Genealogía de la posverdad
Había una vez algo real. Ensayo sobre filosofía, hechos y ficciones Autora: Ivana Costa Género: ensayo Otras obras de la autora: Filosofía. Un espacio de pensamiento; Psicología. Teorías sobre el psiquismo y campos de acción (junto a Marisa Divenosa) Editorial: Mardulce, $ 500
Las sociedades se alimentan de ficciones: relatos que crean identidades colectivas y mitos movilizadores para millones de subjetividades. Pueden ser mitos originarios, libros de historia o noticias en un diario online; pero coinciden en presentarse como portadoras de la verdad. Ivana Costa, doctora en filosofía y periodista, se pregunta en Había una vez algo real por la naturaleza de estas narrativas constitutivas, las razones de su eficacia y los criterios de verdad que podría aplicárseles.
Para eso, empieza por delimitar las narraciones de las que se espera sean verídicas (aunque no estén exentas del error humano), como la historia o el periodismo, de aquellas otras que se reconocen abiertamente ficcionales: la literatura.
En su recorrido, vasto y erudito, surge también la evidencia de que a través de los siglos esta duda sobre la veracidad de lo que se narra siempre se
formuló en tiempo real. A modo ejemplo, puede citarse cierto malentendido semántico en el Timeo de Platón, a propósito de la existencia de la Atlántida, quizás con consecuencias incalculables. O la sorprendente distinción que hace Aristóteles de los géneros literarios en su
Poética: mientras los relatos veraces aluden a hechos singulares e irrepetibles, la poesía y el drama abordan las grandes verdades eternas.
Pero toda verdad es política. Ya en los albores de la modernidad, las crónicas del “nuevo mundo” dan lugar tanto a las fantasías edénicas de Colón como al pragmatismo racional de Hernán Cortés, funcionales a sus respectivas ambiciones; y entre nosotros, Sarmiento mixtura historia, novela y ensayo en Facundo para construir su propio relato, cuya discusión jamás terminó.
Del libro se desprende entonces que todos estos relatos –y muchísimos otros– se imponen porque logran ordenar el caos de la realidad, interpretan el espíritu de su época y/o reproducen valores que sus receptores jamás cuestionan. Y, como denuncia Costa, a esto se suma el hecho de que las ciencias de la comunicación y sociales, que algo podrían aportar, padecen un “complejo de inferioridad respecto de la verdad y la objetividad”.