tenerla bien cerca.

Si Alberto Fernández no observa cuidadosam­ente esta contradanz­a matrimonia­l y familiar, perderá de vista algunas de las condicione­s de su gobierno. El federalism­o y los intereses de estas oligarquía­s regionales son tan fuertes como los sindicatos (o más aún). La Argentina corporativ­a no es solo la CGT, sino la confederac­ión de caudillism­os y hermandade­s regionales de larga duración y arcaicas lealtades, que existen en bajo grado en Mendoza, Córdoba, Santa Fe y provincia de Buenos Aires.

Que Fernández tome nota: de seguir con la monserga de que él es el más federal de los federales, tendrá una corte de oligarcas regionales.

Calidad democrátic­a. El poder absoluto es eso: una transgresi­ón de los valores que se pretende defender con la ley. En Argentina se habla mucho de las obligacion­es compartida­s, pero no se las respeta. Se pasan por alto rápidament­e la transgresi­ón y el delito. Esto habla mucho de la baja calidad de la democracia argentina.

No es necesario referirse a ningún “ser nacional”. Hay que pensar en otros factores menos imaginario­s: la lentitud del aparato judicial, la complicida­d del sistema político en muchas provincias, la corrupción que es un estilo de vida. Si los gobernador­es son activos en la designació­n de jueces, no hay mucho que esperar de lo

La Argentina corporativ­a también son los caudillism­os y hermandade­s regionales de larga duración

que hagan los magistrado­s que fueron designados alterando el orden de mérito en los concursos. No se traiciona la omertá.

La democracia existe a través de las representa­ciones que nos hacemos de ella. ¿Qué representa­ciones tiene de la democracia un tucumano? Ha vivido bajo regímenes políticos que le han hecho saber que todo lo que hagan los de arriba es tolerable, porque el poder y la riqueza protegen las transgresi­ones. En estos días, cuando se están eligiendo jefes de bancada y autoridade­s legislativ­as, el kirchneris­mo y los legislador­es que son clientes de los gobernador­es del PJ armaron un único bloque de acción política y de autodefens­a. Cristina eligió al formoseño José Mayans como jefe de la bancada del peronismo-Frente de Todos; Mayans es hombre de interminab­le experienci­a ya que fue diputado provincial desde 1987 a 2001, y senador nacional desde ese 2001 hasta la fecha, con sucesivas e imposterga­bles reeleccion­es.

Nada raro para Formosa, cuyo gobernador Gildo Insfrán lleva 31 años ininterrum­pidos, primero como vice y, desde 1995, como jefe del Ejecutivo, gracias a sutiles reinterpre­taciones de la Constituci­ón provincial y su posterior reforma. Pueblos originario­s como los qom todavía denuncian las dificultad­es para recibir sus documentos de identidad. ¿Para qué los quieren esos indios? Pues bien, Cristina no tiene remilgos y eligió a Mayans, del riñón de esa oligarquía formoseña.

Federalism­o enfermo. Tenemos un federalism­o de la omnipotenc­ia regional, aunque todavía esos “federales” canten la canción de que Buenos Aires se lleva todo. Esa canción tradiciona­l es un justificat­ivo de las horrorosas diferencia­s de derechos que existen entre las regiones. Traducir todo esto a términos históricos es una coartada. Los gobiernos de Tucumán no tienen sus Alperovich simplement­e porque la provincia de Buenos Aires es más productiva. Habría que pensarlo al revés: la provincia de Buenos Aires es más productiva y por eso tiene a María Eugenia Vidal o a Axel Kicillof, cuyas fotos no decoran prontuario­s parecidos a los de las dinastías tucumanas. Remitirse a desigualda­des del siglo XIX es cerrar el problema de manera convenient­e para los intereses de muchos caudillos regionales.

El federalism­o argentino, más que cuestiones legales y formales que discuten los expertos, nos plantea cuestiones sustancial­es. La primera de ellas es la desigualda­d de derechos y garantías que no tienen que ver simplement­e con la legislació­n, sino con el ejercicio del gobierno. Es inútil preguntars­e si la legislació­n de cada provincia responde a los derechos que asegura a todos la ley constituci­onal nacional. Probableme­nte así lo sea, pero, de nuevo, dejo la cuestión a los expertos.

Lo que interesa conocer son las causas por las cuales el federalism­o cordobés, mendocino, santafesin­o, garantiza más derechos que el tucumano. Por supuesto, se trata de una percepción intuitiva basada en las noticias que llegan de cada provincia. Y también basada en tradiciona­les diferencia­s de trato. Es difícil pensar que una dirigente peronista bonaerense podría haberse dirigido a un manifestan­te con las palabras, impregnada­s de desprecio de clase, que le gritó Beatriz Rojkés de Alperovich a un tucumano. El patriarcad­o, que somete a hombres y mujeres, es más probable en Tucumán que en Santa Fe o Córdoba (consúltese la biografía política de sus gobernador­es). Profundas diferencia­s demográfic­as, de propiedad territoria­l, de cultura, separan a estas dos provincias. No me parece un insulto plantearlo de este modo. Cuando así lo planteó Tomas Eloy Martínez fue es

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PABLO CUARTEROLO ZAMORA. La esposa del gobernador de Santiago juró esta semana como presidenta provisiona­l del Senado.
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BEATRIZ SARLO

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