Primer año de Bolsonaro.
Balance con altibajos: cae su popularidad, pero mejora la economía.
Cuando alce su copa y brinde el 31 por la noche, Jair Bolsonaro habrá cumplido un año como presidente de Brasil. Llegó al Palacio del Planalto el 1º de enero pasado, con el envión electoral de haber derrotado por amplio margen a Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores; con su antagonista Luiz Inácio Lula da Silva en prisión por una causa vinculada al Lava Jato; y el visto bueno de los mercados financie- ros, encomendados a las reformas prometidas por su ministro de Hacienda, Paulo Guedes.
Pero sus primeros doce meses en el poder no fueron un lecho de rosas. Una muestra de ello es su popularidad: inició el año con un 49% de aprobación y lo terminará con el 30%, según un estudio de Ibope Brasil. Sin una estructura partidaria fuerte –abandonó recientemente el PSL– ni una coalición estable en el Congreso, su gobierno malgastó rápidamente su capital político y se enfrascó en disputas internas entre los antiglobalistas, militares y neoliberales, lo que se tradujo en una gestión errática, con múltiples marchas y contramarchas en su política exterior, ambiental y económica.
Bolsonaro no impulsó activamente la reforma previsional, sino que la dejó en manos del Congreso, que redactó, votó y promulgó el proyecto reclamado por los empresarios y los mercados.
Matías Spektor, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas, considera que, de esa forma, logró trasladar al Parlamento el costo político de la ley. Consultado por los aspectos positivos de su primer año en el poder, señala la reactivación de la economía, que, según las estimaciones del Banco Central, crecería este año 1,2%. “Hay señales tímidas, pero nítidas, de recuperación económica”, afirmó a PERFIL desde San Pablo. Nada mal, teniendo en cuenta que Brasil entró en recesión en 2015 y 2016, cuando el Producto Bruto Interno (PBI) perdió cerca de 7 puntos, creciendo solo un 1,3% en 2017 y 2018.
APROBACION 30% La popularidad de Bolsonaro cayó en sus primeros doce meses de gobierno.
Spektor también señala la seguridad como uno de los puntos en el “haber” del gobierno brasileño: “Aún tiene la suerte de convivir con una caída en las tasas de homicidios gracias a políticas públicas introducidas antes de su llegada al poder”.
Pero el año también deja a Bolsonaro algunos dolores de cabeza. El más grande es la investigación de la fiscalía a su hijo Flavio. Spektor lo define como “su principal problema”. La causa intenta dilucidar si el senador lavó dinero en Río de Janeiro. Otro de los grandes nubarrones que se ciernen sobre el presidente es el asesinato de la concejal Marielle Franco. Si bien el Supremo Tribunal Federal archivó un pedido de investigación por obstrucción a la justicia contra él y otro de sus hijos, Carlos, un informe del
Jornal Nacional dañó severamente su imagen al señalar que uno de los acusados habría visitado el condominio donde vive el mandatario horas antes del crimen.
Mundo. La política exterior del ex capitán del Ejército se caracterizó por un alineamiento incondicional con Donald Trump, alentado por los antiglobalistas, encabezados por Eduardo Bolsonaro, el canciller Bruno Hussein Kalout, investigador de la Universidad de Harvard y ex secretario de Asuntos Estratégicos durante el gobierno de Michel Temer, caracterizó como un “boomerang” a la estrategia internacional de Bolsonaro. “Terminamos 2019 con la sensación de que fue un año de destrucción en el campo de la política exterior, un desperdicio de valiosos recursos diplomáticos y un revés en gran parte de la agenda internacional”, escribió en la revista Epoca.
Cruzada cultural. El presidente intensificó en su primer año su retórica contra “el marxismo” y “la ideología de género”, en especial en las áreas de Educación y Cultura, dos de los principales sectores que cree “dominados” por la “ideología de izquierda”. Su gobierno impuso “filtros” y censuras a contenidos que no encajan con su visión ultraconservadora, entre ellos películas y obras de teatro, al tiempo que redujo y paralizó recursos destinados a universidades públicas.
Además, coqueteó con el negacionismo climático
RECHAZO 36% Más brasileños repudian la gestión del mandatario de los que la aprueban.