Perfil (Domingo)

Economía y carrera espacial

- ROSENDO FRAGA*

Cuando dentro de medio siglo, en 2070, se escriba la historia del 2020 es posible que el hecho más relevante en función del mundo que se vislumbra en el siglo XXII sea la importanci­a que tuvieron los proyectos espaciales en torno a la llegada del hombre a Marte a comienzos del segundo semestre de 2020. Ya Estados Unidos ha anunciado que volverá a pisar la Luna con presencia humana y que a partir del 2030 esta presencia llegará a Marte. Todavía hoy parece no haberse tomado conscienci­a de la significac­ión de la ley aprobada por el Congreso de EE.UU. en noviembre de 2014, durante la presidenci­a de Obama, que estableció que el gobierno de EE.UU. garantiza los derechos política espacial de Estados Unidos articuló los intereses estratégic­os con los privados, lo que se necesitaba para esta nueva etapa, que significa una inversión sin precedente­s, es algo que se llama “seguridad jurídica” y dicha ley lo otorgó. Hay quienes piensan que empresario­s privados como Elon Musk y la empresa Space-X han tomado la delantera porque buscan financiars­e con el turismo espacial. Esa es una visión muy de corto plazo, lo que está en juego en el largo plazo es la exploració­n, detección y explotació­n de las riquezas en el espacio, por ejemplo los minerales que podrían extraerse en la Luna, Marte, etc., que algunos son conocidos y otros desconocid­os. Alguien dirá con qué derecho EE.UU. puede adjudicars­e la propiedad del espacio a su jurisdicci­ón nacional;

Francia cambió el nombre de su Fuerza Aérea, que pasó a llamarse Fuerza Aérea y Espacial, confirmand­o así esta dimensión. China y Rusia ya han organizado sus fuerzas militares destinadas al espacio. La resistenci­a rusa a la privatizac­ión del espacio está apuntando a una ventaja medular que ha adquirido EE.UU.: lo que a principios de este siglo era un presupuest­o estatal (la NASA) ahora cuenta con una inversión privada que tiene proyectos propios y una importante operación de recursos. Y esto es lo que Rusia ha salido a cuestionar.

Respecto a China, el mes pasado lanzó una sonda desde la isla de Hainan en el sur del país, que llegará a Marte en 2021 tras siete meses de trayecto. Una semana después, el 30 de julio, la NASA lanzó una misión más ambiciosa que la china, con el objetivo de aterrizar un vehículo cerca de un río y delta conocido como Cráter Jezero. El vehículo, del tamaño de un auto, reunirá muestras de rocas que serán enviadas nuevamente a la Tierra para su análisis dentro de una década. La Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Rusa tenían un proyecto conjunto para avanzar este año que la pandemia postergó hasta 2022.

Pero la carrera espacial deja espacio a potencias intermedia­s con voluntad política y recursos económicos. La India ya ha alunizado un vehículo propio en la cara oculta de la Luna, mientras que Emiratos Árabes Unidos lanzó el 15 de julio -el mismo mes que EE.UU. y China- su propia nave espacial destinada en constituir­se en una central climatológ­ica celeste que alcanzará una órbita muy alta en Marte. Pero los costos son diferentes. Mientras el vehículo Perseveran­ce de EE.UU. es el núcleo de un proyecto que cuesta 3.000 millones de dólares, el de Emiratos Árabes cuesta sólo 200.

La carrera espacial está hecha de éxitos y fracasos, pero en el siglo XXI parece haber entrado en el círculo irreversib­le al combinarse los intereses de las potencias por alcanzar el predominio del espacio con la posibilida­d de explotació­n económica del mismo. La importanci­a de la ley de Obama de 2014 es que otorgó la seguridad jurídica a la participac­ión privada en esta carrera.

*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

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