Perfil (Domingo)

NOTA DE TAPA

-

En España, dice Dobry, los escritores latinoamer­icanos tienen mayores chances de participar en el campo intelectua­l que en países donde el español no es la lengua oficial. “A cambio, tiene el riesgo de que el deslizamie­nto de un registro a otro (del argentino al peninsular) es continuo, no discreto. Es decir, no hay un momento en que uno diga: ‘dejo de escribir en castellano y paso al francés’ o ‘me mantengo fiel a la dicción de mi pago chico’, sino que hay una cierta zona de transición entre dos registros de la misma lengua”. Dobry mantiene el voseo en sus poemas, “porque me parece un modo de poner una marca, como una clave en sentido musical” y mantiene una relación consciente con la palabra coloquial, sin querer escribir como se habla.

Escribir en una lengua y hablar en otra “te obliga a una doble vida”, dice Ariana Harwicz: “Antes estaba en el centro de una familia francesa, casada con un francés, en un medio muy francófono, entonces mi ejercicio clandestin­o era escribir en castellano; ahora estoy en pareja con un escritor argentino y hay un regreso a la argentinid­ad y mi vida es en español, salvo cuando voy al supermerca­do”. Para Lombardo, profesor de literatura latinoamer­icana en la Universida­d de Saboya, vivir en un contexto francófono y escribir en castellano tuvo un efecto revelador: “Hizo que me diera cuenta de la potencia de la negación. Creo que Nabokov decía que una buena biblioteca es aquella en donde no había ningún libro de Jane Austen: en las renuncias, en las negaciones, en los caminos que uno no toma se filtra el estilo”.

Las lenguas, observa Harwicz, son lugares donde esconderse, puntos de observació­n para situarse como francotira­dora, aunque con pocas esperanzas de ser escuchada del otro lado. “Las uso como cartas de clandestin­idad, como si fuera un doble agente en una cultura y en otra –explica–. Cuando no quiero que me entiendan hablo en otra lengua y me permito criticar muchas cosas de Francia, aunque sé que los franceses no lo van a leer”.

En enero, Editions du Seuil publicó Créve, mon amour, la traducción de su novela Matate, amor. Harwicz fue a buscar ejemplares a una librería pero no los encontró junto a los autores franceses de la editorial sino en una mesa mucho menos visible de autores extranjero­s. “Me hubiera gustado que el libro tuviera una presencia que no puede tener porque soy extranjera –comenta Harwicz–. Es muy fuerte, porque yo vivo en Francia desde hace más de diez años y no lo siento tan así”.

Un ruido productivo. En 2015, Schweblin comenzó a trabajar con talleres literarios en Berlín, y la torre de Babel se rearmó en su casa con hablantes de la lengua que provenían de distintos países latinoamer­icanos. “Cada uno llega con su español como cada uno llega con su voz y hasta con su punto de vista sobre el mundo, y esas son cosas que no se tocan. Generaba mucho ruido, pero un ruido productivo. A veces alguien terminaba de leer su texto y todos levantábam­os en el aire listas con decenas de palabras que no habíamos entendido. Pero siempre fue un ruido que jugó a favor, que ampliaba, que nos ayudaba a pensar y concientiz­ar de una manera muy fuerte el español propio”.

El ruido de las lenguas en la traducción. La voz propia, dice Zaidenwerg, “es una ficción que se va construyen­do, a veces con esfuerzo y con el tiempo, y otras de manera más precoz, y que tiene que ver con la repetición y variación de ciertos ritmos, temas, palabras”. En su último libro, presentó una anPron, tología ficticia de trece poetas contemporá­neos de EE.UU., acompañado de entrevista­s imaginaria­s a esos autores. “En el prólogo uso la metáfora del prisma: lo que quería hacer –entre otras cosas– era una especie de autobiogra­fía refractada o descompues­ta en voces –explica–. No quisiera ver la escritura como un ejercicio de la identidad: escribo sobre todo para ser otrxs”.

La nostalgia no parece estar en agenda, ni los escritores se sienten lejos de casa. Patricio ganador del premio Alfaguara de novela en 2019 por Mañana tendremos otros nombres, cita al sociólogo Iain Chambers: “La migración es un viaje de ida, ya que no hay ningún hogar al que volver”, y explica que “el sitio del que te has marchado ha cambiado, tú mismo lo has hecho, quienes quieres ya no están o están de un modo distinto: no estoy seguro de ser capaz de comprender por qué algunos podrían desear que esto fuese de otra manera”. Por eso, aclara, “siempre voy a Argentina, nunca regreso”.

Pero en una lengua extranjera, observa Martín Lombardo, el propio nombre hace ruido: “Cuando me preguntan cómo me llamo enseguida tengo dos opciones, y cada vez me planteo cómo responder: o pronuncio mi nombre en castellano y el francófono entonces escucha un nombre de mujer, o pronuncio mi nombre en francés y enseguida el francófono escucha mi acento extranjero. Decir mi nombre ya produce una serie de preguntas en el interlocut­or: de dónde soy, qué vine a hacer a Francia, en dónde aprendí el idioma”. Las respuestas siempre son provisoria­s.

“Cuando te vas de tu país, la pregunta por la lengua, por el lenguaje y sus modos, se impone”, dice Lombardo

n

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina