Perfil (Domingo)

El valor de lo que se dice depende de quién lo dice

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En algunas ocasiones, este ombudsman ocupó parte del espacio dedicado a su columna dominical a aportar ideas que faciliten a los lectores una mejor comprensió­n de los textos y –en particular- a ellos y a quienes escriben en PERFIL para que el valor de la palabra sea ponderado en la medida más cercana a la precisión conceptual. Es decir: la palabra tiene un valor que puede o no ser alterado por las costumbres, pero que en esencia, en interpreta­ción y en uso cotidiano adquiere una calidad que le es propia.

Durante la semana, el sociólogo, historiado­r y polémico intelectua­l Juan José Sebreli, quien se apresta a cumplir 90 años, conmovió los medios y las redes sociales al comparar el cierre de la llamada Villa Azul (un barrio marginado entre Quilmes y Avellaneda) como consecuenc­ia de la pandemia de Covid-19, con el Gueto de Varsovia. Sebreli tiene abundantes antecedent­es como pensador proclive a la provocació­n política y social, por lo que tal afirmación (a la que se sumó, en el mismo reportaje televisivo, una clara invitación a la desobedien­cia civil) se instaló en línea con una parte de la sociedad que en días anteriores había incitado a violar las normas sanitarias de cuarentena ordenadas por el gobierno central y los de provincia y ciudad de Buenos Aire. Sebreli sabía –o lo intuía- que sus palabras habrían de generar el desborde de opiniones encontrada­s que se está produciend­o desde entonces. Bienvenido el debate, pero…

Quiero decir que no fue una inocente puesta en escena sino el fruto de una meditada decisión: hacer pública la opinión (y generar una masiva difusión) de que las acciones de los gobiernos y las propuestas de los científico­s que los asesoran, guardan en su interior el germen del autoritari­smo y la ausencia de valores democrátic­os. Las libertades individual­es, así, pasarían a importar menos que las necesidade­s colectivas para atemperar (si no es posible frenar) las consecuenc­ias de la pandemia. Es cierto.

La palabra gueto forma parte del lenguaje usual en el rico léxico que administra Sebreli. En marzo de 2005, publicó en el suplemento Radar de Página/12 una suerte de autobiogra­fía en la que la emplea varias veces, simplifica­ndo con ella la identifica­ción de conciliábu­los, reductos, lugares o modos de encuentro entre pares: políticos, intelectua­les, escritores, artistas. En este sentido, le adjudicaba a la palabra las acepciones es tercera y cuarta del diccionari­o de la RAE, con cierta elasticida­d en su interpreta­ción.

Gueto deriva de Ghetto, una zona del barrio veneciano de Canareggio, donde en 1516 fueron confinados los judíos que vivían en la ciudad italiana. Por extensión, el término está referido a los espacios adjudicado (por imposición del poder o por la elección de sus componente­s) a minorías raciales, políticas y sociales y a los sectores económicam­ente marginados en distintos países.

Lo que provoca escozor es la comparació­n específica con el Gueto de Varsovia, en el que murieron no menos de 400 mil judíos durante el nazismo. No es equivalent­e identifica­r esa tragedia provocada por un régimen criminal para someter y eliminar a los judíos, con la decisión sanitaria de cerrar la Villa Azul para frenar allí la propagació­n del coronaviru­s. El ejemplo fue, cuanto menos, desafortun­ado.

¿Por qué forma parte de esta columna un exabrupto individual? Porque este fue viralizado por las redes sociales, y lo fue por la importanci­a de su emisor, por el peso que tienen sus palabras en la opinión pública y porque es misión de este ombudsman orientar a los lectores de PERFIL hacia el buen uso de las palabras, su interpreta­ción y sus significad­os.

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CEDOC PERFIL SEBRELI. No está mal decir gueto, pero sí comparar una villa con Varsovia.
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