Perfil (Domingo)

MELODIAS DESAFORTUN­ADAS

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En las últimas horas se viralizó un video que me hizo mucho ruido. En el cierre de mes de la colonia de vacaciones de River, en un acto para toda la familia en pleno Estadio Monumental, los chicos terminaron cantando y bailando la adaptación de la canción de Los Palmeras que hace referencia a la final que el equipo de Gallardo le ganó a Boca en Madrid y que tiene un estribillo con una connotació­n explícitam­ente homofóbica y de violencia sexual. Ver a niños de 10, 12 años cantar “como te duele la cola desde el 9 de diciembre”, aunque no lo comprendan, aunque no hagan un análisis directo de la letra, aunque lo actúen con toda la inocencia del mundo, me parece por lo menos polémico.

Hace siete meses fui madre por primera vez y no hay nada de lo que me sienta más alejada que de juzgar la paternidad o maternidad ajena, lejos está de mí opinar sobre los padres y madres que acompañaro­n el acto y avalaron o no ese cántico. Dicho esto, sí me parece responsabi­lidad de los clubes que forman a los chicos dar otro tipo de ejemplo. Su función social los obliga a llevarlos por otro camino. Me consta que River como institució­n promueve entre los más chicos valores tan importante­s como el compañeris­mo, la solidarida­d, el compromiso, la inclusión, el respeto. Es un club modelo que tiene desde jardín de infantes hasta un Instituto. Pero en pleno 2020, hay nuevas problemáti­cas, nuevos desafíos que todavía nos cuesta internaliz­ar y en los que hay que seguir insistiend­o.

Que esté totalmente naturaliza­do el cántico homofóbico en las tribunas no quiere decir que sea lo correcto. Que el ambiente del fútbol sea uno de los eslabones que más va a costar deconstrui­r, no quiere decir que no debamos intentarlo. Siempre subrayo que en este tipo de temáticas no tiene sentido el juicio retroactiv­o. Todos en algún momento nos vimos repitiendo las canciones

ANTONELLA VALDERREY de nuestros clubes, incluso sin darle demasiada importanci­a a su contenido. Pero de un tiempo a esta parte me encuentro bastante incómoda con algunas de esas letras y sé que les pasa a muchos. Nos resulta innecesari­o, en medio de un partido de fútbol, hacer referencia a expresione­s que hasta hacen culto de la violación.

¿Es posible imaginar que de ahora en más las nuevas melodías de cancha dejen de tener contenidos homofóbico­s? ¿De dónde viene esa obsesión por el sometimien­to del rival? El fútbol por construcci­ón histórica es androcéntr­ico y patriarcal. Excluye, por definición, a las mujeres y a todos aquellos que no respondan al estereotip­o de macho. La homosexual­idad no entra en ese esquema. El sometimien­to sexual, sí. Y esa es la lógica que de una vez por todas tenemos que modificar. Sobre todo pensando en las nuevas generacion­es, para que ellos sean el primer paso de un cambio que nos debemos como sociedad.

Y porque también afecta a una gran cantidad de futbolista­s que no pueden vivir plenamente su sexualidad por sentirse excluidos. El Monito Vargas, Daniel Osvaldo, el Patón Guzmán y Augusto Solari fueron algunos de los jugadores que en el último tiempo alzaron la voz y se animaron a hablar de este tema en nombre de los muchos que sufren en silencio.

Quizás el primer paso pueda ser eliminar esas letras tan hirientes, aunque se trate de algo simbólico. Porque en definitiva el fútbol no va a perder su esencia por anular ese tipo de canciones ni los hinchas vamos a perder la pasión que nos caracteriz­a. Lo que sí puede y debe cambiar es el pensamient­o y el modo de mirar la vida de los más chicos. Puede parecer un desafío complicado, para muchos imposible, pero las luchas que se dieron y se dan en los últimos años ya demostraro­n que no conocen de utopías. competitiv­o de lo que es al fútbol sudamerica­no, poniendo como ejemplo la evolución de Venezuela, que hoy ya no es más una selección débil”, explica la petición dirigida a la Conmebol y a la FIFA. Hasta ahora, la firmaron 73 personas. Necesitan al menos 100.

La explicació­n de por qué ni Surinam ni Guyana pertenecen a la Conmebol es un poco vieja. Dicen que como fueron los últimos dos países del subcontine­nte en independiz­arse –Surinam se independiz­ó de Holanda en 1975 y Guyana de Gran Bretaña en 1966–, cuando conformaro­n sus equipos nacionales prefiriero­n competir contra seleccione­s de menor nivel como las del Caribe y América Central y Norteaméri­ca. En algunos sitios también aparece el idioma como una barrera, algo difícil de sostener en estos tiempos. Por eso, dicen, ya es hora de romper con eso. Así, dentro de un tiempo, cuando veamos un mapa de América del Sur, ni Surinam ni Guyana nos parezcan tan ajenos como ahora.

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SERGIO PIEMONTE TRIBUNAS. Las letras evidencian la obsesión por el sometimien­to del rival.
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