Bauer: “Alberto va a insistir con el diálogo”
El principal constructor de subjetividad audiovisual del kirchnerismo, al frente del Sistema de Medios Públicos entre 2008 y 2015, y durante el macrismo director de las películas El camino de Santiago y Tierra arrasada, analiza la “batalla cultural” y las causas de la grieta que polarizaron la sociedad la última década.
—En tu película “Tierra arrasada” hablás de Mauricio Macri en relación con el concepto de batalla cultural. ¿Cómo la entiende el ex presidente?
—Habría que preguntárselo a él. Lo que se expresa en nuestra película Tierra arrasada es un contraste. Un contraste entre su perspectiva y lo que estamos desarrollando en este momento. Tenemos un mandato preciso de Alberto Fernández: poner a la Argentina de pie. En nuestro caso es poner a la cultura de pie, a través de banderas muy importantes, como las de solidaridad y diversidad. En el macrismo aparece muy fuertemente la cultura de la meritocracia, del individualismo, del “sálvese quien pueda”. Borrar la memoria histórica.
—¿Respondería a una sociología darwiniana?
—No sé si lo llevaría a lo darwiniano. La implementación de un sistema económico neoliberal demanda la meritocracia y borrar la historia. Un ejemplo está en eliminar de los billetes a nuestras mujeres y hombres; eso de bajar de la Casa de Gobierno a todos los patriotas de América Latina que estaban allí; o aquello de referirse en el aniversario nada más ni nada menos que de nuestra independencia de 200 años al “querido rey”, aludiendo a la angustia de nuestros patriotas, los que luchaban por la libertad. En
Tierra arrasada se ve al jefe de Gabinete, Marcos Peña, decir: “Una de las cosas más lindas que hicimos fue sacar a nuestros hombres y mujeres y poner animalitos”. Nosotros creemos en otra construcción, que tiene como pilar fundamental la diversidad cultural.
—¿El sistema de valores de Macri fue “no diversidad, no solidaridad”?
—Sí. No soy un hombre de sintetizar, pero aparece esto en su discurso y en su acción.
—¿Qué analogía hay entre la lucha cultural a nivel nacional y lo que Samuel Huntington denominaba el choque de civilizaciones?
—Participé muy activamente en aquellos actos de la celebración del bicentenario de nuestra revolución. En aquel tiempo encontré un texto de Joaquín B. González que se refiere al juicio de la historia. Trabaja en ese choque entre civilización y barbarie. Llega hasta el origen de esa revolución. Y ve esa tensión en Cornelio Saavedra, en Mariano Moreno. Tensiones que se encuentran a lo largo de nuestra historia. Cambian los nombres, pero siempre están muy presentes. También se encuentran en la historia de la humanidad. Se observan en el hecho reciente, dramático, intenso, terrible, de la Segunda Guerra Mundial. Después de una primera guerra que no está resuelta, del Tratado de Versalles de 1919, aparece esta tensión y termina en semejante catástrofe humanitaria. Tenemos que anotar y aprender de esa experiencia.
—¿Te disgusta la palabra grieta?
—No es ninguna novedad. La tarea actual de la democracia es solucionar esas tensiones que se se expresan a lo largo de la historia. Y que en el futuro se van a seguir expresando.
—Las diferencias no son algo patológico en una sociedad. Sí lo sería extremarlas al punto de que se pase a la violencia y al no reconocimiento del otro.
—Ese punto es fundamental: el tema de la violencia vinculado a esto.
—Como en otros casos, si uno pretende una cura para la grieta, el primer paso está en un buen diagnóstico. En el célebre artículo de Huntington “The Foreign Affairs”, de comienzos de los 90, definía la existencia de nueve civilizaciones (N de R: se exhibe un mapa): el África negra, que llamaba subsahariana; la latinoamericana, que llamaba mestiza indígena; la musulmana; la hindú; la china; la budista, la nipona; luego, la cristiana occidental y la cristiana ortodoxa, que sería la rusa. ¿Podría ser una hipótesis plausible que en la Argentina el choque de sistema de valores se hace de manera más violenta que en otros de nuestros vecinos porque somos el país con mayor porcentaje de caucásicos trasplantados?
—Tal vez el origen se dé en nuestra génesis. Pero no encuentro una causa racial. Sí puede encontrarse en el origen de nuestra nación. Hace unos días llamé a Alicia Kirchner para felicitarla porque pasaba a manos de la provincia ese patrimonio extraordinario de la humanidad, que nos pertenece como argentinos, que es la cueva de las manos en el río Pinturas. Pinturas de los pueblos originarios, de miles de años. Esas manos dicen “aquí estamos, aquí estamos”. A partir de ahí, puede percibirse la tensión que, con la llegada de los europeos, ha sido violenta. La denominada “conquista del desierto” tiene mucho de genocidio.
—En México, en los países del Pacífico de Sudamérica, incluso en Brasil, la proporción de inmigrantes involuntarios africanos y de pueblos originarios o de inmigrantes no voluntarios es mayor.
—Relativamente. Cuando se hacen análisis genéticos aparecen otros resultados. Hay algún fenómeno cultural que lo tapa. Ahí se expresan estas tensiones que recorren toda la historia.
—El papa Francisco habla del “fin del mundo”. Argentina está en el lugar más periférico. Huntington tenía una teoría para eso: llamaba a los conflictos intracivilizatorios “países desgarrados o periféricos”, y decía que “se orientaban a la formación de
“6,7,8 fue un programa muy importante; quedará en la historia.”
“Macri debe ser el único caso de quien recibe US$ 50 mil millones para ganar una elección y pierde.” “En 2019 Macri no pudo volver a aprovechar las redes porque su gestión fue un desastre.”