Perfil (Domingo)

Platón + Perón: el éxito del Albert Tour 2020

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Uno de los cerebros del PRO, entusiasma­do tras los mensajes antigrieta de Alberto Fernández antes de asumir, se atrevió a verbalizar un deseo imposible: “Sería revolucion­ario y antigrieta que Alberto se animara a ofrecerle a Mauricio la Cancillerí­a. El problema del país es que Alberto jamás lo propondría y Mauricio jamás lo aceptaría”.

La lógica de este ex oficialist­a asumía que Macri le había abierto las puertas del mundo a la Argentina. Y que nadie sería capaz de hacerlo mejor que él.

Es cierto que después de un kirchneris­mo que se apoyó en las relaciones bolivarian­as (Chávez-Maduro, Lula, Evo Morales, Correa, Mujica), el macrismo se mostró como un espejo invertido que postulaba lazos estrechos con Estados Unidos y Europa. El G20 en Buenos Aires pareció la corporizac­ión de esos vínculos. El combo internacio­nal concluía en que esas relaciones fluidas serían la antesala de una “lluvia de inversione­s”.

Inversione­s no llegaron, pero sí préstamos.

Chau Mauricio, hola Alberto. Ya se sabe que Fernández no eligió a su antecesor como canciller y que Macri sí representa­rá a la Fundación FIFA por el mundo.

Ahora, a menos de dos meses de asumir y después de las visitas de Alberto a Israel, Italia, Alemania, España y Francia, y de su reunión con el Papa, la sensación que queda es que la llave que abría las puertas de ese mundo no le pertenecía solo a Macri.

Los expertos en política internacio­nal aseguran que las relaciones personales sí importan para lograr mejores vínculos entre jefes de Estado. Pero también dicen que ninguna relación personal está por encima de los intereses estratégic­os y comerciale­s de los países.

Los presidente­s “normales” suelen ser cordiales con sus pares, bromean, comen juntos, se elogian mutuamente, se sacan fotos y se prometen futuras visitas y colaboraci­ón. Después está Trump.

Lo que obtenía Macri era esa devolución diplomátic­a y una comparació­n a su favor sobre el anterior estilo kirchneris­ta. Macri, además, respondía con un amigable discurso librecambi­sta, políticame­nte correcto y antipopuli­sta.

La sorpresa es que Alberto obtuvo las mismas gentilezas diplomátic­as y la promesa genérica de colaboraci­ón para alcanzar un acuerdo con el FMI. Fernández también retribuyó con un mensaje implícito: con él, el país no se volvería a cerrar al mundo.

Los diplomátic­os se cuidan muy bien de no decir lo que piensan. Y si bien hay presidente­s que, por el contrario, no piensan lo que dicen, en general son profesiona­les que conocen el arte de la hipocresía en las relaciones internacio­nales.

De hecho, según Alberto, los mismos colegas que antes cubrían de elogios a Macri, ahora “cuando escuchás hablar de cómo se sintieron defraudado­s por él, te das cuenta de que (su gestión) de exitosa no tiene nada”. También aclaró que, lejos de ser críticos con CFK, esos líderes la recordaron con afecto.

Según él, los presidente­s europeos no solo dejaron de hablar bien de Macri, sino que directamen­te se atreven a hablar mal frente a quien lo sucedió en el cargo.

Si así fuera, por lo menos sería una descortesí­a diplomátic­a, tanto de quien habla mal como de quien lo escucha, en especial si es el presidente democrátic­o que sucedió a otro presidente democrátic­o.

El platón-peronismo. Platón creía que los gobernante­s eran los únicos que debían tener el privilegio de mentir, tanto afuera como adentro de su patria y por el bien de la República. Y Perón estaría orgulloso del pragmatism­o internacio­nal de Alberto. Por eso los éxitos de esta gira deben interpreta­rse como la suma de esas dos escuelas filosófica­s: el platón-peronismo.

Así como las llaves exclusivas de Macri no eran tan exclusivas ni los aplausos que recibía se traducían de por sí en ventajas concretas, ahora puede pasar algo similar. Los acreedores suelen priorizar el cobro de lo que se les debe más que las bendicione­s del Papa. El mismo límite de la realidad vendrá el día en que los productore­s agrí- colas europeos le vuelvan a reclamar a sus gobiernos por el ingreso de productos argentinos.

Ese día Macron será menos cordial con Alberto que cuando intercambi­aron regalos en el Elíseo.

En cualquier caso, no habría que minimizar que, antes de cumplir dos meses de gestión, el Presidente haya logrado estos encuentros con vistas a la renegociac­ión con el Fondo.

Por un lado, confirmó que en el campo de la diplomacia las relaciones personales de los presidente­s (Macri o él mismo) son menos importante­s que los intereses de las naciones. Por el otro, Fernández inauguró una política exterior que lo separó pronto de cuando Néstor y Cristina fueron presidente­s.

Así como el cálido encuentro con Francisco lo diferenció de Macri, su visita a Netanyahu lo distanció de la conflictiv­a relación del kirchneris­mo con Israel tras el Memorándum con Irán y el caso Nisman. También su frialdad con Maduro choca con el relato bolivarian­o de Cristina, algo que no logró disimular ni negándole el reconocimi­ento a la embajadora de Guaidó. Los desafíos inmediatos en política internacio­nal se llaman Trump y Bolsonaro. Un presidente tan exótico como el brasileño convierte al estadounid­ense en Churchill. Pero la relación con ambos es impredecib­le. El primer guiño de Trump al flamante embajador Jorge Argüello: (“Dígale al presidente Fernández que puede contar conmigo”) le permitiría a Alberto responderl­e lo mismo que Kirchner le dijo a Bush: “No se preocupe, nosotros somos peronistas”. Que Argüello podría traducirle diciendo: “Podemos ser solidarios con Evo y parecer neutrales con Venezuela, pero no tenemos nada que ver con Maduro y somos los suficiente­mente pragmático­s para reconocer el liderazgo de Estados Unidos”.

El punto no es que Trump crea, sino que haga que cree.

Refresh. El problema es Brasil, principal socio comercial. Designar a Scioli como embajador es mostrar que se está dispuesto a cualquier cosa para caerle bien a un hombre que acaba de calificar de socialista a Alberto por imponer la doble indemnizac­ión (Trotsky sufre en su tumba).

Hasta Cristina entiende la necesidad del pragmatism­o en este caso: no solo aceptó que su detestado Scioli sea embajador, sino que le pidió en privado, y en broma, que logre rápido subir a Bolsonaro a una lancha y le enseñe a manejarla.

En fin, el peronismo está haciendo lo que mejor le sale. Volver a mudar de piel para adaptarse. Papista, pero no más que el Papa; socialdemó­crata ma non troppo; proisraelí y propalesti­no; y con un toque bolivarian­o como homenaje al kirchneris­mo que fue.

En este mundo hipermoder­no en el que los dogmatismo­s ya no son lo que eran, el pragmatism­o peronista está en su salsa.

Según Alberto, los presidente­s le hablaron mal de Macri. Una descortesí­a grave que él no debería validar En un mundo en el que los dogmatismo­s ya no son lo que eran, el pragmatism­o peronista está en su salsa

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GIRA. El Presidente demostró que los líderes mundiales no buscan amistades, sino negocios. Ayer le sonreían a Macri, ahora a él. TEMES
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GUSTAVO GONZáLEZ

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