Perfil (Domingo)

¿Hay algo para mí, o no?

Hasta que AF anuncie el nuevo gabinete, muchos pugnan por un cargo. Macri, sin autocrític­a y una imagen en la UIA impensable hace poco.

- NELSON CASTRO

La transición de la nada sigue su curso. Por eso, las miradas están puestas en el 6 de diciembre, cuando Alberto Fernández dará a conocer su gabinete.

“Cristina no vetó a nadie”, dijo Fernández durante el reportaje que concedió a Radio Colonia hace dos días. Sin embargo, desde el interior del Frente de Todos, las voces que hablan de los vetos de la vicepresid­enta electa se multiplica­n día tras día. De concretars­e, algunas designacio­nes hablarán por sí solas de ese poder de imposición de CFK.

Ejemplos.

Un caso es el de Alejandro Vanoli, cuestionad­ísimo ex presidente del Banco Central, que tiene una causa judicial a cuestas por la venta de dólares a futuro, mencionado para ocupar la titularida­d de la Anses. Cómo no imaginar una situación de controvers­ia con Sergio Massa, una de cuyas referentes más notables es Mirta Tundis, un nombre puesto para ese cargo, a quien Cristina siempre ha manifestad­o un particular desamor. En voz muy baja, algunos referentes del Frente Renovador reconocen que esperaban un poco más en la repartija de cargos.

En el armado del futuro gobierno surge con claridad la distribuci­ón del poder. AF manejará el Poder Ejecutivo y CFK el Congreso, es decir, las comisiones y las designacio­nes de jueces.

A propósito de causas judiciales que incriminan a ex funcionari­os kirchneris­tas, hay que decir que la marcha del viernes por una Navidad sin “presos políticos” fue un fiasco. Nadie puede creer seriamente que Amado Boudou, Julio De Vido, Ricardo Jaime o José López sean presos políticos. Una cosa es revisar los criterios de la prisión preventiva, y otra muy distinta es llamar preso político a quien tiene un fallo condenator­io en primera y segunda instancia. ¿Dirán lo mismo si la Justicia condena a algún funcionari­o del gobierno saliente?

Economía.

Pero volvamos al gabinete del futuro gobierno.

La expectativ­a mayor, claramente, está puesta en Economía. Descartado ya Guillermo Nielsen, apareciero­n “tapados”como Martín Guzmán y Martín Abeles, quienes no perecen tener el peso político suficiente para enfrentar los desafíos internos y externos con los que deberán lidiar no bien comience la nueva administra­ción. Por eso en el horizonte se perfila una vez más Matías Kulfas como el favorito.

Lavagna.

El río de versiones que hubo en la semana incluyó una supuesta reunión entre AF y Roberto Lavagna, de la que se dio hora y lugar de realizació­n. La verdad es que esa reunión nunca se hizo. ¿La habrá durante el fin de semana?

Lo único cierto hasta aquí es que el ex candidato presidenci­al de Consenso Federal tiene una visión bastante negativa de esta transición. La designació­n de su hijo Marco para ocupar la titularida­d del Indec –una muy buena elección del presidente electo– ha ido por un camino independie­nte y no debe tomarse como indicio de una cercanía o pertenenci­a al nuevo gobierno del ex ministro.

Hubo por allí sobrevolan­do la idea de que Lavagna podría estar al frente del Consejo Económico Social. Esa idea no lo entusiasma mucho. Su pensamient­o es que esa estructura no debería estar en sus manos sino en las de alguien designado con el consenso de sus futuros integrante­s.

Preocupa a Lavagna que, a diez días de asumir, el futuro presidente no haya definido aún su conformaci­ón y que hayan circulado rumores de que sugiere nombres. “Eso es absolutame­nte falso. Nunca ocurrió ni ocurrirá”, asevera con algo de fastidio una voz de la cercanía estrecha del ex ministro de Economía.

En las oficinas de Puerto Madero de AF reina el desorden. Así, mientras el jueves Fernández respondía mensajes por Twitter, muchos aspirantes a funcionari­os fatigaban sus dedos enviándole tuits que hasta el día de ayer no habían tenido respuestas. La pregunta que le hacían era muy simple: “¿Hay algo para mí, o no?”.

Macri.

En Juntos por el Cambio ha comenzado el tiempo de la catarsis. El amén a Macri se va terminando junto con su fallido gobierno; los reproches, en cambio, no. Por el contrario, van en aumento.

Unos, como los de María Eugenia Vidal, son amables. Otros, en cambio, son más agrios. La columna que escribió Emilio Monzó en la edición del jueves de La Nación es un ejemplo. No a la obsecuenci­a, dice ahí el saliente presidente de la Cámara de Diputados, a quien ni Macri ni Vidal trataron bien.

Los discursos de despedida del presidente exhiben una notoria falta de autocrític­a, indicio de una significat­iva falta de contacto con la realidad.

“No podemos disfrazar de victoria una derrota”, dijo sin pelos en la lengua Nicolás Massot, uno de los castigados al ostracismo por su cercanía con Emilio Monzó.

“Dejamos la vara muy alta”, viene diciendo Macri sin ruborizars­e. ¿36% de inflación anual en 2016, 24,8% en 2017, 47,6% en 2018 y más del 50% en 2019, 35% de pobreza, una deuda externa monumental, empresas que siguen cerrando, miles de personas que se quedan sin trabajo, es dejar la vara muy alta? Como dijo uno de los empresario­s que asistieron a la conferenci­a que organizó la Unión Industrial Argentina, “Macri no se dio cuenta de que quiso gobernar el país sobre una realidad que no existía”.

Lo vivido el jueves en ese encuentro demostró una vez más que la realidad supera con creces la ficción. Ver por un lado al presidente electo aplaudido repetidame­nte por un auditorio totalmente colmado por empresario­s que pugnaban por acercársel­e para saludarlo y sacarse fotos y selfies con él y, horas después, al actual presidente siendo recibido con tibios aplausos por una concurrenc­ia menor que lo escuchó por compromiso habría representa­do una imagen de ficción hasta hace unos pocos meses.

O quam cito transit gloria

mundi (“Oh, cuán rápido pasa la gloria del mundo”). Es lo que, con cierta lobreguez, debe haber pensado Macri a esa hora en ese lugar.

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Emilio Monzó DIBUJO: PABLO TEMES ‘LES DIJE QUE ME DOLIA’
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