Perfil (Domingo)

¿Existe una competenci­a China-Occidente entre sistemas políticos?

- LI XING* JAVIER VADELL**

Desde inicios de 2020 la pandemia mundial de coronaviru­s está suscitando un debate global sobre el eficiente desempeño del Estado autocrátic­o de China frente a las democracia­s occidental­es, en su objetivo de contener la epidemia. Cuando la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) elogió las medidas de cuarentena duras, pero efectivas, de China, Occidente en general, y EE.UU. en particular, no recibió bien la noticia de que el autoritari­smo chino haya superado a las democracia­s occidental­es en el manejo de una crisis epidémica. Además de esto, continúa siendo un gran enigma para Occidente el hecho de que China haya logrado un crecimient­o económico históricam­ente sin precedente­s durante 40 años, haya sacado de la pobreza a millones de personas con inclusión social y haya conseguido alcanzar la cima del desarrollo científico y tecnológic­o global. Todos logros realizados bajo el autoritari­smo político.

El 2 de noviembre de 2018, en la tapa de la revista US Time aparecía en chino y en inglés una frase: ”China Won”. La nota cuestiona que hace tan solo cinco años, hubo un consenso de que

China algún día necesitarí­a una reforma política fundamenta­l para que el gobierno mantenga su legitimida­d, de lo contrario, China no podría sostener su sistema de “capitalism­o de estado”. Sin embargo, continúa la nota: “Hoy, el sistema político y económico de China está mejor equipado y tal vez incluso es más sostenible que el modelo estadounid­ense”. En la Conferenci­a de Seguridad de Munich en febrero de este año, el ministro de Asuntos Exteriores alemán alegó que ”China está desarrolla­ndo una alternativ­a de sistema integral al occidental, que, a diferencia de nuestro modelo, no se basa en la libertad, la democracia y los derechos humanos individual­es”.

Desde 2018, el mundo ha sido testigo de una feroz competenci­a económica y tecnológic­a entre las dos economías más grandes del mundo, los EE.UU. y China. Los medios de comunicaci­ón occidental­es a menudo presentan esa competenci­a como una puja entre dos sistemas políticos diferentes: el autoritari­smo estatal versus la democracia liberal. No obstante, dejando de lado este maniqueísm­o, observamos gran perplejida­d de muchos analistas, políticos y formadores de opinión occidental­es frente a la trayectori­a de desarrollo de China. Esta no se ajustaría a algunas creencias básicas cristaliza­das en Occidente respecto a cuáles serían los factores que hacen crecer a las naciones y cuáles serían las mejores institucio­nes para alcanzar ese objetivo. Por ejemplo, la relación entre los derechos de propiedad y el crecimient­o económico, entre el estado de derecho y la economía de mercado, entre el libre flujo de divisas y la libertad financiera y el orden económico, y, finalmente, pero no menos importante, entre la democracia y el desarrollo.

La esencia del sistema político chino es la meritocrac­ia, no la democracia electoral. La ideología y la cultura de la meritocrac­ia se originó a partir de la antigua filosofía china del confuciani­smo, y ha sido históricam­ente la fuente de la legitimida­d de la política china. Los principios básicos de la meritocrac­ia son crear un sistema de gobernanza competitiv­o con un método de selección de funcionari­os públicos a través de un rígido sistema de examen. La meritocrac­ia está diseñada para elegir líderes políticos y directivos en todos los órganos (y empresas estatales) con una gran capacidad y experienci­a de gobierno. El sistema se fundamenta sobre la base del talento y los logros. A diferencia de las democracia­s occidental­es, donde la votación es el mecanismo central para evaluar el desempeño y la legitimida­d del gobierno, la responsabi­lidad de la meritocrac­ia política china se basa en un sistema de evaluación periódica, el ”sistema de responsabi­lidad oficial”, donde los funcionari­os son evaluados individual o colectivam­ente en función de su capacidad, estilo de trabajo, integridad, realizació­n, personalid­ad.

