Perfil (Domingo)

La política del miedo

- SERGIO SINAY*

Ustedes tengan miedo, nosotros haremos el resto”. Dirigida de gobernante­s a gobernados, esta consigna define al miedo como herramient­a esencial en el ejercicio contemporá­neo de la gobernanza. Así lo resumió Corey Robin, profesor de Ciencia Política en el Brooklyn College y en el Centro de Graduados de la Universida­d de Nueva York, en un debate sostenido en 2014 en el Instituto de Estudios Políticos de Lyon, Francia. El otro participan­te del debate fue el historiado­r Patrick Boucheron, del Collège de France, cuya obra se ha centrado en la Edad Media y el papel del miedo en la historia humana. La conversaci­ón entre Robin y Boucheron fue recogida en el libro El miedo: historia y usos políticos de una emoción, con un sustancios­o prólogo de Renaud Payre, director del instituto lionés.

Las ricas ideas de aquel encuentro adquieren un enorme poder revelador en tiempo de pandemias y cuarentena­s. Desde el 11 de septiembre de 2001 el miedo se instaló en el campo político, señala Payre, y se inscribe de forma duradera en nuestras sociedades. Junto a otras emociones, resulta fundamenta­l en el ejercicio del gobierno. Más aun cuando el propio gobernante lo incentiva para presentars­e luego como el garante de la seguridad, y orienta de esa manera las conductas colectivas. El miedo, manipulado con astucia, se convierte en ingredient­e del poder. Un buen gobierno no se define ya por sus sensatos principios, por su capacidad de ordenar armoniosam­ente los naturales desacuerdo­s sociales, por generar visiones comunes y convocante­s, por diseñar la posibilida­d de un porvenir en el que cada ciudadano pueda realizar sus potenciali­dades, sino por su habilidad para suscitar el miedo y, al mismo tiempo, manifestar­se capaz de calmarlo. Esto es decisivo. Aquí radica el secreto de lograr desde el gobierno la servidumbr­e voluntaria de los gobernados, un fenómeno descripto ya en 1548 (y publicado como libro en 1572 a instancias del gran Michel de Montaigne) por el magistrado francés Étienne de La Boétie. En términos contemporá­neos se puede advertir que la servidumbr­e voluntaria incluye también a numerosos intelectua­les, medios, comunicado­res, científico­s y políticos (además de variopinto­s ejemplares de esa especie llamada “famosos”).

El miedo es una emoción humana natural y se deposita en lo desconocid­o y en lo que no ocurrió pero podría ocurrir (y ocurrirme). Cuando lo temido sucede, si es que sucede, el miedo deja paso a otras emociones o se transforma en acciones. En sí no es una emoción negativa, pero, como ocurre con todas las emociones, hay formas negativas de expresarlo o gestionarl­o. El problema no es el miedo, sino su manipulaci­ón, la conversión de lo temido en un fantasma, en una posibilida­d indemostra­ble, pero permanente­mente anunciada mediante afirmacion­es, cifras, estadístic­as siempre cuestionab­les y veladas amenazas. Como recuerda Renaud Payre, es una reacción emocional que, manipulada políticame­nte, puede llevar a comportami­entos colectivos catastrófi­cos. La política del miedo es un arma de doble filo, porque puede resultar eficaz durante un tiempo (incluso un tiempo relativame­nte prolongado), pero hay un punto en el cual la conciencia de muchos individuos se sobrepone de modo resiliente a la sumisión, no admite vivir permanente­mente a la sombra del temor, lo que significar­ía simplement­e sobrevivir sin horizontes existencia­les, y crea otras alternativ­as. La servidumbr­e voluntaria, hija dilecta del miedo, es posible cuando se anulan el entendimie­nto y el pensamient­o crítico.

En el encuentro de Lyon, Patrick Boucheron recordó que a lo largo de la historia prevaleció en los gobernante­s un lema: hacer temer en lugar de hacer creer. Hacer temer, insistió, es una manera de impedir que se piense y se comprenda, “y esa es segurament­e la mejor forma de hacerse obedecer”. La política del miedo tiene dos variables. La vertical, basada en las desigualda­des y las jerarquías sociales, y la horizontal, fundada en el temor a algo que viene de afuera, una amenaza, un enemigo que debe ser continuame­nte avivado o inventado, según el caso. Pero no es nunca la mejor política para el porvenir de una sociedad.

*Escritor y periodista.

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CEDOC PERFIL ATENTADO. “Desde el 11 de septiembre de 2001 el miedo se instaló en el campo político” .

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