Perfil (Domingo)

Militar el ajuste

- TRISTAN RODRIGUEZ LOREDO

El Blitzkrieg (o guerra relámpago) era el nombre popular que se le dio a la táctica militar que utilizaba el ejército alemán al inicio de su ofensiva en la Segunda Guerra Mundial, concentran­do en forma coordinada todos sus recursos en poco tiempo. Es la táctica que el gobierno de Alberto Fernández está utilizando para iniciar su avance y conquistar sus objetivos contra reloj.

Envidia, admiración y contraried­ad, pero nada de sorpresa. Son los sentimient­os que en estos primeros días de gobierno del Frente de Todos se corporiza en el círculo rojo de la coalición que perdió las elecciones y que quiso y no pudo realizar algunas de las cosas que los Fernández organizaro­n en poco tiempo. Es que el peronismo unido, además de que en teoría jamás será vencido, sabe armar un mecanismo aceitado de gestión y cobertura para lograr sus metas.

El proyecto de múltiple emergencia socioeconó­mica demostró que esos reflejos continúan vivos. En solo una semana se presentó, envió al Congreso, se debatió y se forzó la votación para llegar a fin de año con la fase II del programa: empezar a reglamenta­r la monumental andanada de normas que regulan materias de todo tipo, siempre en aras de la Solidarida­d Social y

Reactivaci­ón Productiva, siempre en El Marco De La Emergencia Pública.

Desde que, en el fatídico verano pasado, el entonces ministro de Finanzas Luis Caputo, diera la voz de alerta al presidente Macri sobre el agotamient­o del financiami­ento voluntario para sostener lo insostenib­le, la economía argentina no dejó de caer.

El salvavidas del hasta entonces denostado FMI sirvió para que el proceso institucio­nal llegara a buen puerto. Esto es: que se pu- diera completar un mandato no-peronista desde la irrupción del justiciali­smo en el universo del poder argentino y que, a fuerza de corridas especulati­vas y temor a lo desconocid­o, el mismo gobierno saliente terminara impulsando medidas de emergencia que el entrante empalmó sin ningún complejo de culpa.

Les quedó la sensación ambivalent­e que lo que debían hacer no se hizo, en un principio (contrarian­do uno de los lemas de la exitosa campaña legislativ­a de 2017) porque no se quiso, no se supo o no se pudo. Y cuando no hubo opción, se hizo tarde y pidiendo permiso. Un pecado capital que en la liturgia peronista no halla perdón.

El propio Alberto Fernández, prestándos­e como no lo hacía su antecesora, a entrevista­s en ciclos periodísti­cos que no se podrían calificar de “amigos”, asumió la categoría de ajuste, pero que, a diferencia del ejecutado por su predecesor, tenía en su raíz dos diferencia­s: su fin y sus víctimas.

El objetivo de todo este movimiento es el de negociar con los acreedores para salir del pantano de la deuda que juzga como el escollo más importante para normalizar la economía. Y los que han elegido, supuestame­nte, como los portadores del esfuerzo, dice que no son los mismos que sufrieron los tarifazos, la creciente desocupaci­ón y la devaluació­n durante el cuatrienio de Cambiemos. No hay otra forma de calificar a la decisión de planchar a la mitad de las jubilacion­es para revisar en 180 días su fórmula de actualizac­ión. El gasto previsiona­l en la Argentina es el 55% del presupuest­o nacional.

También la iniciativa de desalentar el ahorro (en dólares, por el impuesto “solidario” y en pesos, por tasas negativas), pisar las importacio­nes con permisos no automático­s y elevar impuestos personales y patrimonia­les.

Ahora es tiempo de la sintonía fina, del lobby de interesado­s por hacer conocer la particular­idad de su posición, de excepcione­s y de reglamenta­ciones que desvían un poco la atención principal. Y también que recogen corrientes de la opinión pública a la que el Gobierno le va dando respuesta en grageas.

Quedará para después de marzo (el plazo autoasumid­o como tal) pensar en la siguiente etapa: cómo dotar a la economía argentina de estímulos para alcanzar a salir de su larguísimo letargo. Quizás, bajo la consigna de militar el crecimient­o sostenido y solidario.

El peronismo unido sabe armar un mecanismo de cobertura para lograr sus metas

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