Perfil (Domingo)

A leer que llega 2020 Opciones para comenzar el año leyendo

-

Mónica Tortone todos los lunes deja su casa en General Pico, La Pampa, para hacer 120 kilómetros por caminos de tierra, olvidados y muchas veces inundados, que cruzan por el mítico Meridiano V (límite entre esta provincia y Buenos Aires), hasta llegar a la escuela N° 13 de la Colonia El Balde, en el partido de Rivadavia, en las márgenes del mapa.

Allí se queda una semana viviendo sola en una pequeña casa dentro del establecim­iento. Durante todo este tiempo será la única habitante de un paraje que no figura en los mapas y que solo existe por la presencia de la escuela y del Club Agrario El Balde, hoy sin actividad. “Me acostumbré a estar sola y nunca tengo miedo, para mí es un cable a tierra quedarme”, asegura esta maestra rural de cuarenta y siete años que hace dieciocho está a cargo del jardín de infantes de este rincón indómito en la llanura.

Vive al borde de un mapa que le devuelve las estrellas, por la noche, cuando bajan hasta la ventana de su pequeña casa, a un costado de la escuela. La Escuela N° 13 Remedios de Escalada de San Martín se ve desde lejos. El pastizal, algunos pocos árboles y la inmensidad del desierto pampeano la destacan.

Fue inaugurada en 1936; en cambio, el jardín de infantes es más reciente, de 1995. Mónica tiene seis alumnos, a la primaria van diez, la matrícula es alta para el paraje. “Algunos llegan a caballo, otros a pie y en auto”, comenta Mónica. Nadie se quiere perder la escuela.

Los padres llevan a sus hijos muy puntuales. El alumno más lejano vive a diez kilómetros. La zona es un área que padece las inclemenci­as de la naturaleza; en 2011 debió sufrir el paso de un tornado que hizo destrozos en la escuela. “Sentía cómo el viento quería llevarse el techo, se rompían los vidrios y las ramas de los árboles caían”, recuerda.

En 2017 todo el distrito padeció una de las más grandes inundacion­es; por muchos días la escuela quedó incomunica­da. El Balde está en la frontera misma. Los mapas se olvidan de estos parajes. Llegar hasta ellos solo es posible de la mano de un baqueano. En aquellos días en los que el agua brotó de la tierra, aquella llanura era un inmenso mar de agua dulce, cenagoso. Los caminos se habían convertido en canales y arroyos.

La Colonia El Balde no tiene fecha de fundación, la escuela y el club han unido a los pocos chacareros y sus familias, que trabajan estas tierras dedicadas a la agricultur­a y la ganadería. Está a 60 kilómetros de América, cabecera del distrito, y a 550 de la ciudad de Buenos Aires; el mundo conocido queda lejos, inalcanzab­le. El Meridiano V está a menos de 20 kilómetros. La frontera con La Pampa se siente, las distancias en las que no se ve a nadie son moneda corriente.

El despoblami­ento del campo se materializ­a en los puestos que se han convertido en taperas; a cada paso se ven las ruinas de una realidad que albergó a tantas familias que crecieron con un horizonte que las incluía.

“La escuela es la única posibilida­d de los chicos de encontrars­e, son muy aplicados y no existen problemas de aprendizaj­e”, asegura Mónica. La escuela tiene calefacció­n a gas y luz por red, televisión e internet. “Pero las señales son mínimas, cuando hay grandes vientos se corta la luz”, asegura. Sin embargo, la Cooperativ­a Eléctrica que le suministra el servicio la llama constantem­ente para ver si lo tiene. “Todos los vecinos saben que me quedo sola y cuando necesito algo están presentes –cuenta–. Cuesta que se entienda, pero no me siento sola, termino los días cansada. A veces me olvido algo en el auto, que queda afuera, y salgo en la plena oscuridad de la noche. Más que el ruido de los animales no siento otra cosa. Nunca vi nada extraño, estar acá me hace bien; lo que sí, extraño a mi hijo”, reflexiona Mónica.

La travesía hasta su puesto de trabajo arranca a las seis de la mañana todos los lunes; aun de noche sale de General Pico, pasa por Dorila (La Pampa) y luego conduce por una recta desértica de 30 kilómetros, cruza el Meridiano V, y ya en tierra bonaerense, con las primeras luces del día, pasa por Agustoni y sigue bajando al sur por el mismo Meridiano V, que es un camino de tierra hasta Roosevelt (ya en el partido de Rivadavia); allí da clases en la escuela de este pueblo, al mediodía termina su turno y sigue viaje hasta la Colonia El Balde, 17 kilómetros más allá. A las 13 llegan sus alumnos y a las 17 termina su día, pero comienza otro: el de su estadía en la soledad. “Me he tenido que acostumbra­r a los ruidos naturales. Hay una paz muy grande. Ordeno la casa y tengo que hacer las tareas administra­tivas de la escuela”, afirma Mónica. “La televisión es una compañía”, agrega.

n

 ?? FOTOS: CEDOC PERFIL ?? DOCENTE. Mónica Tortone viaja 120 kilómetros para llegar a la escuela.
FOTOS: CEDOC PERFIL DOCENTE. Mónica Tortone viaja 120 kilómetros para llegar a la escuela.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina