“La más insólita de las causas”
Cuando empecé a escribir este libro ya había sido sometida a seis procesamientos penales sucesivamente dictados a partir del momento en que dejé de ser presidenta. Desde 1989 fui dos veces diputada provincial, cinco veces legisladora nacional y dos veces presidenta de los argentinos electa por el voto popular.
En 2016, por primera vez en mi vida, fui citada a declaración indagatoria. Sin embargo, al momento de escribir estas palabras ya llevo 15 indagatorias: 12 pedidas por Claudio Bonadio –el juez de la servilleta–, de las cuales diez fueron impulsadas por el fiscal Carlos Stornelli... Y algo inédito en la historia judicial argentina y creo que mundial: me obligaron a brindar ocho declaraciones indagatorias en un mismo día, durante la mañana, y además, la citación fue justo para el cumpleaños de Néstor. Sin embargo, la más insólita de esas causas es la que me acusa de haber cometido un delito porque, durante uno de los allanamientos arbitrarios e ilegales que Bonadio realizó en mi hogar de El Calafate en busca de bóvedas y millones de dólares, solo encontró el original de una carta escrita por José de San Martín a Bernardo de O’Higgins en 1835 y el prontuario del ex presidente Hipólito Yrigoyen. Sí...
Fueron a buscar dólares y solo se encontraron con mi pasión por la historia. Pasión que, por otra parte y como veremos a continuación, era conocida hasta en lejanas latitudes. (...)
Lluvia de abril
Mi regreso a Buenos Aires estuvo marcado por estos signos. Porque la historia parece volver a repetirse no solo con el “mismo amor, la misma lluvia” –como dice el tango Por la
vuelta– sino en sus vicios más oscuros: perseguir dirigentes opositores bajo la acusación de corrupción. La noche del 12 de abril del 2016, cuando llegué desde El Calafate por la citación a indagatoria de Bonadio, llovía torrencialmente. En Aeroparque me aguardaba una multitud de jóvenes. Tuve que traspasar un cordón de seguridad para poder acercarme a la gente que se había autoconvocado y a las agrupaciones que esperaban.
Había un cerco policial que no pudo impedir que se acercaran a tomarse fotos conmigo y a saludarme, incluso los empleados del Aeropuerto. La verdad es que nunca me habían dejado sola. Esa noche dormí en mi departamento de Recoleta. Preparé junto a mi abogado, Carlos Alberto Beraldi, la presentación judicial que debía hacer en el juzgado de Bonadio por la causa del dólar futuro. El 13 de abril llegué temprano a la audiencia. Me acompañaron Oscar Parrilli, Eugenio Zaffaroni y mi abogado. Me emocionó el ascensorista, un hombre mayor, que me dijo: “Por favor, vuelva, que no quiero ser pobre otra vez”. En el pasillo del cuarto piso también me esperaban muchos empleados para saludarme con afecto y sacarse fotos. En el juzgado, Bonadio solo se asomó por una puerta y se quedó parado detrás mío. Todos estaban incómodos: la secretaria y el fiscal, Eduardo Taiano. La funcionaria judicial me leyó la acusación y después tipeó mi declaración.
Bonadio me acusaba de liderar una asociación ilícita conformada con mi ex ministro de Economía Axel Kicillof, el ex presidente del Banco Central Alejandro Vanoli y otros funcionarios, para provocar una pérdida a las arcas del Estado de cerca de 55 mil millones de pesos. Contesté que no había participado de ninguna asociación ilícita, sino que había sido titular del Poder Ejecutivo de un gobierno electo en dos oportunidades por voluntad mayoritaria del pueblo argentino, con el 46 y luego con más del 54 por ciento de los votos.
No acepté contestar preguntas. Hacerlo hubiera significado convalidar la arbitrariedad, la ilegalidad y la incompetencia plasmadas en judicializar políticas económicas para perseguir dirigentes opositores. Pedí que apartaran a Bonadio por mutua enemistad manifiesta. Yo ya lo había denunciado ante el Consejo de la Magistratura por su actuación en otras
Al momento de escribir estas palabras ya llevo 15 indagatorias:12 pedidas por Bonadio
causas. (...)
Para que se entienda: por un lado Bonadio decía que había delito en la celebración de los contratos del Banco Central, pero por otro autorizaba al mismo banco a pagarlos. ¡Una verdadera locura! Ningún miembro de nuestro gobierno celebró contratos de dólar futuro. Fueron ellos, los macristas: los que durante el 2015 habían hecho contratos de dólar futuro, los que cuando llegaron al gobierno devaluaron, los que ya en funciones pactaron los precios que recibirían por sus propios contratos y los que finalmente los pagaron. Los únicos beneficiados: ellos, los macristas, los de Cambiemos. Los procesados y sometidos a juicio oral: nosotros, los kirchneristas, los peronistas.
Es decir que no solo nos imputaban un supuesto delito que no se había consumado durante nuestro gobierno sino que, además, se admitía que los que sí lo habían consumado cobrando los dólares, luego de devaluar, no habían cometido delito alguno. Un verdadero espejo invertido: eran ellos los que habían contratado dólar futuro pensando que podían ganar las elecciones, fueron ellos los que devaluaron al llegar al gobierno y un domingo 13 de diciembre, en la Casa Rosada –con la contraparte privada–, acordaron el precio de esos contratos para finalmente ellos –siempre ellos– cobrarlos.
Mi abogado presentó un descargo que repasaba la causa que se había iniciado con una denuncia de los diputados de Cambiemos Mario Negri y Federico Pinedo, realizada el 31 de octubre de 2015, unos días después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. En ese preciso momento, Bonadio, con timing absolutamente electoral, no solo instruyó la causa a velocidad desconocida para el Poder Judicial argentino, sino que el 20 de noviembre, apenas dos días antes del ballottage que definiría el nuevo presidente del país, allanó el Banco Central con el propósito de iniciar una corrida bancaria para forzarme a una devaluación.