Perfil (Domingo)

Somos como somos

- CARLOS GABETTA*

En cualquier país democrátic­o respetuoso de sus propias leyes, que el Estado se ocupe de poner a salvo una gran empresa privada que da trabajo a miles de personas y es de gran peso en la economía nacional, no genera mayores discusione­s, salvo formales, sea cual sea el color del gobierno de turno.

Para citar dos ejemplos, entre varios en estos tiempos de pandemia y agravamien­to de una crisis mundial ya vigente, la compañía aérea Lufthansa recibió del Estado alemán 9 mil millones de euros para afrontar la situación. A cambio, el Estado pasará a tener el 20% de participac­ión en el capital y dos asientos en el consejo de supervisió­n de la compañía, privatizad­a desde 1997.

El Estado francés, por su parte, aportará 8 mil millones de euros para salvar al sector automotriz, entre ellos a Renault, de la que es principal accionista. Renault lleva adelante negociacio­nes para ampliar su fusión con Nissan hacia otras empresas. De concretars­e, el Estado reduciría su participac­ión accionaria actual.

Todo, tanto en Alemania, Francia u otros países, dentro de las normas que indican las leyes, que cuando son de algún modo violadas, generan discusión pública e inmediata intervenci­ón de los poderes judicial y legislativ­o.

No estamos idealizand­o aquí a ningún país o sistema; simplement­e señalando algunos que funcionan mejor. El agravamien­to de la crisis generado por la pandemia llevará a extremos la intervenci­ón de los Estados en la ayuda o salvataje de empresas privadas y/o mixtas, ya sea en forma de créditos, prórroga o anulación de deudas, participac­ión accionaria e incluso estatizaci­ón ¿Quién otro que el Estado, en las actuales circunstan­cias?

Pero entre nosotros, lo lógico y necesario pasa a ser objeto de turbios objetivos y manejos gubernamen­tales; de disputas políticas y sociales que poco o nada tienen que ver con la lógica y la necesidad. El caso de la empresa Vicentin es el de hoy, pero pueden citarse otros, como la privatizac­ión y luego reestatiza­ción de YPF. En ambos casos bajo gobiernos peronistas, las operacione­s fueron turbias y tanto durante la gestión privada como la estatal se generaron grandes caídas en las reservas de la compañía, hasta la pérdida de soberanía energética, durante el mandato de Cristina

Kirchner. (https://bit. ly/soberaniae­nergetica).

Es solo un ejemplo, ya que pueden citarse entre otros el “caso Greco” en Mendoza, hace más de 40 años, o el “caso CAT” en Tucumán, en 1966. Todos, al cabo de distintos gobiernos, “siguen generando juicios en contra del Estado por supuestas responsabi­lidades, iniciados por los ex accionista­s, y multitudes de honorarios, que todavía siguen poblando nuestros tribunales” (https://bit.ly/vicentinge­stordecris­is).

Por no hablar de los reclamos jurídicos internacio­nales, como el que generó la “nacionaliz­ación” de YPF.

Estos ejemplos ponen al desnudo nuestra ineficacia y corrupción política e institucio­nal; el “partidismo”, que oscurece y patetiza el debate de ideas; que impide el “análisis concreto de situacione­s concretas”, como quería don Karl. Desde hace décadas, ningún argentino puede confiar en cualquiera de los tres poderes del Estado, todos involucrad­os en graves acusacione­s de corrupción. Y aquí también, una vez más, el “partidismo”. El gobierno actual votó en el Congreso a favor de investigar al gobierno anterior y en contra de prolongar la investigac­ión hasta los que le precediero­n (https://bit.ly/ paroleopin­iongabetta).

Los ineptos y supuestos o probados delincuent­es que se alternan al mando se “salvan” acusándose entre sí, mientras el grueso de la sociedad abre los ojos cuando el acusado es “el otro” y los cierra cuando golpean en puerta propia.

De seguir así, vaya uno a saber qué será de Vicentin. Y del país…

*Periodista y escritor.

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CEDOC CASOS. Tanto en Vicentin como en YPF las operacione­s fueron turbias.

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