Una de acción con más estilo que locomotora
Snowpiercer fue una trompada de cine y estilo, gentileza del ahora conocido mundialmente Bong Joon-ho, ganador del Oscar por su Parasite. Era un bólido de acción que tenía los mejores instintos del cine industrial que sabe andar sobre sus carriles paro obtener lo mejor de ellos. La serie sacrifica el poder del cine, a cambio de una mejor explicación y una, quizás, trivialización de la idea de un tren apocalíptico donde sí o sí deben vivir en diferentes clases sociales (representadas por vagones, que van desde los que viven en la cola hasta el lujo ABC1 de los vagones más cercanos a la locomotora). Pero lo que se logra aquí es, ya que se trata de adaptación de adaptación (película adaptada del cómic llevada a una serie), es un desarrollo de personajes (en el film original todo estaba más cerca de la feliz caricatura del cine de los años 80 bien engrasado y efectivo). Y suena a un mal trueque, pero al menos si consideramos es la tercera vez que la historia del tren es una nueva variante donde recorrerlo (digamos que el milagro de Bong Joon-ho es excepcional, en el medio que fuera).
Aquí el punto fuerte es un solo nombre, mientras el resto lidia con transmitir algo, sea furia, opresión o cansancio. No es que fallen, pero la potencia de Jennifer Connelly en este rol es mejor que lo que el cine le ha morbosamente ofrecido en los últimos años, aprovechando poco y nada su modo gélido de ser inaccesible. Aquí, como la persona que está a cargo del tren, la voz del fundador y responsable de esta idea, Connelly disfruta el mejor rol que ha tenido en décadas. Y lo sabe, no le esgrime un poco de piedad a cada segundo. Obvio que eso implica patinadas, excesos, pero lo cierto que el gran acierto de la serie se da a la hora de su villana, que es y no es tal. Ahí se permite el realismo que desaparece en otros actores (la clase alta peca por actuaciones que saturan lo que se espera de ellos), ahí se permite la licencia de mostrar las consecuencias de elegir lastimar a alguien y algunas ideas un poco vanas pero al menos enganchadas sobre el poder. La serie tiene su furia, su fuerza, su inventiva y hasta su referente, pero es Connelly su locomotora y su tracción: cuando ella desaparece de escena, todo se siente una película de los años 90 a la que contaron cómo se hacen las series.