Perfil (Domingo)

Chau, macho: del Estado patriarcal al Estado maternal

Un buen progenitor busca que su prole desarrolle libremente sus potenciali­dades. Un Estado maternal es aquel que posibilita la organizaci­ón de una comunidad tan fuerte y robusta que ya no necesite ni padre ni madre para realizarse plenamente.

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El Estado moderno nace bajo el signo de la conquista: de América, del mundo natural, del propio cuerpo, de la verdad y de un largo etcétera. Para llevar a cabo esas conquistas hereda la espada de su antecesor medieval, con la que podía quitar la vida o la riqueza. Más a diferencia de aquel, ahora su ley no será solo espada para quitar, sino también norma (en latín significa “escuadra”) para medir y reproducir vidas y riquezas: para normalizar. Las leyes físico-naturales de Galileo y Newton permiten medir la regularida­d (la “regla”) del universo. Esa misma concepción de ley como regla, como norma, es la que se espera que establezca el Estado a partir, precisamen­te, de la ciencia del Estado: la “estadístic­a”, definida en sus orígenes como la colección de mensuras de la

ENRIQUE DEL PERCIO*

población y las riquezas del reino. El soberano, al dictar la ley, no solo castiga, sino que también “toma medidas”.

Espada y regla. Con las dos dimensione­s de la ley, con la espada en una mano y la regla en la otra, el Estado cumple las dos funciones arquetípic­amente asignadas al varón en nuestras sociedades: el guerrero y el proveedor.

Con el correr de los siglos, la regla pasó a tener más importanci­a que la espada para legitimar gobiernos y Estados. De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial ninguna de las grandes potencias ganó en forma clara una guerra convencion­al importante porque sus ciudadanía­s no estuvieron dispuestas a ver llegar grandes contingent­es de cadáveres. Afganistán es un buen ejemplo: la URSS se retiró en 1989 habiendo perdido menos de 16 mil hombres, y EE.UU. hizo lo propio con menos de 3 mil bajas. Comparemos estos números con el casi medio millón de soldados norteameri­canos y los millones de soldados soviéticos caídos en la Segunda Guerra Mundial, y nos quedará claro de qué estamos hablando. El eje de la discusión política ya no pasa tanto por cómo ganar guerras, sino por cómo generar y distribuir la riqueza: la estadístic­a económica cuenta más que la espada tanto para la izquierda como para la derecha. La potestad de quitar la vida y la riqueza cede su puesto a la capacidad de reproducir vida para reproducir riqueza.

Cuidar la vida. Pero hace unas décadas comenzó a cobrar fuerza un tercer factor de legitimaci­ón: la demanda de cuidar la vida. Desde tiempos inmemorial­es la cacería ha sido el deporte de nobles y reyes. Sin embargo, cuando nobles plebeyos como los ricos y famosos Vanucci y Garfunkel o reyes de rancia estirpe como Juan Carlos se fotografia­ron junto a los cadáveres de los animales que cazaron, el oprobio les hizo abdicar de sus títulos y honores. La conquista de territorio­s y riquezas deja paso al cuidado de la vida como fuente de legitimida­d. El debate que más gente movilizó en los últimos años en nuestro país, el que se dio sobre el aborto, giró en torno al cuidado de la vida: el cuidado de la vida del embrión para un ban

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FOTOS: AFP
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