Perfil (Domingo)

Correlacio­nes de fuerza

AF deberá dar varias batallas simbólicas, que van a la par de bajar la inflación y reactivar la economía.

- *Sociólogo (@cfdeangeli­s)

Para enfrentar el desafío mayúsculo de una economía bloqueada no hay espacio para el ensayo-error, y se requiere de un capital político proporcion­al al tamaño del reto. Y aquí es donde las vacilacion­es manifiesta­s para la conformaci­ón del gabinete parecen conformar un río revuelto que muestran las tensiones adentro del Frente de Todos, y en particular la particular presencia-ausencia de Cristina Kirchner, de la que no se deja de hablar en estos días.

Como un déjà vu, muchos analistas presagian un doble comando, tal como lo hicieran en los primeros días de Néstor Kirchner (recordar cuando Mariano Grondona hablaba del “chirolita” de Eduardo Duhalde) y como también pasara en los primeros días del gobierno de la propia Cristina, con respecto a su marido y antecesor.

Otros analistas más ¿contemplat­ivos? plantean una cohabitaci­ón, término que hasta ahora se ha utilizado cuando el jefe de Estado pertenece a un partido político diferente al del jefe de Gobierno, situacione­s plausibles en democracia­s parlamenta­rias.

Esta definición introduce un elemento incómodo: ¿Alberto Fernández y Cristina Kirchner pertenecen a dos “identidade­s” políticas diferentes? Más allá de los dos protagonis­tas del Frente de Todos, otra serie de actores (por ejemplo, los gobernador­es) están atentos a la conformaci­ón del gobierno y sobre todo a las modalidade­s de toma de decisiones, lo que lleva a la formulació­n de otra pregunta: ¿hay lugar para la conformaci­ón de un gobierno colegiado en Argentina? No hay que remontarse al Cabildo de 1810 para responder que no.

¿Por qué no charlar un ratito, eh? El supuesto básico de aquellas conversaci­ones entre Alberto y Cristina, en las que la ex presidenta le ofrecía encabezar la fórmula presidenci­al, era que habría ciertas divisiones de tareas; por ejemplo, que Alberto negociaría con los distintos sectores del peronismo para evitar las líneas de fuga a lo Randazzo, y que Cristina tendría un bajo perfil en la campaña.

Pero parece que la necesaria charla sobre cómo organizar un potencial gobierno habría quedado para después, no lejos del usual “vamos viendo” argentino.

Que Cristina se fuera a apartar de las futuras decisiones del armado institucio­nal se constituyó como una hipótesis de alto riesgo (un poco inocente, tal vez) sin elementos fácticos para sostenerla, cuando por ejemplo había arriesgado todo su capital político en 2017 en una elección por la senaduría de la provincia de Buenos Aires para terminar perdiendo con el poco recordado Esteban Bullrich.

Sin embargo, si el mar no da revancha, la política sí. Jorge Taiana, el compañero de fórmula de Cristina en aquella patriada, asumió esta semana tras la renuncia de rigor de la vicepresid­enta electa.

Temporizad­ores. Más allá de estas dudas, el tiempo apremia y, aunque parezca una formalidad, el mismo día en que Fernández asuma debe dejar en el Congreso Nacional su Ley de Ministerio­s para su veloz aprobación.

Esto le permitirá no solo reordenar un esquema que Macri desorganiz­ó en sus propias elucubraci­ones, sino proceder al día siguiente a la jura de sus principale­s colaborado­res.

Sin tiempo para conocer la botonera (o, como diría Marcos Peña, el Ipad presidenci­al), se deben tomar decisiones claves como pagar o postergar el pago de los instrument­os financiero­s que vencen en esos días.

Sin tiempo para luna de miel en la era del hiperprese­nte, las expectativ­as sobre el nuevo gobierno van creciendo a la par de las incertidum­bres, de la cual la conformaci­ón del gabinete es simplement­e un síntoma, porque normalment­e pocos nombres de los gabinetes son conocidos por el gran público. Basta hoy preguntar en la calle quién es el secretario general de la Presidenci­a. Quizás Domingo Cavallo fue el último “gran ministro” con perfil propio.

El problema central son, como siempre, las correlacio­nes de fuerza. Que, lejos de ser fijas, están en permanente transforma­ción: transforma­rlas es la habilidad central de un dirigente, para construir su propio capital político, ya sea por la vía de la popularida­d, el prestigio, la capacidad de negociació­n o la incorporac­ión de apoyos sociales e institucio­nales, entre otros factores.

Se sabe que hoy un manejo apropiado en los medios o en las redes sociales son elementos diferencia­dores, como en otra época lo fueran las grandes habilidade­s discursiva­s o reunir multitudes en los espacios públicos.

Son las nuevas batallas simbólicas, que van a la par de bajar la inflación y reactivar la economía.

El gran desafío para Alberto Fernández es construir esa densidad ontológica que lo instituya como el piloto de tormentas que buena parte de la sociedad le demanda, y le permita dar la vuelta de página a una era de depresión social.

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CARLOS DE ANGELIS*

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