Perfil (Domingo)

Un mundo perdido

Menospreci­ada como literatura, la obra de Agatha Christie pasó a ser poco más que una lectura de iniciación

- O.A.

El áspero juicio de Chandler alcanzaba también a otros autores del Detection Club, como Dorothy Sayers, que también mereció burlas de Borges. “No influyó en las lecturas masivas pero sí en la crítica –agrega Jorge Fernández Díaz–. Pocos creen hoy que Agatha Christie es una gran escritora y muchos están dispuestos a creer que Chandler fue un gran escritor. Los dos son grandes escritores, con el enigma como fondo, aunque no tienen nada que ver entre sí”.

Menospreci­ada como literatura, la obra de Christie pasó a ser poco más que una lectura de iniciación. “La leí con muchísimo interés en la adolescenc­ia y después la borré de mi vida. Soy producto de lecturas donde el género negro y los norteameri­canos ya estaban totalmente instalados. Ella era una autora menor”, dice María Inés Krimer, quien sin embargo volvió a Diez indiecitos “y me sentí otra vez atrapada por el vértigo de la trama y de un artefacto muy inteligent­e”. De Santis la lee desde los 12 años: “Siempre me encantó. Me parece una autora que tiene una enorme cantidad de valores”. Fernández Díaz la releyó hace poco: “Me asombró la capacidad extraordin­aria de construcci­ón de personajes: no hay un estilo en su prosa, pero su mirada sobre los personajes y las clases sociales es magistral: es un Proust de su época”.

En el artículo “Famas y trampas en la novela policial” (1991), Mario Levrero embistió frontalmen­te contra Christie: “Para el auténtico aficionado al género policial, esta obra es sencillame­nte insoportab­le, por muchos motivos”, consideró. Entre los cargos, enumeró “una escritura desganada”, la “puerilidad” de los enigmas –“el lector habitual del género puede descubrir la solución mucho antes de promediar el cuento o la novela” – y “flagrantes transgresi­ones del fair play del género”, como el polémico caso de El asesinato de Roger Akroyd, donde el asesino resulta ser el narrador. De Santis está en desacuerdo: “No me parece que esa novela sea una infracción a la regla –dice–. Ella trató de explorar todas las posibilida­des que le daba el género: todos pueden ser el asesino, todos pueden ser víctimas. Por supuesto algunas tramas son más débiles o más caprichosa­s que otras, probó todas las variantes”.

La salida realista que abrió la novela negra también se convirtió en un callejón sin salida a partir de la consolidac­ión de nuevos estereotip­os y de concepcion­es ingenuas en torno a la ficción como denuncia y crítica social. La narrativa policial

“El género de enigma les cuesta más a los nuevos escritores –dice Jorge Fernández Díaz–. Casi todo lo que se escribe es novela negra, noir escandinav­o, que ya me tiene cansado porque es todo igual. Estamos viviendo un boom permanente de la novela policial, pero el género que practicaba Agatha Christie es único. Vale la pena volver a leer sus novelas”. El autor de El puñal y La herida, entre otras novelas, agrega una aclaración: “Ir hacia Agatha Christie hoy es ir hacia un mundo perdido. Ese mundo es fascinante, es pérfido, es elegante, y creo que ahí está el gran valor de por qué sus obras siguen vigentes: fueron escritas en tiempo real pero nosotros las vemos como un viaje por el túnel del tiempo a ese mundo que se acabó”. Agatha Christie “inventó además todas las versiones del asesino: el asesino puede ser el detective, puede ser una de las víctimas, puede ser cualquier sospechoso. Tiene trucos increíbles, como el de Testigo de cargo, un relato que Billy Wilder filmó con Marlene Dietrich, Tyrone Power y Charles Laughton. Una obra maestra del cine, y ella está detrás de esa creación”. de fines del siglo XX, con la obra de Henning Mankell como uno de los autores canónicos, planteó un cruce entre el relato de enigma y la novela negra que repone un principio clásico: contar una historia es reconstrui­r un orden de acontecimi­entos en el que cada detalle resulta necesario.

Agatha Christie tiene mucho para decir a propósito de la

nconstrucc­ión de los enigmas. El interés por sus libros a través de las generacion­es constituye la mejor prueba de la vigencia de su literatura. Y en el centenario de su primera novela parece producir una nueva revelación: la forma que contribuyó a definir vuelve a ser un modo de contar el crimen. En sus libros hay también una escritora para descubrir.

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