■ CRITICA El lugar del perro
El amigo
La trama de El amigo comienza cuando la protagonista, una escritora neoyorquina, recibe la noticia de que su mentor y amigo de toda la vida, un profesor y escritor reconocido, se suicida. A partir de allí comienza un texto falsamente autoficcional, por momentos dirigido a él, por momentos diario, digresivo, como parte del proceso de duelo. La reflexión sobre el pasado y la relación que mantuvieron ambos durante más de treinta años y que atravesó distintas variantes –amantes, amigos, confidentes, colegas– se materializa cuando, a modo de herencia, la protagonista decide hacerse cargo de un enorme gran danés ya viejo –la esposa del difunto no quiere ocuparse del perro– que su amigo había adoptado poco tiempo antes de suicidarse.
El libro deviene una reflexión sobre la vida litararia a través del recuerdo de la historia compartida. Las vidas de uno y otro han sido Autora: Sigrid Nunez Género: novela Otras obras de la autora: A Feather on the Breath of God; The Last of Her Kind y Salvation City; Siempre Susan. Recuerdos sobre Susan Sontag Editorial: Anagrama, $ 845 Traducción: Mercedes Cebrián
bastante diferentes: él, mujeriego, perseguidor de alumnas, se casó tres veces y obtuvo un cierto éxito como narrador. Ella ha vivido mucho más modesta y anónimamente y se mantuvo soltera.
Sobre este trasfondo, Nunez se ocupa, a través de esta relación, del machismo y la distribución del poder dentro del espacio literario, la vida universitaria y el éxito en el mercado. A través de esta falsa autoficción la narradora se sitúa en un punto muy sutil. Hacer el duelo por el amigo/ amante desata una cadena de observaciones y revelaciones siempre contenidas, nunca estalladas, sobre el devenir de estas cuestiones en las últimas décadas: se queja de la ingenuidad y pedantería de sus alumnos, del neopuritanismo en la vida académica, de la banalización de la literatura y la escritura.
El perro –artrítico, castrado, abandonado y heredado– va ocupando el centro de sus preocupaciones y decide acompañarlo hasta el final. El duelo deviene una manera elegante de despedirse de una figura central del espacio literario: el novelista o narrador como dueño de las ficciones –al menos de las que alientan pretensiones miméticas, que toma sus personajes de su entorno, que son las que considera Nunez.