Después de la pandemia va a ser más difícil atropellar a la gente: es más rebelde
como las demás, viviera de subsidios. Y la manejara un racista del White Power que exigiera que en los Estados Unidos vuelen solo pilotos norteamericanos. Y hostigara a las empresas privadas de aviación para llevarlas a la quiebra, dejar en el desempleo a miles de trabajadores y tomar sus aviones para que crezcan los subsidios. También se detendría si se hiciera una reforma al código penal para perseguir a la prensa independiente a la que tanto odia Trump. Persiguiendo a los ricos se podría lograr que se vayan del país, para que multitudes de pobres traten de huir a Canadá.
También se podrían abandonar las alianzas económicas con países imperialistas como Canadá, México, China y la Unión Europea, y reemplazarlas con un mercado común con Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Para rematar la carrera de Estados Unidos al subdesarrollo, se podría declarar a Internet de interés público, un servicio sujeto a tarifas que establezcan los políticos. Las empresas no harían las inversiones billonarias que necesitan para mantenerse en la carrera del progreso. Se detendría el crecimiento del conocimiento y los norteamericanos gozarían de una red barata y anticuada que dejaría de ser el dínamo de progreso del mundo. Llegaría la oscuridad. Irían a contramano de la historia.
Felizmente estas locuras no ocurrirán porque Estados Unidos es un país con instituciones, con gobernadores que se enfrentan a Trump cuando es necesario, con una justicia independiente, con una red de medios poderosa, con unas Fuerzas Armadas que cumplen con la Constitución.
Cambio. Después de la pandemia va será más difícil atropellar a la gente. Se ha informó más y se hizo rebelde. Se aceleró el cambio que venían estudiando autores como Thomas Friedman, Alex Pentland, Malcolm Gladwell, Raymond Kurzweil,
Pekka Himanen, Jeremy Heimans, Clay Shirks. Artículos publicados en The New Yorker y decenas de papers escritos estas semanas a propósito del conflicto en Líbano y las movilizaciones por el asesinato de Floyd o Blake, confirman que las manifestaciones espontáneas serán el principal protagonista de la protesta en los próximos años.
Las ideas antiguas tienen poco éxito. No se han organizado reuniones para convencer a la gente de lo lindo que es ser pobre y evitar el consumo. Los monjes de Monte Athos seguirán creyendo que las mujeres son fuente del mal, pero la mayoría de los occidentales están en contra de esas teorías, quieren vivir bien, rechazan las discriminaciones por género, preferencias sexuales o condición étnica. La nueva cultura alienta el uso de ciclovías, nuevas formas de transporte y la producción de energía renovable. Prefiere imágenes de animales que simbolizan a la vida. El odio a los ricos pierde sentido en un mundo en el que los empresarios y los científicos son los pilares del progreso incluso en países como China y Vietnam.
No hay remedio milagrosos, debemos usar el sentido común, que es el menos común de los sentidos. Rubén Cherñajovksy, empresario cercano al gobierno, pidió que existan reglas claras, seguridad jurídica, política estable, relación lógica con el mundo, lo elemental para que se desarrolle el país. Le faltó hablar de la incorporación a la revolución de la inteligencia.
Eduardo Duhalde habló de la posibilidad de un golpe militar. Ex presidente con enorme experiencia, seguramente quiso llamar la atención sobre algo que es un secreto a voces: la región está al borde del abismo. La pandemia hizo que nos miráramos los rostros y creciera un sentido de solidaridad con los que tenemos cerca. La gente común cobró poder, tiene en el bolsillo el arma más poderosa que existe para evitar que le atropellen: el celular.
n*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.