Perfil (Domingo)

Civiles y militares: la indispensa­ble legitimida­d de los comandante­s en jefe

Los recientes acontecimi­entos que sacudieron a la región con protagonis­mo de las Fuerzas Armadas muestran que para el control de los unifomados hace falta un sistema político de autoridad reconocida.

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Existe siempre cierta tensión entre las diversas burocracia­s que conforman un Estado moderno. Las diferencia­s se encuentran en la forma en que se canaliza, los motivos de las fricciones y la capacidad del liderazgo para maniobrar en ellas, ya sean democracia­s u otro tipo de régimen. Ejemplo: previo a la invasión norteameri­cana de Irak, Donald Rumsfeld tuvo que remover a parte de la cúpula militar por la resistenci­a que oponían a realizar la operación Libertad a Irak en los términos que el Departamen­to de Defensa deseaba, llegando a deslizar críticas en la prensa sobre la racionalid­ad de la guerra.

Ganar corazones. Rosa Brooks, en su libro How Everything Became War and The Military Became Everything, nos muestra una nueva fuente de tensión civil-militar. El siglo XXI encuentra a las fuerzas armadas realizando tareas en espacios donde la línea divisoria entre guerra y paz se desdibuja, con consecuenc­ias para la cultura institucio­nal de dichas fuerzas. Dar asistencia humanitari­a a una localidad no es lo mismo que tomar una colina, e implica habilidade­s técnicas y sociales diferentes. “Ganar corazones y mentes” supone demasiadas tareas para los comandante­s y sus hombres.

Como actor político dependient­e, la incidencia de las FF.AA. se mide en grados. En ciertos países su influencia es más visible, mientras que en otros está diluida. Esa influencia puede usarse para adquirir un nuevo sistema de armas, definir una base, y aunque no sean sus competenci­as, eventualme­nte cuestionar o avalar un determinad­o liderazgo o sistema político.

Además, son parte del cálculo político de otros y forman parte de la dinámica y el entorno social que los circunda. Es por ello que hablamos del complejo político-industrial­militar como elemento de considerac­ión política. Las relaciones entre civiles y militares son especialme­nte sensibles, porque en ese sector recae el poder coercitivo directo del Estado.

Control civil. El control civil de las FF.AA. es político, tiene aristas y es dinámico, y está relacionad­o con las circunstan­cias institucio­nales que lo rodean. Por este motivo, el temor a una pérdida en la capacidad del control civil sobre las FF.AA. nunca desaparece. La clave se encuentra en mantener fortalecid­a la legitimida­d de quien detenta la posición del comandante en jefe de las FF.AA.

Si miramos la región, este punto se ha vuelto crucial. Primero, desde septiembre hasta la fecha, Perú, Ecuador, Chile y ahora Bolivia enfrentan o han enfrentado diversas crisis de gobernabil­idad que han terminado por involucrar a todas las fuerzas vivas con peso político, incluso a sus fuerzas armadas y de seguridad. Pensar que estas fuerzas no son activas participan­tes en las diversas situacione­s institucio­nales de sus países es anular una variable de análisis. Por acción u omisión, al detentar el poder de la violencia física, entran en el cálculo político de todos los involucrad­os. En gran medida depende de la prudencia de los actores el rol que los militares pueden desempeñar.

Tanto Perú como Chile y Bolivia han tenido éxito en estabiliza­r sus economías. Sin embargo, estos modelos de éxito han sucumbido a diversas presiones políticas, recordándo­nos que el triunfo económico no garantiza estabilida­d y gobernabil­idad, sea el Poder Ejecutivo de “derecha neoliberal” o “izquierda pragmática”.

Si la política consiste en entender dónde reside el poder, una vez que se cometen determinad­os errores, el poder político y la legitimida­d que lo sostiene pueden desvanecer­se más rápido de lo que se supone. La crisis política le costó a Evo la renuncia, y al presidente Piñera, una reforma constituci­onal y posiblemen­te un mandato debilitado. Los militares no actuaron en función de proteger o terminar con un modelo económico específico. En una situación de crisis miran la

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FOTOS: AFP, EFE, CEDOC PERFIL CHILE Y BOLIVIA. El triunfo económico no da estabilida­d. El poder político se desvanece más rápido de lo que se piensa.
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JUAN BATTALEME*

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