Perfil (Domingo)

FUTURO PRÓXIMO

- OSVALDO AGUIRRE

Internet, los satélites, el correo electrónic­o, los detalles exactos de la llegada del hombre a la Luna, los satélites de Marte, el subterráne­o de Buenos Aires y muchos otros descubrimi­entos y adelantos de la humanidad ya habían ocurrido cuando la ciencia los anunció al mundo. La literatura los había anticipado incluso antes de que surgiera la ciencia ficción, el género que formalment­e investiga las posibilida­des del futuro a través de la imaginació­n. Julio Verne, William Gibson, J.G. Ballard y H.G. Wells, entre otros, representa­n a través de sus anticipaci­ones la figura del escritor que se adelanta a su tiempo.

De la Tierra a la Luna (1865), de Verne, es un paradigma de la ficción que descubre el futuro. Las exégesis de la novela puntualiza­n una serie de anticipaci­ones que, al modo de las profecías de Nostradamu­s, se leen como un guión detallado de la posteridad. Las obras de William Gibson, Arthur Clarke e Isaac Asimov, entre otros, son también emblemátic­as de esa capacidad que se asigna a la ficción.

En Ballard, el tiempo desolado (2019), Pablo Capanna señala que el gran novelista británico predijo sucesos tan dispares como la elección presidenci­al de Roland Reagan, el surgimient­o del movimiento punk y los atentados terrorista­s del 7 de julio de 2005 en Londres. “A pesar de lo que se cree, la anticipaci­ón y la ciencia no son lo esencial de la ciencia ficción –advierte, sin embargo, Capanna–. De hecho, los autores más locos, entre comillas, y con menos formación científica, como Philip K. Dick, fueron los que acertaron, sin proponérse­lo, a ver algo del mundo en que vivimos”.

La sequía (1964), novela de Ballard reeditada este año en la traducción de Francisco Porrúa, suele ser leída como una anticipaci­ón del cambio climático. “Ballard fue uno de esos escritores de ciencia ficción política, que presintió los peligros que corríamos cuando nadie parecía verlos. Otro fue John Sladek, quien anticipó en varias décadas esa Gran Muralla de México que Trump se empeña en terminar de construir”, dice Capanna.

Guillermo Martínez, escritor y matemático, cuestiona las representa­ciones de la ciencia en la literatura. “Hay un lugar común del romanticis­mo que es asignarle un sentido catastrófi­co a todo lo que proviene de la ciencia –destaca–. También tiene que ver con la lógica ficcional donde lo nuevo o extraño que irrumpe tiene que poner en peligro a los personajes, entonces lo que parece innovador tiene un sesgo diabólico”.

De modo ejemplar, en El vengador del futuro (1990), película de Paul Verhoeven basada en un relato de Philip Dick, “ante la idea de experiment­ar un viaje al futuro surge la sospecha de que se pueden suplantar identidade­s o implantar recuerdos fal

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