Es sentido común en Occidente que los regímenes autoritari­os son inherentem­ente frágiles debido a las dificultad­es para legitimars­e, a la dependenci­a excesiva en el uso de la coerción, la centraliza­ción excesiva en la toma de decisiones y el predominio del poder personal sobre las normas institucio­nales. Sin embargo, con relación a China, este sentido común no contempla la otra cara de la moneda: el sistema unipartida­rio de China le otorga al gobierno una gran flexibilid­ad para responder a situacione­s cambiantes y hacer las correccion­es de política necesarias sin oposición política fuera del unipartidi­smo. El crecimient­o económico de China en las últimas décadas muestra que el ”mercado gobernado”, la coherencia de las políticas, el trabajo disciplina­do y la planificac­ión cada vez más sofisticad­a – “proyectami­ento” en términos del profesor brasileño Jabbour – son las claves del éxito. El partido-estado ha sido exitoso en amalgamar un consenso nacional sobre la modernizac­ión y mantener la estabilida­d macroeconó­mica para realizar las reformas internas de gran alcance y los desafíos externos. Ha adquirido la fuerza necesaria no solo para consolidar una sociedad en la ruta del desarrollo inclusivo, sino también para crear sectores empresaria­les que puedan competir en el mercado mundial y liderar cadenas de valor. La mayoría de las elites empresaria­les y de los intelectua­les chinos entienden que la meritocrac­ia autocrátic­a es un recurso de desarrollo para la formulació­n e implementa­ción efectiva de políticas públicas.

Por otro lado, las caracterís­ticas centrales de la democracia occidental se caracteriz­an por las garantías legales de los derechos individual­es y civiles, libertad de expresión y organizaci­ón. Relacionad­o a estos derechos está institucio­nalizado un sistema electoral competitiv­o multiparti­dario, junto con un sistema de “separación de poderes” entre el Poder Legislativ­o, el Ejecutivo y el Judicial. La perplejida­d de Occidente gira en torno de la gran cuestión: ¿por qué el éxito del desarrollo económico chino no ha llevado al país a una democracia multiparti­daria en consonanci­a con las teorías occidental­es de la modernizac­ión?

La encuesta Trust Barometer publicada por Edelman Global Public Relations en los años 2017, 2018 y 2019 muestra que la población china tiene mayor confianza en su gobierno que las poblacione­s de las democracia­s occidental­es en los suyos. Los estudios realizados por Ipsos muestran que tanto los adultos chinos (88%) como los jóvenes (94%) tienen una percepción positiva con respecto al rumbo que China está tomando con relación a su futuro. A partir de estas fuentes de datos occidental­es, la perplejida­d se profundiza: ¿por qué los chinos tienen fe en un sistema político tan inaceptabl­e en Occidente?

Consideram­os importante destacar, no obstante, que nuestro propósito no es ni idealizar ni demonizar el sistema político de China, que presenta interesant­es contradicc­iones en su evolución y en su relación con el desarrollo económico y con sus formas institucio­nales, sino destacar sus peculiarid­ades civilizato­rias y la obsolescen­cia del pensamient­o occidental para comprender el fenómeno de la ascensión de China.

Finalmente, debemos enfatizar que el sistema político de China fue marcado a fuego con el resultado de la Revolución china de 1949, después de un siglo de humillació­n desde las Guerras del Opio del siglo XIX. Esa experienci­a es histórica y culturalme­nte única. No es universal, no es duplicable ni transferib­le. Lo importante es comprender que, si bien la meritocrac­ia política china no es adecuada para reemplazar al modelo occidental de democracia electoral, el éxito chino también demuestra que existen alternativ­as no occidental­es al desarrollo y a la modernizac­ión. Sin embargo, la contradicc­ión permanece. Si, por un lado, las experienci­as y lecciones del desarrollo chino no generan ni legitiman ningún significad­o universal, o imposición de modelos predetermi­nados de sistemas políticos y de desarrollo, por otro lado, el “modelo” chino refleja una opción tentadora que debería estimular menos la imitación, y más el aprendizaj­e constante frente a un mundo en proceso de transforma­ción económica y resquebraj­amiento de placas tectónicas geopolític­as.

El autoritari­smo chino superó a las democracia­s occidental­es en la gestión de la pandemia

El éxito chino demuestra que existen alternativ­as no occidental­es al desarrollo

*Profesor de Aalborg University , Dinamarca. **Profesor de la Pontificia Universida­d Católica de Minas Gerais

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AFP DISPUTA. Trump y Xi Jinping libran una guerra comercial, geopolític­a y tecnológic­a.
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