Conversación en la catedral
La reunión de los sospechosos, la deliberación final conducida por el investigador, suele señalar el clímax de las novelas protagonizadas por Poirot. Pablo De Santis identifica en ese tópico un rasgo simbólico de la obra de Christie, que vincula a un señalamiento de Sigfrid Kracauer en La novela policial (1922), uno de los primeros tratados sobre el género, “lo que él llama la reunión en el gran hall del hotel, la catedral de la novela policial, donde el detective es el sacerdote que habla en nombre de la ratio, de la razón”.
—Borges decía que el policial de enigma ponía de manifiesto la importancia de la forma. ¿Ese es también el valor de Agatha Christie?
—Sí. Ella juega con la forma de la literatura policial pero la respeta. Respeta las cosas que son muy atractivas, como la reunión final de los sospechosos. Esa puesta en escena podría ser meramente una convención del género, pero como lector uno la sigue con mucho placer y siente que hay algo profundamente auténtico en el artificio. Es también una escena de liberación, porque al revelar el nombre del culpable se libera a los otros de la sospecha y se les devuelve la inocencia. Las cuestiones sociales no están tan presentes como elementos de la trama, sobre todo porque en la época había una idea de no señalar como asesinos a miembros de la servidumbre o a extranjeros, frente a otro tipo de novelas, más conspirativas, como las primeras novelas de espionaje. En las novelas de Agatha Christie lo interesante es que el asesino puede ser uno de nosotros.
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