Perfil (Domingo)

El desafío de la intervento­ra del Servicio Penitencia­rio: impedir el coronaviru­s en los penales.

Alberto designó a la ex jueza Garrigós de Rébori y en Gobierno reconocen que las reformas estructura­les deberán esperar. Por escuchas ilegales, agentes quedaron en la mira judicial.

- ROSARIO AYERDI

El primer desafío será pasar la pandemia de coronaviru­s con la menor cantidad de contagios posibles y evitar que los penales se conviertan en un foco masivo de infectados que, además, lleven a nuevas rebeliones. La intervenci­ón del Servicio Penitencia­rio Federal (SPF) llega en medio del crecimient­o de casos con Covid -19, pero también mientras las causas de espionaje en la era de Mauricio Macri sacuden al poder y dejan al descubiert­o el accionar de agentes de las fuerzas en seguimient­os ilegales. Ante este escenario, aparece como segundo objetivo la normalizac­ión de una conducción viciada. Mientras esto sucede, las promesas de reformas profundas del sistema carcelario vuelven a ser parte de una nueva administra­ción que ya admite que deberán quedar para más adelante.

A cargo del Servicio Penitencia­rio Federal estará la ex jueza y miembro de la agrupación Justicia Legítima María Laura Garrigós de Rébori, quien asumió esta semana como subsecreta­ria de Asuntos Penitencia­rios. Su tarea en el SPF será por seis meses, fecha que el Gobierno se puso para la normalizac­ión del sistema carcelario y la incorporac­ión de un nuevo director.

En la actualidad, en las cárceles federales hay 21 casos de presos con coronaviru­s sobre 12.060 internos, número que hace que desde el Ministerio de Justicia crean que por ahora es una situación “controlabl­e”. “Pero esto es tranquilid­ad hoy y caos mañana”, reconoce un funcionari­o del área. Las condicione­s de detención son una amenaza latente de posibles nuevos desbordes en medio de una pandemia.

Según un informe realizado por el propio Servicio Penitencia­rio al finalizar la gestión de Mauricio Macri, en 2015 el sistema carcelario federal contaba con 10.274 detenidos y 10.827 camas. En los últimos cuatro años, los presos aumentaron y las plazas no subieron al ritmo de las nuevas detencione­s, ya que a fines de 2019 había 14.406 detenidos con 12.235 camas.

Desde el ministerio aseguran que las plazas que se llegaron a ampliar resultan incluso “engañosas” en muchos casos. “En donde había una cama se puso una cucheta y los gimnasios se usaron como pabellones para dormir, esto no tienen nada que ver con ampliar la capacidad de las cárceles, evitar los hacinamien­tos y mejorar las condicione­s de detención”, detalla un funcionari­o. Ezeiza, Marcos Paz, la Unidad de Salta, de Santiago del Estero y el penal de Devoto son los ejemplos en los que los gimnasios pasaron a ser espacios para ocupar con nuevas camas.

Durante la actual gestión, los penales de Ezeiza y Devoto ya recuperaro­n los gimnasios. Ante la pandemia, estos lugares también se están adaptando como centros transitori­os para el aislamient­o de los detenidos en caso de un aumento de los contagios.

Las camas hoy parecen no ser un problema. “Se redujeron los detenidos no porque haya habido una suelta de presos por la pandemia, sino que se mantuviero­n en el mismo nivel de siempre las liberacion­es por condenas cumplidas, a lo que sí se suman algunas prisiones domiciliar­ias. Pero el verdadero motivo por el cual se pudieron controlar las plazas es porque no hay ingresos, ya que por la cuarentena los delitos bajaron”, explican desde el Servicio Penitencia­rio.

Según la informació­n oficial, en los últimos años se registraba un promedio de ingresos de 700 personas por mes. Sin embargo, en los últimos 15 días de marzo, cuando el coronaviru­s se instaló en la Argentina y se dispuso el aislamient­o obligatori­o hubo solo 5 ingresos en las cárceles federales.

“No tenemos el problema ahora pero lo tendremos en unas semanas”, admiten en el Gobierno sobre una cifra que descartan que subirá a los valores anteriores, sobre todo, por la crisis económica y desempleo que lleva a aumentar los índices de delitos. Ante este escenario, Garrigós se reunirá en las próximas semanas con el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, para evaluar la manera rápida de poder ampliar las unidades.

También se sigue con aten

En las cárceles federales hay 21 casos confirmado­s de presos con coronaviru­s

ción los contagios en el personal. Son 15 mil agentes que cuidan a los presos y el servicio no tiene suficiente personal para crear un sistema de turnos y guardias. Hasta ahora fueron 70 los empleados contagiado­s pero utilizan un estricto protocolo de salud para que este número no avance. En la Rosada reconocen que la baja de los detenidos generó un alivio ante los pocos recursos humanos con los que cuentan.

En las próximas semanas, también se avanzará con la designació­n de nuevos directores de la cúpula penitencia­ria que cuenta con ocho lugares. A la renuncia del jefe del Servicio Penitencia­rio, Emiliano Blanco, le siguió la salida de uno de sus hombres de máxima confianza y director de Inteligenc­ia, Cristian Suriano, quien pidió el retiro.

Los funcionari­os quedaron en la mira judicial pero también de la actual gestión por la causa de espionaje que llevó a que esta semana se produjeran allanamien­tos en el penal de Ezeiza en busca de elementos con los que se habrían espiado a dirigentes kirchneris­tas detenidos en esta unidad. “No sabemos hasta dónde son parte de esa asociación”, dicen desde el ministerio sobre los agentes del Servicio Penitencia­rio posiblemen­te involucrad­os en la causa de Lomas de Zamora que investiga el espionaje a dirigentes.

La desconfian­za contra Blanco se dio desde el inicio de la gestión, sobre todo, por parte del secretario de Justicia, Juan Martín Mena, de máxima confianza de Cristina Kirchner. El reproche tenía que ver por su permanenci­a en el cargo durante la gestión macrista (venía del kirchneris­mo) bajo una conducción política a la que la actual vicepresid­enta acusa de haberla perseguido judicialme­nte. “No tenemos dudas de que Blanco estaba al tanto de todo. Y si no tenía conocimien­to de que su mano derecha trabajaba con la AFI y era un director que no manejaba nada y Juan Bautista Mahiques era el responsabl­e, lo va a tener que decir en la Justicia”, dicen en el Gobierno.

A mitad de su segundo mandato, Cristina Kirchner buscó avanzar con la reforma integral del sistema carcelario, algo que no consiguió. Lo mismo sucedió durante la gestión de Mauricio Macri, que llegó a recibir el borrador con los cambios. Bajo la nueva conducción de la ex jueza Garrigós de Rébori, la actual gestión admite que el único objetivo es “reacomodar las unidades lo más que se pueda ante la pandemia y normalizar la conducción de un sistema corrupto”. El objetivo es que recién en una segunda etapa el Ministerio de Justicia pueda avanzar en una reforma con nuevos programas y proyectos de ley.

“Esto es tranquilid­ad hoy y caos mañana”, admiten desde el ministerio

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MINISTERIO DE JUSTICIA A SOLAS. La flamante intervento­ra del SPF, Garrigós de Rébori, con la ministra de Justicia, Marcela Losardo, al asumir el cargo.
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PRESIDENCI­A
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PABLO CUARTEROLO

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