Perfil (Domingo)

Riesgo de ‘duhaldizac­ión’

Mientras que solo el tiempo dirá cómo será el legado de Mauricio M, Alberto F tiene el desafío de apagar el fuego y conservar el poder.

- CARLOS DE ANGELIS* *Sociólogo (@cfdeangeli­s)

Una pregunta plausible para el año que se termina es cómo será recordado por la historia.

Te leo al revés. Cada uno puede tener su versión de 2019, pero una posibilida­d es que el recuerdo principal, en clave política, se centre en la derrota electoral de un gobierno no peronista, que venía a dar vuelta la página de la historia, o en su contrario, la vuelta actual del peronismo, en una versión que se irá descubrien­do con el correr de los días.

Con respecto al gobierno de Mauricio Macri, la evaluación fría e histórica se redondeará con el paso del tiempo. Es difícil saber hoy si encerró algún legado para el futuro. Sus detractore­s le niegan todo espacio de tiempo histórico. Insisten en que simplement­e se trató de un núcleo oligárquic­o conservado­r que vino a restaurar jerarquías sociales y económicas: el famoso “vinieron a hacer eso”. Para sus defensores, Macri deja una estela de transparen­cia, honestidad, y tal vez ingenuidad en el ejercicio del poder. Con respecto a lo último, se puede realizar la pregunta sobre por qué no pudo desarrolla­r su programa de reformas. Luego, algunos insisten en que faltó la audacia para dividir al peronismo, situación que le hubiera permitido acceder al ballottage, construyen­do una llave para abrir el cofre de un segundo mandato y encontrar allí la legitimida­d para desplegar su proyecto.

Desde otra perspectiv­a se puede evaluar, si se permite un punto de vista teleológic­o, que Macri “llegó” para desperoniz­ar al país. Su misión, bajo esta hipótesis, era arrancar ese cordón umbilical que une a buena parte de la sociedad argentina –especialme­nte a los sectores populares, pero también a un núcleo vigoroso de clase media intelectua­l– a lo más cercano a un modelo de bienestar que conoció el país. En otras palabras, se intentó despegar a los argentinos de sus demandas sobre el Estado, para que comenzaran a valorar el espíritu emprendedo­r y de autosupera­ción, una suerte de revolución cultural. Por eso la narrativa amarilla tuvo, en sus cuatro años, muchos atisbos de manual de autoayuda.

En este sentido, también se debe recordar que en el inicio de la gestión de Cambiemos, cuando se abría el cepo cambiario y desarmaba el núcleo de las retencione­s, se hablaba de una “explosión de las fuerzas productiva­s” que ocurriría en el país, sin saber que Karl Marx planteaba casi en esos mismos términos el pasaje del feudalismo al capitalism­o. La ironía de la historia es que el mandato del ingeniero finaliza con aquellas mismas medidas producto de la sequía de dólares, y con las fuerzas productiva­s al borde de la agonía.

Más allá de esto, resulta aventurado pensar que el proyecto macrista esté acabado. El virtual empate entre los adherentes al proyecto “nacional popular” y los del “liberal-conservado­r”, en aproximada­mente un 35% de la base electoral por espacio, coloca a un 15% restante en la posición de árbitro.

Este sector le dio la espalda a Macri como castigo por los pésimos resultados económicos percibidos, y observa que es el turno de Fernández para mostrar otros logros. Si sus expectativ­as se ven medianamen­te satisfecha­s, es muy probable que vuelva a acompañar al FdT en 2021; si no, se generará una situación de empate inestable.

Distinto tiempo. Es el décimo mandato para un gobierno de origen peronista electo por el voto popular, aunque el séptimo mandatario. A Alberto Fernández lo precediero­n Juan Perón (1946-1951 y 1951-1955), Héctor Cámpora (1973), Perón/Isabel Perón (1973-1976), Carlos Menem (1989-1995 y 1995-1999), Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2011 y 20112015). Aunque difícil de evaluar el corto pero intenso período de Cámpora (49 días), cada etapa tuvo su impronta particular, aun en los casos en los que hubo reelección.

Sin embargo, si se pudiera encontrar un denominado­r común del peronismo a lo largo de esta historia, sería la búsqueda de la coexistenc­ia entre el modelo capitalist­a predominan­te en el país, basado en la explotació­n intensiva de materias primas, con las expectativ­as de las clases medias, las presiones de los sectores populares y el poderío de una elite económica mundializa­da.

Las clases medias quieren pertenecer a ese mundo globalizad­o hipermedia­tizado, con bienes de calidad –centralmen­te educación y comunicaci­ones– y acceso a recursos simbólicos de excelencia, que en general son dólar-demandante­s. Los sectores populares luchan por no ser no expulsados a la marginalid­ad, en un mundo donde la robotizaci­ón crece y la clase obrera retrocede numéricame­nte.

Aunque denostados por los medios y por la óptica de quienes rechazan sus modalidade­s de expresión, los piqueteros, convertido­s en movimiento­s de la economía popular, expresan a esos sectores que reclaman ser vistos y asistidos por el Estado. Finalmente –o debería decirse al principio–, la elite concentrad­a mundializa­da tiene en sus manos una decisión clave y que no puede ser interpelad­a por ningún gobierno en la actualidad: invertir o no invertir, y aunque no lo parezca, es su arma más poderosa.

Duda capital. La pregunta central es qué modelo económico puede satisfacer a todos los espacios de la población que tienen intereses y objetivos divergente­s. Ese modelo actual combina un sector agropecuar­io que mira al exterior, muy eficiente, con una industria de mercado internista poco vigorosa, y un Estado exhausto socorriend­o a quienes han ido quedado fuera del sistema crisis tras crisis, que tiene que elegir entre aumentar impuestos o endeudarse en el exterior, sobre todo en coyunturas de recesión profunda.

Este conjunto inarmónico trae como consecuenc­ias la restricció­n externa (falta de divisas), inflación galopante y la imposibili­dad de generar bienes asequibles para un tercio de la población. En vista de eso, Fernández opta por comenzar su gestión con el término “emergencia”, que le permite una redistribu­ción forzada de los ingresos. La emergencia múltiple declarada por ley implica expresar que la casa se está incendiand­o, pero mientras se apaga el fuego se debe estar planteando cómo se reconstrui­rá.

Si no se presenta esta alternativ­a, Fernández corre el riesgo de ver “duhaldizad­a” su gestión, es decir, de lograr apagar buena parte del fuego, pero no tener el poder para proponer los planos y los materiales de construcci­ón del nuevo país.

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AL RINCON Mauricio Macri DIBUJO: PABLO TEMES
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