Soberbia y espeluznante, es la mejor serie del streaming
Es el gran producto audiovisual de Amazon, y casi seguro el más importante de todas las plataformas. Enorme producción, con larga lista de productores, que abarca la estética, siguiendo la tendencia que inventó Hugo Boss para el ejército nazi, impuesta en ciudades, edificios oficiales y vida ordinaria, las locaciones que van de Seatle a Vancouver, con reconstrucción de época, tiempo y espacio, todas de enorme impacto visual como la Nueva York repleta de esvásticas, o San Francisco “vestida” como una nueva Tokio, y un elenco inmejorable. Pocas veces se adaptó con tanta excelencia una novela –con muchas licencias–, en este caso la de Philip K. Dick El hombre en el castillo, para la versión streaming, que acaba de finalizar con su cuarta y última temporada de diez episodios, cada uno de los cuales está trabajado como un largometraje.
De la mano de Ridley Scott, con Edelweiss como canción de fondo, la ficción juega con la ucronía, una reconstrucción histórica en la que los nazis ganaron la Segunda Guerra y se dividen Estados Unidos con los japoneses: los Estados del Pacífico en la costa oeste, el Gran Reich en la costa este y la zona neutral en las Montañas Rocosas.
Todo sucede en este mundo alternativo de 1962 con John Smith (Rufus Sewell), el gran Obergruppenführer, que persigue a la resistencia que surge de las películas clandestinas las cosas son diferentes a la realidad que viven. La heroína es Juliana (Alexa Davalos), obligada a meterse tras el asesinato de su hermana Trudy.
Cada temporada va contando la guerra sin cuartel entre los bandos, tanto de los japoneses contra los nazis-yanquis como los de la resistencia.
“La crueldad humana no tiene límites”, decía José Saramago, premio Nobel de Literatura, y este final de serie donde los nazis y la mano dura japonesa de Takeshi Kido (Joel de la Fuente) salen a “cazar” la RCN (resistencia negra comunista) y a los valientes que luchan lo demuestra. Una víspera de destrucción que arranca con el “portal” en el que es posible llegar a otro mundo en el que los personajes principales viven otras vidas, situadas en la misma época (1962), donde John Smith es viajante de comercio, vive con su mujer (Chela Horsdal) y aparece ahí su hijo Thomas (Quinn Lord), muerto por el Reich, y su obsesión por la supremacía racial y la salud, y sin sus dos hijas que sí están en el otro mundo (se supone el real).
Hitler, Himmler y Heydrich están vivos y mandan, mientras el portal entre mundos alternativos se convierte en la obsesión de John Smith, a estas alturas el “Reichsmarshall” del imperio. Los japoneses, tras el asesinato de Tagomi y los golpes de la resistencia, deciden abandonar San Francisco. Se van. Ya en el último episodio Fuego de los dioses, Smith tiene planes siniestros de campos de concentración y un nuevo holocausto. Tan cerca del desastre, Smith hace un acuerdo con su par alemán y vemos a un Hitler enfermo y loco que termina de la peor manera. Cruel como sus propios actos. El hombre en el castillo les da poder a las películas que muestran a los nazis vencidonde dos, y es un homenaje a los héroes que dieron sus vidas porque el Tercer Reich fuera terminado. Una ciencia ficción espeluznante que pone las cosas a un nivel personal entre Juliana y Smith, que además de querer retener el poder se debate con su conciencia por salvar a su familia. Los subtextos pueden analizarse con algo de la actualidad, pero ese es otro tema. Sí la influencia de los medios, en este caso la información manejada por expertos nazis, el espía por antonomasia, John Hoover, y la resistencia que con pocas posibilidades, los usan. Imaginación, coraje para enfrentar el desafío de llevar al streaming con todos los elementos visuales posibles la sensación de que la tierra podría explotar en cualquier momento. Todo hace de El hombre en el castillo una serie de excelencia en la que la adrenalina del espectador sube capítulo a capítulo.