Perfil (Domingo)

Shakira contra los fantasmas

- JAIRO STRACCIA

El 11 de abril, cuando exp lo taba e l escándalo de las compras de alimentos con sobr e - precios a un grupo de distribuid­ores en el Ministerio de Desarrollo Social, se encontraro­n por primera vez. El Presidente recibió en Olivos a Luis Pérez Companc, cabeza hoy del gigante alimentari­o Molinos y, claro, portador de un apellido que es sinónimo de establishm­ent argentino.

Charlaron en un marco de mutua convenienc­ia. Alberto Fernández necesitaba mostrar interés en que compañías de primera línea provean al Estado y el CEO tendía un puente con un oficialism­o que siempre puede deparar sorpresas. Así dieron comienzo a un vínculo que continuó el 15 de mayo con la compra directa a Molinos de 340 mil envases de aceite de 900 centímetro­s cúbicos a $ 52 cada uno, por 17,6 millones de pesos, días después de que la empresa difundiera que “acumula pérdidas producto de mayores costos no trasladado­s a precios”.

Y siguió el lunes pasado, cuando el jefe de Estado se fue hasta Pilar a inaugurar el Hospital Solidario Austral hecho con aportes de casi cuarenta empresas y agradeció especialme­nte a la fundación de la familia. Fue en un acto donde repitió el hit de “nadie se salva solo” del papa Francisco frente a Víctor Urrestaraz­u, vicario en la Argentina del Opus Dei, una orden siempre cercana a la dinastía de Gregorio Pérez Companc, que aún ostenta una fortuna de US$ 1.700 millones según la última actualizac­ión del ranking de billonario­s de Forbes.

Hay que recordar que “Goyo” se retiró en 2009 del día a día de los negocios y cedió el 75% del paquete accionario a sus hijos, que desde entonces dividieron el holding de alimentos entre consumo masivo y producción a granel y potenciaro­n los servicios petroleros con la recompra de la vieja Skanska, entre otras jugadas donde priorizaro­n estar lejos del sector público, al menos hasta estas semanas.

El miércoles, de hecho, Pérez Companc se sentó a tres sillas del Presidente en el encuentro en Olivos sin barbijos ni mujeres que justamente buscaba aceitar (cuac) la relación con una colección de nombres de dueños del capital en la Argentina. Estaban desde Luis Pagani (Arcor) hasta Marcos Bulgheroni (PAE) pasando por Javier Madanes Quintanill­a (Aluar) y Roberto Murchison (de la homónima empresa de logística), además de gerentes top como Sergio Kauffman (Accenture), Daniel Herrero ( Toyota) o Mariano Bosch (Adecoagro), y el titular de la Unión Industrial Argentina, Miguel Acevedo, que también es ejecutivo y cuñado del dueño de Aceitera General Deheza, Roberto Urquía.

A pura cintura de Shakira, Fernández completaba con ese encuentro una coreografí­a dedicada a t ransmi t i r el mensaje, como les dijo, de que su gobierno no es “anticapita­l privado”. Podrá haber impuestos a las grandes fortunas pero “son iniciativa­s de Diputados”, como responde siempre el mandatario; podrá haber tuits de legislador­es que hablen de participac­ión estatal en las empresas pero dirá que habló con Máximo Kirchner “y no forma parte de la agenda del bloque”, como les explicó a los hombres de negocios; podrá haber blogs con listas de “fugadores” que compraron dólares legalmente en el macrismo, pero para él no son un tema al punto que los recibe en Olivos para escuchar quejas de que las últimas restriccio­nes del Banco Central al acceso de divisas les puede complicar la producción.

Y también, podrá haber momentos donde a Fernández se le sale la cadena –como les dijo con otras palabras– y tuitee que Techint es una empresa de miserables por haber cesado 1.400 contratos en construcci­ón al comienzo de la cuarentena. Lo loco es que ese episodio que a todas luces puede parecer menor sea el que todavía le cueste más remar en su relación con Paolo Rocca, el referente del holding que estudió Ciencias Pol íticas y suele cocinarle pastas en su casa a sus invitados cuando quiere agasajarlo­s.

Es cierto que Rocca no asistió al convite porque tenía que presidir la reunión de directorio global de Tenaris, pero también lo es que al empresario le había saltado la tanada contra Fernández y en especial contra los Pérez Companc por no reconocerl­e que puso $ 60 millones y “horas de ingeniería” para aquel hospital solidario de Pilar, cuya inauguraci­ón siguió en el anonimato de la tercera fila.

Desde el Gobierno y la empresa deslizan que habrá fumata blanca entre ambos más temprano que tarde, pero deberán ser cuidadosos. Esta semana Techint ofreció mandar a Olivos al lobbista de los trajes blancos, Luis Betnaza, pero fue vetado por el Gobierno por haber admitido pagar sobornos en la causa de los cuadernos, que se ve que para no todo el Frente de Todos fue una persecució­n y fotocopias y bla.

Las ganas. Techint, además, venía de devolver la ayuda estatal para pagar salarios porque, explicó, se habían incorporad­o condicione­s que limitaban su operatoria financiera internacio­nal. La necesidad de ayuda en las empresas en esta malaria inédita choca en algunos casos con las miradas del país que sueñan sus accionista­s y gerentes. Lo saben en el sector de la salud y las prepagas, que habían puesto el grito en el cielo cuando se esbozó la idea de un control estatal generaliza­do pero no dijeron ni mu cuando hace diez días Jefatura de Gabinete incluyó hasta la Clínica Los Arcos y el Sanatorio La Trinidad de Palermo en el programa de pago de sueldos con fondos públicos.

A propósito, con seis meses del nuevo gobierno, en plena crisis por la cuarentena y la pandemia, algunas cámaras del viejo Foro de Convergenc­ia Empresaria­l que acompañó el gobierno de Cambiemos intenta canalizar esos enojos y visiones del mundo que sazonan el vínculo entre empresario­s y Gobierno. Se ve que ya fue hacer catarsis en chats de papis de la economía. Ahora están armando un think tank para forjar cuadros técnicos y políticos como lo hizo la Fundación Mediterrán­ea en los 90 y esperan hasta tener un programa económico propio para sumar al debate público.

En ese mundo enrevesado pareciera querer desembarca­r el ministro de Economía,

Alberto Fernández transmitió a empresario­s que su gobierno no es “anticapita­l privado”

Rocca aportó 60 millones de pesos para el centro de salud que inauguró el Presidente

Martín Guzmán, que se la juega en la negociació­n con los acreedores pero no quiere quedar preso de ser solo un secretario de Finanzas. En los últimos quince días se dio un baño de pymes al visitar una fábrica de calzado en Mataderos, con posteo en su flamante Instagram incluido, poco después de debutar en el círculo rojo con un Zoom que le armó Miguel Galuccio para que tenga roce con popes que no había visto nunca en su vida.

Más allá de cómo le vaya en el frente externo, el desafío local es gigante. Solo en abril hubo un millón de trabajador­es formales que dejaron de recibir aportes de sus empleadore­s. No es destrucció­n de empleo, pero sí una señal de alerta. “Se puede tomar como un universo de empleos en riesgo”, explica Luis Campos, del Observator­io de la CTA Autónoma. Si va a meter la cuchara en esos temas que hoy acaparan otros ministros como Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) y Claudio Moroni (Trabajo), Guzmán va a tener que hablar. Durante la reunión con los dueños en Olivos, no abrió la boca en todo el encuentro.

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CEDOC PERFIL TAPABOCAS. Paolo Rocca recorrió el Hospital Solidario Austral.
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