A más de once años, el triple crimen sigue sin autores intelectuales
En diciembre de 2012, los hermanos Lanatta y Víctor y Marcelo Schillaci fueron condenados a cadena perpetua como autores de las ejecuciones de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, en el marco del tráfico de efedrina a narcos mexicanos para la producción de metanfetamina, una droga sintética y epidémica en América del Norte.
El cuarto condenado, Marcelo Schillaci, no participó de la fuga de diciembre de 2015. Se encontraba internado en un hospital penitenciario debido a su grave estado de salud.
Los cuatro negaron siempre ante la Justicia haber participado del triple crimen, pero los teléfonos celulares fueron una de las pruebas centrales que los ubicaron en el momento y lugar de la desaparición de Forza, Ferrón y Bina, de acuerdo a la sentencia dictada por el tribunal de Mercedes.
Los crímenes de Forza, Ferrón y Bina destaparon en agosto de 2008 que la Argentina se había convertido en un centro de venta de efedrina al narcotráfico internacional, principal precursor químico de estas drogas de diseño, durante el gobierno de Néstor y los primeros meses de la gestión de Cristina Kirchner. Sucedió con el amparo de organismos del Estado, como probaron las investigaciones de PERFIL y confirmaron luego fallos judiciales.
El triple crimen expuso el negocio y las autoridades se vieron obligadas a prohibir las importaciones de efedrina. Pero la autoría intelectual de las ejecuciones de Forza, Ferrón y Bina quedó impune.
A más de once años de los crímenes, la jueza María Servini, quien asumió la investigación en 2016, continúa tratando de dar con quienes ordenaron asesinar a los tres hombres dedicados al negocio ilegal.
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