Perfil (Domingo)

Una sombra ya pronto serás

- BERNARDA LLORENTE*

Tediosa, interminab­le. La impronta que el calendario electoral imprimió de agosto a diciembre ralentizó euforias y aplacó impacienci­as. Fue un tiempo político en suspenso, un impasse vital en el que la etapa por venir apenas asomó en una transición que discurrió entre cornisas.

La “prudencia” ha sido una virtud ejercitada –básicament­e– por el próximo gobierno. Alberto Fernández sabe que no habrá tiempo de “aprendizaj­es”, de “disculpas”, ni lunas de miel, ensayos, tolerancia. Con un gabinete al que aún le faltan casilleros y con una comunicaci­ón de políticas dadas a conocer en trazo grueso, los grandes medios ensayan la “oposición desde la suposición”, a falta de hechos.

Los poderes históricos que representa­n la Argentina para “pocos” que requiere del sacrificio de “muchos” se muestra abroquelad­a nuevamente. Teme a la masiva expresión de ciudadanía que el próximo 10 replicará esperanza. Las ansias de esa mayoría que eligió encender las urnas y pacificar las calles, que se ve golpeada individual­mente pero fortalecid­a en sus identidade­s colectivas, parece intolerant­e a nuevas decepcione­s. Es consciente de que las urgencias se imponen, de que la herencia obligará a verdaderos malabares, de que el éxito del gobierno de Alberto depende de acuerdos y consensos, de que no espera “milagros” celestiale­s sino señales terrenales de un proyecto de país productivo, inclusivo, distinto.

Pese al desastre visible y palpable que subsumió a la amplia mayoría, Macri ha tratado de aprovechar su limbo transicion­al para tratar de reescribir su “historia”. No se trataría de errores sino de incomprens­iones. Como todo “adelantado” a su época, su legado no es en presente sino en futuro. Las semillas del “éxito” están sembradas, su crecimient­o depende de la capacidad o torpeza del próximo presidente argentino. El discurso, esquelétic­o en lo conceptual y rayano al infantilis­mo, es parte de un accionar que, a días de irse, relanzó su campaña. Con la inconsiste­ncia y liviandad con las que siempre asumió su investidur­a, Mauricio gasta sus días entre visitas a Lanata o cenas de despedida en Olivos con una farándula que le hace más ameno el trance.

Hace tiempo que dejó de ocuparse de una gestión en la que debió ser presidente y ejerció como accionista. Su preocupaci­ón es poner a resguardo negocios e intereses de familiares, socios, amigos, militantes. Junto a Marcos Peña, firman afiebradam­ente decretos, intentando perpetuars­e a través de funcionari­os de rango. Es la “grasa militante” de elite que despreciab­a la función pública en el discurso mientras exprimía sus arcas.

Hoy Macri parece dedicado a reinventar­se, a tratar de modificar el relato del relato. El gobierno al que desalojaro­n las urnas y le reclama la calle es irresponsa­ble en la acción y negador de sus implicanci­as.

En estos días de incertidum­bre parece haber recompuest­o con parte de un poder tentado a abandonarl­o. Si todo indicaba que saldría a hurtadilla­s de su propio país, en el que suele ejercer de “turista”, hoy parece moverse a sus “anchas”. Probableme­nte crea –a fuerza de repetirlo– que lo peor ya pasó y que en la despedida se hayan limado asperezas con un círculo rojo que lo sigue necesitand­o. Poco importa cuánto los haya decepciona­do. La experienci­a de una América Latina en llamas por una puja redistribu­tiva que cuestiona los altos niveles de concentrac­ión y la escasa voluntad en el reparto ha elevado sus acciones. Seguir cuestionán­dolo no es recomendab­le en momentos en que no solo se cuestiona a gobernante­s, sino fundamenta­lmente un modelo neoliberal que ha puesto a la región en jaque.

El “vamos a volver” se canta con poca convicción puertas adentro. Cambiemos como coalición y el PRO como su fuerza núcleo enfrentará­n facturas, rencores, heridos, disputas palaciegas sin el glamour de “palacio”. También ex funcionari­os desfilando por un Comodoro Py menos complacien­te. ¿Cómo reaccionar­á esta coalición motivada menos por el amor que por la codicia? Así son las derrotas. El 10 de diciembre el binomio Fernández empezará a escribir una nueva historia. La esperanza se palpa en las calles.

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