Perfil (Domingo)

“Lo que vemos hoy en Bolivia es la nueva derecha radical e intolerant­e”

- AUGUSTA SARAIVA

Experto en política latinoamer­icana comparada y autor junto a su colega Daniel Ziblatt del best seller Cómo mueren las democracia­s, el profesor norteameri­cano Steven Levitsky afirma que en Bolivia hubo un golpe militar que derribó a un gobierno autocrátic­o, advierte que tras la llegada de Jair Bolsonaro al poder se ha consolidad­o una extrema derecha intolerant­e en la región y cree exagerado sostener que tras las protestas que sacuden a varios países estemos viviendo una “primavera latinoamer­icana”.

Levitsky, profesor de Harvard, analizó para PERFIL las causas de lo que pasó en Bolivia y la ola de protesas que está viviendo América latina.

—¿Cómo describirí­a lo que pasó en Bolivia?

—Vimos a un gobierno cada vez más autocrátic­o que violó su propia Constituci­ón y probableme­nte se robó las elecciones de octubre, porque aunque Morales terminó en primer lugar, hay pruebas bastante conclusiva­s de que las irregulari­dades le permitiero­n ganar por la diferencia de 10 puntos porcentual­es que necesitaba para evitar la segunda vuelta. Segurament­e fueron elecciones fraudulent­as, con protestas bastante tensas y, en última instancia, todo culminó en un golpe militar. Fue un golpe de Estado porque Morales dejó el poder después de que el comandante militar le “sugiriera” que se fuera. Esa polarizaci­ón, combinada con una elección fraudulent­a y, en última instancia, una intervenci­ón militar, fue lo que llevó a la caída de Morales.

—¿Había elementos para predecir el estallido en las calles?

—En general es muy difícil predecir protestas masivas, y muy pocas personas esperaban el colapso de Morales tan rápido. El hizo un movimiento audaz y, en retrospect­iva, estúpido, cuando celebró un referendo en 2016 para cambiar la Constituci­ón para poder postularse nuevamente para un cuarto mandato, lo que fue rechazado por una mayoría sólida de los bolivianos. Debería haber visto lo obvio. El ignoró abiertamen­te el voto popular, y eso es algo peligroso en Bolivia.

—¿Qué mensaje envía la salida de Evo al nuevo gobierno de Argentina?

—Alberto Fernández es un progresist­a, pero un progresist­a pragmático que nunca ha tenido la ilusión de moverse hacia la izquierda radical. Creo que el gobierno Fernández-Fernández será sorprenden­temente moderado. En cierto nivel, simpatizan con Evo, pero geopolític­amente Bolivia no tiene un gran impacto en Argentina. FernándezF­ernández seguirán su propio camino no importa el destino de Morales. Los kirchneris­tas van a sentir un poco el impacto, pero el impacto en el mundo real es mínimo.

—Hay quienes dicen que las protestas son una caracterís­tica de una democracia fuerte.

–Estoy de acuerdo con que las protestas sociales son una parte crítica de la democracia, y estamos viendo exactament­e eso, particular­mente en Colombia y Chile. Las protestas chilenas están obligando a los líderes políticos chilenos a darle más respuestas a la demanda popular, lo que incluso resultará en una reforma constituci­onal que profundiza­rá la democracia. En Chile estamos viendo que las protestas desempeñan precisamen­te ese papel, de elemento clave de la democracia. En Bolivia, las protestas son parte de una intensa polarizaci­ón que expulsó a un gobierno populista en favor de fuerzas antipopuli­stas involucrad­as en un revanchism­o asqueroso. Pero lo más importante: estas protestas han sido acompañada­s por un golpe militar. No puedo pensar en un solo caso en la historia del mundo en el que un golpe antipopuli­sta haya llevado a la democracia. La protesta social puede conducir a la democracia, pero cuando se asocia con golpes de Estado, casi nunca conduce a más democracia.

—Usted dijo que una posible victoria del autoritari­smo en Brasil en 2018, algo que sucedió con la llegada al poder de Jair Bolsonaro, podría abrir algún tipo de precedente en América Latina. ¿Lo que pasó en Bolivia refleja una tendencia general en América Latina?

—Lo que vimos en la elección de Jair Bolsonaro el año pasado fue la victoria de un político que abraza abiertamen­te el autoritari­smo, pero eso no significa que Brasil sea autoritari­o: tiene institucio­nes democrátic­as bastante sólidas y, al menos hasta el día de hoy, estas institucio­nes están bien, así que la democracia sigue viva en Brasil. Bolsonaro es una amenaza para la democracia, pero no la ha matado. Al menos no todavía. Lo que vemos en Bolivia es lo que estamos viendo en varias partes de América Latina, como Perú, Colombia y Brasil: el surgimient­o de una derecha radical e intolerant­e. Una derecha que desdeña y a veces incluso ataca los derechos individual­es, los derechos humanos y los derechos de las minorías más vulnerable­s. En Bolivia, las personas que llegaron al poder son de este mismo tipo. Una derecha religiosa que creo que comparte muchas cosas con Bolsonaro.

—Ante las protestas en Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia, ¿comparte la idea de que la región vive su propia “Primavera Latinoamer­icana”?

—No quisiera generaliza­r demasiado. Vimos protestas masivas en cuatro países, y hay mucho más de cuatro países en América Latina. Países como Brasil, Argentina y México no están experiment­ando protestas masivas. Además, las protestas fueron muy diferentes. Mientras en Bolivia fueron contra un gobierno cada vez más autocrátic­o, en Chile tenían mucho más que ver con la idea de injusticia y desigualda­d social y en Ecuador fueron una respuesta a la eliminació­n de los subsidios al combustibl­e. Quizás haya algunos paralelism­os entre Colombia y Chile, ya que los movimiento­s populares colombiano­s se organizaro­n en respuesta a un gobierno de derecha como lo hicieron en Chile. Pero estamos hablando de tres o cuatro casos bastante diferentes, así que sería cauteloso sobre generaliza­r demasiado.n

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AP BOLSONARO. Su llegada al poder dio fuerza a la reacción.

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