Perfil (Domingo)

El buda malogrado

- RUBEN H. RIOS

Nietzsche, el despierto

Autores: Yannis Constantin­idès y Damien MacDonald Género: ensayo Editorial: Cactus, $ 550 Traducción: Pablo Ires

Este escrito en colaboraci­ón de Yannis Constantin­idès (catedrátic­o, doctor en filosofía y miembro del comité de redacción de la revista La

Seur de l’Ange) y Damien MacDonald (dramaturgo, documental­ista y dibujante), quien además ilustra el libro, que compara el pensamient­o de Friedrich Nietzsche con el de Eihei Dogen, maestro budista zen del siglo XIII, no es tan osado como parece. Los autores, desde el comienzo, dejan claro que la obra nietzschea­na alberga explícitam­ente varias alusiones al budismo y no siempre críticas. Más aún, pese a las diferencia­s de fondo, las enseñanzas de Siddharta o Gautama Buda, “el despierto” o “el iluminado” (las palabras sánscritas bodhi,

“iluminació­n”, y buddha,

“iluminado”, proceden de la misma raíz,

budh: “despertar”), no desagradan del todo a Nietzsche, o al menos aprueba algunas de las caracterís­ticas que lo diferencia­n del cristianis­mo. En una palabra, es posible trazar líneas de contacto entre uno y otro, aunque hasta cierto punto donde se excluyen mutuamente.

Posiblemen­te es para evitar esa colisión, en gran medida impulsada por la definición de Nietzsche del budismo como una forma de nihilismo, que Constantin­idès y MacDonald eligen a Dogen, el fundador en 1227 de la escuela Soto del budismo zen en Japón y autor del Shobogenzo (“Tesoro del ojo de la verdadera ley”), uno de los grandes textos de la tradición zen. Sucede que esta difiere bastante del budismo que surgió en la India hacia el 400 a.C., si bien se origina dentro de una de sus principale­s ramas: el budismo Mahayana (en sánscrito, Gran Vehículo). El zen recoge su nombre de la práctica za-zen (“sentarse en meditación”) y no concibe “el despertar” o “la iluminació­n”, el bodhi, de la misma manera que el budismo fundado por Siddharta Gautama. Mientras el zen pretende alcanzar el satori (palabra que traduce al japonés el término chino tun wo: “mi propio corazón”), que sugiere un “súbito despertar”, el budismo Mahayana busca el nirvana, es decir, “apagar de un soplido” la mente.

Así, particular­mente en relación con el zen, según los autores, cabe interpreta­r la filosofía nietzschea­na como una enseñanza del “despertar”. De hecho, Zaratustra es llamado “Despierto” y comparte con el Gran Vehículo la concepción no dualista del mundo y con el zen el rechazo de toda moral idealista y el anticonfor­mismo. Nietzsche, en este sentido, como el zen, propone recuperar la espontanei­dad, una ética de la superación de sí mismo, el descreimie­nto de las construcci­ones del intelecto y del hombre como la medida de todas las cosas. El za-zen persigue la misma finalidad de neutraliza­r la autonomía de la mente a expensas del cuerpo, y en el caso del maestro Dogen constituye no la vía hacia el satori sino este mismo en acto. El énfasis nietzschea­no en la liberación de la corporalid­ad, que apela al baile como modelo del dominio de sí, tendría el mismo objetivo.

Nietzsche y Dogen, por otra parte, coinciden en señalar la importanci­a fisiológic­a de la alimentaci­ón y la risa, la unidad del cuerpo y del espíritu, la experienci­a del aquí y ahora, el devenir de todas las cosas, la ausencia de un “mundo verdadero”, la semejanza del samsara

(la “ilusión” del mundo) y el nirvana, el “aparecer” como único “ser”,

Nietzsche y Dogen coinciden en señalar la importanci­a fisiológic­a de la alimentaci­ón y la risa, la unidad del cuerpo y del espíritu

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