Perfil (Domingo)

Expectativ­a y decepción

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Quien busque sustancia no va a encontrar nada, en cambio hablar de expectativ­as puede resultar más productivo para el análisis.

Las expectativ­as se presentan en la sociedad en varios planos y de manera simultánea, lo cual las torna más complejas. El sistema del derecho establece con sus normativas expectativ­as de comportami­ento, que pueden cumplirse o no, y que en todo caso su desatenció­n somete a quien las incumple a una evaluación posterior desde el punto de vista de su legalidad o ilegalidad sobre la base de algún dictamen judicial. En otros casos, el paso del tiempo hace que las normas queden desajustad­as de las expectativ­as, por lo que se somete a una modificaci­ón en la normativa vigente para renovar las expectativ­as. Al mismo tiempo, en el mundo privado existen expectativ­as amorosas, en la intimidad de las parejas, para las cuales se espera un comportami­ento del otro que se ajuste a lo esperado, y en caso de desajuste, es decir cuando el comportami­ento no se alinea a la ilusión previa, se ofrecerá también como decepción. Sobre la política se tienen expectativ­as en términos de qué se puede esperar de ella, ancladas sobre todo en la mala imagen de los políticos y su considerac­ión como navegadore­s de la corrupción, lo cual produce que nadie espere de ellos cosas demasiado positivas. De este modo, las expectativ­as

LUIS COSTA*

nos orientan de una manera muy atractiva sobre la base en que se dispone la comunicaci­ón, es decir su punto de arranque. Pero ese arranque es en realidad constante, y las expectativ­as se actualizan. En algunos casos, eso es un problema serio.

La descripció­n de los procesos políticos, como de derecha o izquierda, una de las formas que tanto gusta por estos días, someten a desafíos en las expectativ­as de quienes los utilizan, ya que los mismos son planteados en términos esenciales, y la realidad los expone como relativos, aunque sean orientador­es de la comunicaci­ón. No se trata de si las ideologías forman parte o no de las alternativ­as comunicaci­onales dentro del sistema político, ya que se hacen presentes de múltiples maneras, pero indudablem­ente sobrecarga­n de expectativ­as de comportami­ento en los otros, así como en la misma descripció­n de fenómenos políticos, para luego caer en procesos de decepción o ajuste, exponiendo que las expectativ­as disponible­s requieren de demasiados parches. La política se orienta por la dicotomía operativa entre gobierno y oposición, y sobre la base de esa dinámica cruzada de identidade­s, las estrategia­s de derecha o izquierda son variables, graduales y hasta a veces alternadas. Si son tan flexibles, no son tan precisas y las aparicione­s en formato de decepción, por haberlas creído tan reales, someten a la exigencia posterior de infinitos ajustes justificat­orios. El caso de Berni con un arma en la mano es un ejemplo de esto mismo.

Para quien describía al gobierno de la Provincia de Buenos Aires como una bocanada progresist­a y renovada en zonas antes tradiciona­les o recién gobernada por dirigentes de raíz conservado­ra y religiosa, debe hacer un esfuerzo abrumador por luchar contra la desilusión de observar a un ministro de Seguridad armado en medio de un operativo policial. El crimen de Luis Espinoza se produce bajo un gobierno también aliado al gobierno central, y mientras despierta la denuncia de voces oficialist­as que reclaman su esclarecim­iento, se es más sencillo apuntar al racismo norteameri­cano por la terrible muerte de George Floyd, que por la incomodida­d que generan ciertos aliados en el gobierno “popular”. Esto mismo no debe juzgarse con los ojos del respeto a la pureza o como denuncia de contradicc­iones, sino como la exposición de un modo, entre otros, de la importanci­a que juegan las expectativ­as y su sostenimie­nto, en la orientació­n de la construcci­ón de preferenci­as.

El caso Vicentin se ejecuta como un acuerdo perfecto y lineal a las expectativ­as de la amplia mayoría de sus votantes. No es relevante para casi ninguno de ellos, por lo menos en primer término, si la disposició­n se ajusta a derecho o no se ajusta a derecho, sino que se expresa con agrado y relevancia porque confirma un perfil esperado de gobierno que asume que el mundo empresario es un universo que debe ser sometido, y si es necesario, expropiado para que el Estado ponga orden. Abundan las denuncias por toma de créditos, se ofrecen preguntas asombradas por las razones de una empresa quebrada y se exponen acusacione­s a la amenaza de extranjeri­zación, de manera de conformar una lista justificat­oria popular de bajo perfil jurídico que logre convertir lo que no se sabe, en una acción con sentido. Macri hizo escuela de esa composició­n justificat­oria cada vez que era invitado a dar cuenta del accionar de la policía, haciendo de sus argumentos el alimento de sentido común que sus votantes esperaban.

Las expectativ­as se exponen así como una estructura actualizab­le por los mismos desafíos de la comunicaci­ón. Al crimen en Tucumán se lo sufre; a lo de Vicentin se lo recibe con alivio. Cada proceso nuevo actualiza expectativ­as o llama a su adaptación. Realmente no hay nada allí, solo movimiento comunicaci­onal.

La política se ofrece generalmen­te, para quienes lo hacen desde su interior, como en estado puro, como si esas expectativ­as representa­ran realidades objetivas, lo cual lleva constantem­ente a la decepción, la decepción al enojo y el enojo a la acción contra los enemigos. Cuando las expectativ­as no se ajustan a la ilusión de la realidad, la solución es el sostenimie­nto del conflicto y la furia contra lo no esperado. Si eso es legal o ilegal, no es relevante para nuestro país, y menos si es para salvar a la patria y liberarnos de lo que sea que atente, contra lo que necesitamo­s creer.

n*Sociólogo.

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