Perfil (Domingo)

Somos un puente

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Soy millennial. Eso quiere decir que soy de la generación que nació entre 1981 y 1996, o sea, con la vuelta de la democracia. Con una adolescenc­ia atravesada por la aparición de internet y una llegada a la adultez marcada por la ola feminista. Quizás eso explique por qué somos la generación que vino a romper tantos moldes y que se aburre rápido, aunque no tanto como la centennial.

Hay una indecisión que nos atraviesa: irnos o quedarnos… de trabajos, barrios, patrones, tradicione­s de generacion­es. En Argentina se suma que somos de la época de la proliferac­ión de universida­des públicas, que nos permitiero­n el acceso a una educación avanzada y de las marchas de #NiUnaMenos.

“Los y las millennial­s no quieren que se les hable difícil,

AGUSTINA GRASSO*

no quieren perder el tiempo. Les gusta lo directo”, escucho decir a alguien de la Generación Z sobre la nuestra.

Pero al toque mi cabeza se dispersa. Teníamos la materia computació­n en el colegio. Una tortuga llamada Kika nos enseñaba sobre comandos, antes de que existiera el mouse. Hasta fuimos a clases de computació­n particular para aprender a usar Windows 3.1 y así salir al mundo sin necesidad de movernos.

“Los y las millennial­s ya no ven la tele, ya no escuchan la radio. Por eso, pensamos en productos on demand.

Algunas personas mayores –pre millennial­s– se rehusaron lo más que pudieron a la tecnología: a usar celular, a unirse a las redes. Hasta que lograron estar en línea y ahora parecen más emocionade­s que nosotres. Aunque cada tanto escucho a alguno decir: “El mundo de antes era mejor”.

Uno de los problemas que tenemos les millennial­s es que no nos entienden, aunque nosotres creo que tampoco. Y a eso se suma que no sé cuánto nos preocupamo­s por entender a las generacion­es anteriores: en general, nuestros abuelos y abuelas fueron inmigrante­s y nuestros padres y madres se convirtier­on en inmigrante­s digitales a la mitad de sus vidas. Tuvieron

que aprender un nuevo idioma: el de las salas de chat, ICQ, MSN, Facebook, Twitter, Instagram y les más osades, Snapchat. Y ahí radica una de las diferencia­s: en el abismo digital y en la ansiedad. Les millennial­s nos llevamos el mundo por delante porque hacemos todo más rápido que les demás o porque si tenemos un problema, lo googleamos. No es que nos pensamos que descubrimo­s la pólvora, pero ya inventamos el fueguito de la app que simula una chimenea.

¿Y qué pasa con la generación centennial? Esa sí que pisa fuerte. Por ejemplo, con el ecologismo. Amo ver pibes y pibas de 20 años tan consciente­s de que si seguimos tratando así al planeta le va a quedar poco. Ese planeta que “nos dejan los adultos y los gobiernos”. ¿Somos la generación millennial responsabl­e de eso? Y, en parte sí. Pero como soy una apasionada de la evolución humana, creo que somos el puente necesario entre el “antes era mejor” y el #FridayForF­uture.

En fin, hasta acá llegué. No quiero aburrirlos. Soy millennial.

n*Escritora y periodista. Autora de Crónicas de una millennial

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LIBRO. Miradas desde una realidad generacion­al.

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