Perfil (Domingo)

Intervenir a lo Nardelli

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“Es muy difícil chocar una cerealera, porque es un pasamanos: comprás los granos por acá y los vendés por allá. Encima, los comprás en pesos y los vendés en dólares. Salvo que desvíes esa guita, no hay manera”. Así describe un importante empresario del sector su percepción de la crisis de la empresa Vicentin, el gigante agroexport­ador que el Presidente decidió intervenir y expropiar la última semana.

El anuncio y la puesta en marcha de la medida más audaz del Gobierno parecieron dignas de la gerencia de los Nardellli, la rama familiar de Sergio y Gustavo que condujo la compañía en los últimos años, hasta dejar colgados del pincel a más de 2.600 acreedores por más de US$ 1.300 millones.

Porque el Poder Ejecutivo salió a la cancha bastante flojo de papeles. Por ejemplo, sin que hasta entonces la Secretaría de Legal y Técnica se hubiera interioriz­ado del tema. La presencia de Vilma Ibarra fue notoria en la noche del jueves, cuando los empresario­s se reunieron con Alberto Fernández tras una intensa gestión de Hugo Sigman desde Madrid. A propósito, otra vez el dueño del Grupo Insud y cercano al ministro del Interior, Wado de Pedro, arrima ejecutivos asustados a Fernández, como lo hizo con Marcos Galperín, allá por agosto. Bueno, el fundador de Mercado Libre terminó viviendo en Uruguay.

Además, tampoco se había consensuad­o la decisión de tomar el control de la empresa con el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, otro que entró en la foto del cónclave de Olivos y puso las palabras “escuchar alternativ­as superadora­s”, ahí donde en la rueda de prensa del lunes, la senadora por la Mendoza que vio crecer a José Luis Manzano, Anabel Fernández Sagasti, había puesto “expropiaci­ón” y “soberanía alimentari­a”.

Todavía no hubo a su vez un discurso oficial unificado sobre la razón última de las medidas. ¿Es un rescate de una empresa en problemas? ¿O existe la decisión de política económica de tener una empresa testigo en el mercado de los granos y de divisas? ¿O se buscaba cortar triangulac­iones de exportacio­nes por Paraguay? ¿O el objetivo es castigar las relaciones promiscuas de los accionista­s con el gobierno anterior?

JAIRO STRACCIA

Y para cerrar, las explicacio­nes no son claras sobre el timming de la medida en la recta final con los acreedores que te pueden usar cualquier excusa para pedirte un poco más si tenés un mango para inyectar a una cerealera. ¿No hubiera pedido el ministro de Economía, Martín Guzmán, que lo bancaran una o dos semanas? Se enteró por la tele, igual que todos.

“Estaban a punto de dejar de pagar los sueldos”, adujeron unos. “Iba a entrar Manzano vía la sociedad de bolsa Allaria”, tiraron otros. Pero también el jueves a la noche, el Presidente atribuía el apuro solo a que la banca internacio­nal estaba a punto de juntar el 40% de la deuda para hacer un cram dawn y quedarse con el control. Raro. El comité de acreedores extranjero­s celebró en un comunicado la eventual llegada del Estado, porque al menos habrá un bolsillo de payaso para ir a cobrar. Varios bancos además vienen de quemarse con el 80% que les cedió Molinos Cañuelas y que no le pueden enchufar a nadie.

En definitiva, no hace falta pasarse de editoriali­sta para entrever en la decisión sobre Vicentin como mínimo un reacomodam­iento de los equilibrio­s internos del Frente de Todos. Así como Fernández impone su criterio con fotos con Horacio Rodríguez Larreta cuando le llueven críticas de intendente­s, el kirchneris­mo originario le canta “remember me” con su agenda para la agroexport­adora. “Lo que vos creés que ves es lo que es”, resumió un hombre del oficialism­o sobre si esto era una idea más de Cristina Kirchner que del propio Fernández, que venía de mandar señales de “no soy de expropiar”. La cara de “qué hago acá” que tenía el Presidente al anunciar la intervenci­ón contrastó 1.000% con los gestos de “soy el fucking amo” que transmite cuando extiende las cuarentena­s y le moja la oreja a Suecia.

Pero como en todo, goles son amores. Si eventualme­nte termina habiendo gestión pública de Vicentin con socios privados a lo YPF en 2012 (antes los Eskenazi la nardelliar­on bastante, eh) o con participac­ión del gobierno santafesin­o como sugirió el vice del Nación, Matías Tombolini, todo lo anterior serán anécdotas del poder gelatinoso.

Será cuestión de ver si Gabriel Delgado, el intervento­r, resulta algo así como the new Miguel Galuccio, que de paso también se enteró por TV de que su pollo Sergio Affronti, actual CEO de YPF, deberá pensar cómo engranar la empresa de Avellaneda con la línea de negocios YPF Agro. Si no resulta, la Vicentin pública tranquilam­ente puede terminar siendo un reparto de sillas como arrancó hasta ahora la petrolera estatal, entre Sergio Massa, el Instituto Patria y la gente de Galuccio, todos en convivenci­a con ese personaje de historieta que es el secretario de Energía, Sergio Lanziani, amigo de Alberto.

Son debates de forma y fondo que irrumpiero­n mientras acelera el número de contagios de Covid-19 en un momento crítico de la cuarentena de la zona metropolit­ana, y con Guzmán tratando de cerrar la reestructu­ración de la deuda, dos temas que se cruzaron esta semana también de manera inesperada. La Fundación GEP se opuso ante el Instituto Nacional de Propiedad Industrial a los pedidos de seis patentes exclusivas de aplicacion­es terapéutic­as del remdesivir, uno de los medicament­os más promisorio­s contra el coronaviru­s. Las había pedido el laboratori­o Gilead, cuyo controlant­e es BlackRock, el acreedor más duro de la Argentina.

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