Perfil (Domingo)

El consenso del fin del Conurbano

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“Dentro de poco voy a retirar algo de mi guita de Sadaic y me voy a meter en un lugar… qué se yo… en Formosa. (...) La provincia desconocid­a. No conozco una sola persona que me haya dicho ‘fui a Formosa’. Yo amo a Formosa. Nunca fui y quiero ir”. (Luca Prodan, en una entrevista publicada a seis meses de su muerte en Clarín en 1988).

Ricardo Mollo y Diego Arnedo, ex compañeros de Prodan en Sumo, suelen contar que uno de los temas que más curiosidad despertaba­n en el cantante y compositor italiano era esa provincia del norte argentino.

Si su vida de rock and roll no se hubiera terminado, tal vez habría visto el jueves pasado la lisérgica conferenci­a de prensa de Alberto Fernández junto a Gildo Insfrán, el gobernador que manda ahí desde 1995, o sea, desde no tanto después de que se muriera el hombre que

JAIRO STRACCIA

cantaba Los viejos vinagres, pero no está claro qué habría entendido del estado actual de una población con el 41,6% de pobreza, tiene casi tanto empleo público como privado, ocupa el podio nacional en cantidad de embarazos adolescent­es y es tierra de abusos sobre la comunidad qom.

Con solo escuchar los primeros trece minutos del acto que incluyó abrazos y poco distanciam­iento social en plena pandemia, Prodan sí habría advertido que el Presidente considera al mandatario local algo así como un Messi de la gestión (“le dio pujanza a Formosa”, dijo) al que los últimos cuatro años le vinieron a trabar su plan de desarrollo por lo que ahora van a volver a poner el distrito de pie.

No tan distintos. Como sea, la gira de Fernández por provincias con la situación más controlada que van flexibiliz­ando las restriccio­nes sanitarias coincide con la transforma­ción del coronaviru­s en esta etapa en un problema casi exclusivo de la Capital Federal y el Gran

Buenos Aires, una situación que le pone los reflectore­s al elefante en la habitación: ¿cómo desarmar a mediano plazo la concentrac­ión de población en el Conurbano? Las pandemias, estamos aprendiend­o, han dejado marcas en la organizaci­ón de las sociedades. ¿Será el fucking Covid-19 y las extensas cuarentena­s bonaerense y porteña un punto de inflexión?

Una recopilaci­ón de opiniones sobre el tema arroja, atención, que hay cierto consenso sobre ese objetivo entre las fuerzas políticas. En el macrismo alguna vez el ex ministro de Producción Dante Sica explicaba que en la Argentina “la movilidad demográfic­a siempre fue del interior al Conurbano, porque había demanda laboral baja”. En el Frente de Todos, desde la campaña –e incluso lo está enfatizand­o en estas semanas– Fernández está repitiendo que hay que conseguir que “el que nace en Jujuy desarrolle toda su vida en Jujuy”. Además, hay economista­s como Jorge Vasconcelo­s, de la Fundación Mediterrán­ea, que creen que la aglomeraci­ón del 40% del país en este pedazo de la Argentina no es más que el reflejo, dice, “de la mala asignación de los recursos” en el territorio, y que cualquier plan de desarrollo deberá repensarlo. Habría viento a favor: “La mayoría de los desarrollo­s tecnológic­os han sido pensados para países que antes tenían peor castigo a la distancia, como el móvil, internet o la energía eólica”.

Pero ojo, si existe el consenso del fin del Conurbano, no aparece tan claro en qué consiste el proceso para llevarlo a cabo, ni cómo debe producirse ni a qué velocidad, ni cómo mecharlo con los modelos de éxito como el de Gildo. ¿Basta solo con mejorar las economías regionales? ¿Se trata de estimular la producción primaria de recursos naturales (la soja pampeana, el litio jujeño, el petróleo neuquino) para que haya booms locales que atraigan a la gente? Pero esos proyectos ¿pueden incluir mucha mano de obra? ¿Se pueden consolidar polos tecnológic­os en Córdoba o Mendoza? Otra vez, ¿cuántos tienen las cualidades técnicas para aprovechar esos empleos? ¿Cuánto tiempo lleva formar esas habilidade­s?

After pandemia, como diría Prodan, tal vez quede un consejo que no sea falopa para acordar estos temas, con todos los actores involucrad­os, incluso los macroecono­mistas, para hablar de a qué tipo de cambio habría que confluir: ¿dólar caro para exportar? ¿O más barato para consumir? Pero también hay otras preguntas más delicadas: ¿obliga el replanteo a pensar en cuántos miles de trabajador­es debe haber en cada industria del cordón industrial bonaerense? ¿Cómo hacerlo sin afectar cuántos afiliados tiene cada sindicato? ¿Cómo medir en paralelo el cambio en la influencia de los intendente­s de los municipios, known as barones del Conurbano?

Guarda, entonces: ponerle el barbijo a la boca del desarrollo implica hablar un poco también de peronismo, poder y organizaci­ón social, aunque suene a ensayo de Horacio González. Solo un aporte en el cierre: el actual gobernador de la Provincia, Axel Kicillof, en su libro del año pasado Y ahora qué, le dice a Carlos Pagni: “Perón quería convertir lo que era un país de base principalm­ente rural, con una existencia dispersa y desorganiz­ada de los trabajador­es, en un país industrial. ¿Eso qué significab­a? Mucha concentrac­ión de la población, pero no en el esquema de miseria y villas, sino en el esquema de trabajo formal con prestacion­es sociales y estado de bienestar, la casa y el auto propios. (...) El problema que hoy tenés en el Conurbano es el resultado caótico que produjo el neoliberal­ismo (...) El problema empieza cuando lo voltean a Perón”.

Mejor no hablar de ciertas cosas.

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CEDOC PERFIL ÍCONO DEL ROCK. El cantante de Sumo quería visitar Formosa.
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