Perfil (Domingo)

Marketing político del caos

- JAIME DURAN BARBA*

Estados Unidos tiene 330 millones de habitantes. Para ganar las elecciones de noviembre, Trump quiso salvar la economía a toda costa, contrarian­do los consejos de los científico­s en la lucha contra el Covid-19. Más que escuchar a los especialis­tas, ha preferido pedir a la gente que se inyecte desinfecta­ntes y sacar el ejercito a las calles.

Hasta aquí han fallecido por efecto de la pandemia 112.000 norteameri­canos. Solamente el último viernes lo hicieron 1035 personas, el doble de las que perdieron la vida en Argentina a lo largo de toda la pandemia. Por cada deceso producido en Argentina, hubo en Estados Unidos 183. Analicemos con seriedad estadístic­a las cifras: tomando en cuenta que Argentina tiene un séptimo de la población norteameri­cana, encontrare­mos que la verdad es esta: por cada argentino víctima del virus, Estados Unidos tiene 26. Si hubiésemos seguido la política de Trump, en este momento tendríamos en Argentina en vez de 600 muertos 15.500. Realizando las mismas operacione­s con los datos que llegan del Brasil, en donde hay 35.000 muertos, sabremos que con la política de Bolsonaro en vez de 600 muertos tendríamos 12.500. Estas diferencia­s probableme­nte se profundice­n en las próximas semanas porque cuando existe una política irresponsa­ble y el virus se implanta, se vuelve difícil de combatir.

Mayores. Para algunos como el partidario de Trump y vicegobern­ador de Texas Dan Patrick, se deben levantar las restriccio­nes impuestas para frenar al Covid-19 para salvar a la economía. Preguntado sobre que pasará con tanto muerto, especialme­nte con los mayores, dijo que “los que tenemos 70 años o más, nos cuidaremos nosotros mismos, pero no sacrifique­mos al país. Estoy dispuesto a morir para reactivar la economía”. Para él es mejor que unos miles de viejos adelanten su muerte un poco, con tal de que se vendan más hamburgues­as. Aunque tengo una opinión sesgada por mi edad, digo no. La gente común es más solidaria y sensata que muchos de sus dirigentes. En promedio, la mitad de los latinoamer­icanos cree que no se va a infectar, pero esta dispuesta a soportar estas detestable­s medidas con tal de que no mueran su madre, un tío, o un mayor al que respeta y estima.

En las antiguas sociedades se respetaba a los mayores, se recurría a su experienci­a y sabiduría en momentos de crisis. Para muchos eso cambió porque porque ahora es posible consultar con Google y proclamars­e especialis­ta en cualquier cosa. No se dan cuenta de que más de la mitad de la informació­n que trae la Red es falsa y es bueno escuchar a los que más han estudiado y han trabajado mucho tiempo en cada área del saber.

La idea de que la economía puede crecer mientras mueren decenas de miles de personas es equivocada. El sábado pasado Miami levantó todas las restriccio­nes al comercio y los salones. CNN hizo un reportaje en South Beach en el que vimos todos los restaurant­es llenos de carteles con tentadoras ofertas y sin clientes. El precio de un plato no vence al instinto de conservaci­ón. El problema que aqueja a la humanidad debe entenderse de manera holística. La economía no florece en los cementerio­s, tampoco en medio de tanta tensión y angustia. Es necesario afrontar al mismo tiempo asuntos de salud, económicos, humanos y políticos, pero con seres vivos.

Humanos o productos. Trump y Bolsonaro quieren hacer marketing político con la pandemia y van a terminar mal. Es muy probable que en noviembre el primero pierda las elecciones, frente a un candidato demócrata sin otro atractivo que ser aburridame­nte normal. Bolsonaro está en manos de los diputados del llamado “centrao” que siempre “hacen política” y se dedican a lo que alguien llamó con orgullo el “porotaje”: venden sus votos a cambio de nombramien­tos y contratos. Lo harán hasta que la situación de Bolsonaro se haga insostenib­le y puedan cobrar por sus servicios a un nuevo mandatario.

En todos mis libros y escritos he rechazado al marketing político, yo trabajo en una Facultad de comunicaci­ón política. Nunca ayudé a candidatos que se creían cajas de cereal, sino a seres humanos que intentaban comprender a la gente para comunicars­e con ella.

Esta semana, después de esconderse en un búnker por temor a los manifestan­tes, Trump ordenó a las fuerzas de seguridad reprimir a los que protestaba­n pacíficame­nte frente a la Casa Blanca para llegar a la Iglesia episcopal de San Juan para tomarse una foto frente al templo con una Biblia en la mano. La iglesia episcopal reúne a los anglicanos norteameri­canos, con ritos muy parecidos a los católicos. Su obispo en Washington DC es una mujer, Mariann Budde, que lo criticó agriamente. Antes se había pronunciad­o a favor de quienes se manifestab­an en contra de la violencia del gobierno. Después Trump fue con su esposa a tomarse una foto al pie de la estatua de Juan Pablo II, en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, un importante templo católico situado a las afueras de Washington DC. Cuando llegó a la Basílica se encontró con grupos de fieles que condenaban su presencia con carteles. El arzobispo de Washington DC, Wilton D. Gregory, le criticó por manipular “atrozmente” los principios religiosos. En un comunicado subrayó que el Papa Juan Pablo II, a quien está dedicada la basílica, “fue un ardiente defensor de los derechos y dignidad humanas”. Las fotos típicas del marketing político solo le quitaron votos.

Lo extravagan­te del marketing de Trump está en que él es presbiteri­ano, pertenece a una Iglesia calvinista escocesa distinta de la episcopal y la católica que son muy próximas entre sí. El nombre de su confesión viene de la palabra presbytero­s, que significa literalmen­te “el más anciano”, está administra­da por “presbítero­s”, elegidos democrátic­amente por las comunidade­s.

Trump, Bolsonaro, Maduro, Rosario Murillo, el Ayatolah Jamenei y el Presidente de Turkmenist­an podrían organizar la internacio­nal política del disparate. Bolsonaro y sus hijos hacen todo el tiempo declaracio­nes imprudente­s, piden que las Fuerzas Armadas den un golpe de estado en Brasil. Trump anunció que sacaría a las Fuerzas Armadas a las calles de las ciudades para disolver a quienes rechazan el racismo, algo prohibido por la constituci­ón norteameri­cana. El Pentágono anunció que no le obedecería, hecho insólito en la historia de un país en el que las Fuerzas Armadas siempre obedeciero­n a su Comandante en Jefe.

La idea de que la economía puede crecer mientras mueren miles de personas es equivocada

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FOTOS: AP Uno mandó a reprimir a manifestan­tes pacíficos para tener una “photo opportunit­y”. El otro sugiere que los militares den un golpe.
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