La falsa inocencia de Adimi
Esta novela breve, un tanto apurada por la entrega de algún premio, culmina con el inicio de la Masacre de París (el título de esta reseña sirve como marca), ocurrida de la mano de Papon, prefecto de la ciudad, mientras De Gaulle miraba el paisaje opuesto a Notre Dame. Cientos de argelinos masacrados, algunos colgados de los árboles frente al río Sena, o flotando en él… En alguna medida, Adimi corona el libro con una lista de “fuentes”, como agradecida hacia la infame historia del genocidio ocurrido en Argelia en su lucha independentista. Apenas se menciona a la OAS, nada de su vínculo con los piedsnoirs, cómo eran las relaciones de poder, qué cruces culturales existían entre ellos y los “indígenas”. Menos aún, qué era la Casbah, su idiosincrasia. Esta falsa inocencia le quita a la autora una oportunidad de reconstrucción histórica, a la manera de Malraux en La condición humana. En el marco de un viaje entre el pasado, el presente y algo de historia a las apuradas, la librería se reduce a escenografía amable.
Charlot, un argelino iluso que se convertirá en editor, regentea la librería y biblioteca por donde la intelectualidad nativa concurre porque no hay otro lugar: Camus, algunos escritores de izquierda, todo bajo la mirada estricta del gobierno galo. De 1935 a 2017, cuando la sede es desalojada para convertirse en un local de comida, los libros sufren atentados, persecución, cierres por censura, movilización del dueño a la guerra, y toda desgracia imaginable que incluye el fracaso editorial en París de la mano de Gide.
El tono de la novela es un tanto leve, con mirada condescendiente por cierta moralina de la añoranza, casi como un tango de mala factura, previsible.